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La abogada de los casos imposibles

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Judy Clarke, la especialista en frenar penas de muerte, consiguió victorias judiciales contra todo pronóstico y en los casos más dificultosos.

Por Luis R. Carranza Torres 

Es considerada la abogada de mayor capacidad en Estados Unidos para defender los casos más complicados de pena de muerte.

También, a pesar de haber salvado la vida de varios de los reos más execrados por la sociedad estadounidense, es una de las abogadas más respetadas y con mejor imagen en ese país.

Se trata de una ferviente opositora de la pena de muerte, y ha demostrado ser tan tenaz como ética en la defensa de sus casos. Rara vez dialoga con la prensa, no monta un espectáculo mediático de sus casos y carece de toda ambición de vanagloria personal. “Ella no lo hace por dinero ni fama, simplemente cree en el sistema legal”, dicen varios de quienes la conocen.

En sus palabras, un abogado defensor es quien «Está entre el poder del Estado y el individuo, defendiendo los valores fundamentales del debido proceso». David Bruck, un compañero suyo de clase en la facultad, quien le encargó su primer caso, dijo que «Judy es una persona genuina, que no está comprendida en ninguno de todos los mitos acerca de los abogados”.

Quin Denvir, un ex defensor público federal de California, quien trabajó con ella en el caso de Unabomber, la describió en estos términos: “Ella es una gran abogada, una enciclopedia andante, que sabe perfectamente la ley y tiene gran empatía con el cliente. Además, ella lo hace todo».

Judy Clarke creció en Asheville, Carolina del Norte, y recibió su título de abogada en 1977 en la Universidad de Carolina del Sur Law School. En octubre de 1994 tuvo su primer caso de pena capital, la acusación contra Susan Smith, una madre perturbada emocionalmente que había amarrado a sus dos hijos dentro de su coche, para luego echarlo a un lago. Clarke argumentó que se trataba de un intento de suicidio fallido. Convenció al jurado de que «éste no es un caso sobre el mal sino sobre la desesperación y la tristeza».

No argumentó insanía pero sí los abusos contra su cliente en la infancia y la depresión que atravesaba en su vida adulta. Fue condenada en menos de dos horas por homicidio, pero evitó la pena de muerte.

El juez estaba tan impresionado con su trabajo que aumentó su salario como defensora de oficio, pero ella donó el dinero a una agencia sin fines de lucro que defiende a los pobres en casos de pena capital -previo pago de los impuestos que gravaban tal suma-.

Los funcionarios estatales de Carolina del Sur, también por su trabajo, aprobaron una ley que prohibía a los abogados del Estado litigar en Carolina casos de pena de muerte, la cual sigue vigente. Una forma “legal” de sacársela de encima a futuro.

Clarke ha defendido en juicio, entre otros, a Ted Kaczynski -más conocido como “Unabomber”-, al terrorista Zacarias Moussaoui y a Jared Lee Loughner, autor del llamado “Tiroteo de Tucson” que en 2011 que dejó un saldo de seis personas muertas, incluyendo un juez federal, y 14 lesionadas, con una diputada entre ellas. Su último encargue es el patrocinio del sospechoso de perpetrar el ataque con bombas durante la maratón de Boston de 2013, Dzhojar Tsarnaev. Este joven ruso de 19 años ha sido imputado de 30 cargos federales, la mayoría de los cuales conlleva la imposición de la pena de muerte en caso de ser hallado culpable.

En la línea de trabajo de Clarke, atento a las dificultades de sus casos, una condena a reclusión perpetua supone, de por sí, una victoria.

Acumulando ya una práctica de 30 años, a diferencia de lo que parece ser la regla en la materia, Clarke no se formó en los grandes estudios ni en las oficinas de ningún fiscal. Proviene de las filas de los defensores públicos, concretamente de la oficina de abogados de oficio federales de San Diego, Estado de California. Fue allí, sucesivamente, trial attorney, senior trial attorney y chief trial attorney, es decir recorrió el camino desde abogado de oficio raso a jefe de todos ellos.

A mediados de la década de 1990 se convirtió en el primer defensor público federal en estar al frente de la prestigiosa National Association of Criminal Defense Lawyers, la organización que agrupa a los abogados penalistas en ese país.

Theodore Simon, otro de los abogados penalistas más reconocidos en EEUU, ha dicho de ella: «Estoy orgulloso de decir que conozco a Judy desde hace más de 25 años y es una de las mejores y más efectivas abogadas en Estados Unidos, particularmente en el manejo de casos de homicidio extremadamente difíciles. Ha acudido en defensas de ese tipo aunque el caso no se esté juzgando en su jurisdicción.

Ésa es una señal de su eficacia y dedicación a la Constitución para asegurar la mejor representación legal de cualquier individuo aunque éste se perciba como el autor de un horrible crimen”.

Como puede verse, Judy es, por derecho propio, una rara avis en el mundo nada fácil de las defensas penales complejas.

 

 

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