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La abogada de Donald

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  Por Luis R. Carranza Torres

Su creatividad y capacidad de respuesta la llevaron a encumbrar al candidato menos probable

Después de las elecciones presidenciales de Estados Unidos del martes 8 pasado, Kellyanne Elizabeth Conway ha pasado a ser la envidia del mundo político de ese país. Abogada, mercadóloga y especialista en campañas políticas, esta capricorniana de 49 años, de religión católica, políticamente republicana, nacida en Camden, New Jersey, cuyo apellido de soltera es Fitzpatrick, ha sido reconocida por el propio Trump como la “pieza clave” para haber ganado las elecciones con casi todo en contra.
También por ello Conway se ha convertido en la primera mujer en la historia de Estados Unidos en dirigir una campaña presidencial victoriosa. Ya era, antes de tal logro, una encuestadora altamente respetada en la comunidad política, por la precisión con que la firma de mercadotecnia que fundó en 1995, que preside desde entonces – The Polling Company (TM), Inc./Woman Trend-, era capaz de predecir los resultados de las elecciones. Eso la llevó a ser una figura conocida como invitada en los programas políticos de todas las cadenas televisivas y de noticias en ese país.

Pero los orígenes de su formación son legales antes que en la ciencia política. En 1992 obtuvo su título de juris doctor en la Law School de la George Washington University. Recibe tal denominación el título universitario en derecho que tiene como fin la preparación profesional primaria para un posterior ejercicio de la abogacía. Y eso hizo, en sus inicios. Kellyanne fue clerk -tarea más o menos equivalente a la nuestra de relatores- de un juez en Washington, DC, antes de volver a su alma mater como profesora de derecho. Y a pesar de luego haber tomado otros caminos, aún hoy en día tiene law license, una habilitación similar a nuestra matrícula de abogado para ejercer la profesión, para desempeñarse como letrada en los estados de Maryland, Pennsylvania, Nueva Jersey y en la capital de la nación, Washington D.C.
Como especialista en mercadotecnia electoral ha trabajado con muchos políticos, todos ellos republicanos. Pero el pragmatismo que exhibe en las formas de llevar adelante sus mensajes de campaña no lo traslada a su vida personal, que encaja en los cánones más tradicionales de las familias estadounidenses. Por ejemplo, sus hijos tienen prohibido en el Memorial Day, el día nacional en que se recuerda a los soldados estadounidenses muertos en combate -el último lunes de mayo de cada año-, salir de la casa con otros colores en la ropa que no sean los de la bandera estadounidense, tal como marca la costumbre.

No fue la primera opción de Trump ni apoyó a éste desde sus inicios. De hecho, trabajó en la campaña del senador por Texas Rafael Edward «Ted» Cruz en las primarias republicanas. En tal función, fustigó las opiniones del empresario sobre el mundo femenino y su actitud vacilante respecto del aborto.
Experta en comportamiento y voto de las mujeres, había escrito en 2005 un libro al respecto junto a Celinda Lake, What Women Really Want (Qué quieren realmente las mujeres), que se transformó en un éxito de ventas. Eso le vino de perlas a Donald, al ganar la nominación republicana a la presidencia, cuyo karma existencial han sido las féminas, desde los negocios a su vida personal, pasando por la carrera a la Casa Blanca.
Por ello la ungió como coordinadora de su campaña. Cuando le alcahuetearon, los olfas usuales de todo candidato político, que ella era el cerebro detrás de la estrategia negativa hacia él que había desplegado el senador tejano Cruz, durante la puja por la nominación republicana, eso no hizo más que confirmar su decisión. “Sabe mis puntos débiles, por eso hará un buen trabajo”, se escuchó expresar al respecto, en el pent-house del piso 66 de la Trump Tower, en Nueva York.
Los hechos terminaron dándole la razón. El convincente papel de Conway ante los medios, abiertamente contrarios a Donald, fue determinante para la percepción en el votante medio que tuvo la campaña del empresario. Creó toda una estrategia de mercadotecnia política apoyada en campañas en que diversificó los anuncios dirigiéndolos a grupos concretos, desde la comunidad latina hasta la generación millennial que determinaron triunfos en Estados impensados y lugares otrora furibundamente demócratas.
Es por eso que, durante el primer discurso que Trump ofreció como presidente electo, se acercó a Conway y la señaló como la pieza clave de la victoria, por su conocimiento en estrategias de marketing político dirigidas a las mujeres y su capacidad de trabajar en la votación a partir de su experiencia con su firma de mercadotecnia política.
Nadie puede dudar, hoy por hoy, de su expertice en materia de campañas electorales. Ahora bien, si Donald Trump es realmente tan bueno para la presidencia de Estados Unidos como Kellyanne lo “pintó” durante la lucha electoral, es algo que sólo el tiempo y los hechos lo dirán.

 

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