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La renovada tendencia a endeudarse evoca el recuerdo de otros períodos amargos

Por Salvador Treber. Exclusivo para Comercio y Justicia
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Luego de un lapso en el que el país adoptó como política fundamental desendeudarse en la mayor medida posible, crea cierta alarma que la conducción actual retorne a esa práctica pese a que las inversiones cayeron a niveles mínimos

Por Salvador Treber

Al cierre del ejercicio 1975, hace más de 40 años. la deuda externa del país expresada y exigible en moneda extranjera llegaba a sólo US$7.450 millones; aunque al cabo de siete años en que hubo un gobierno surgido del último golpe cívico-militar, trepó nada menos que seis veces, ascendiendo a US$45.970 millones, sin que las inversiones productivas lo hicieran en una medida semejante. Luego de restaurado el orden constitucional en 1983, esa cifra llegó a US$61.760 millones pero entre 1989 y principios del siglo actual (2002) hubo un fenomenal incremento que la llevó a la insólita cifra de US$174.870 millones.
Con posterioridad y hasta fines de 2015, esa fabulosa cifra toda pactada y que debía cancelarse mediante el uso de divisas, se había reducido a sólo US$41.750 millones (incluyendo a los llamados “fondos buitrea”) dando así prueba palmaria y contundente de que el desendeudamiento sistemático se había vuelto un lineamiento característico y una firme decisión de la respectiva administración nacional. No sólo eso, Argentina llegó a figurar, según los sucesivos Anuarios Estadísticos del Banco Mundial, entre los países menos endeudados del planeta.
Durante el subperíodo 2003/08 se vivió un ritmo de acelerado crecimiento, como nunca antes, que llegó a un acumulado de +52,8% para esos seis años consecutivos. Ello prueba que esa singular suba nunca antes vivida y el desendeudamiento logrado, pasó a constituir otra gran meta.
Dado que en muy pocos meses la conducción actual ha optado por tomar nueva deuda por algo más de US$50 mil millones y pagar a los antes citados fondos buitres todo lo que ellos exigían por capital mas intereses, esa forma tan concesiva despertó una muy justificada preocupación.

Los reiterados anuncios y las acciones dirigidas por la nueva administración federal, a la que se suman las locales (provinciales y municipales), permiten suponer que hay cierta desaprensión e inexperiencia en esa materia, lo que se ratifica al haber pagado, además, intereses por más de $40.000 millones en sólo seis meses.
Durante ese lapso, el sector que exhibe los mejores resultados es el de los bancos, cuyas ganancias líquidas fueron superiores con cierta holgura a los elevados índices de inflación. En contraste, las empresas que muestran los peores logros son las energéticas que, salvo alguna excepción, cerraron sus respectivos balances con significativos quebrantos. Por su parte, las grandes firmas del sector agrícola, luego de un período desfavorable, pasaron a operar con singular éxito.
La banca privada, hasta fines de julio pasado, logró colocar en el mercado financiero alrededor de US$4.300 millones en bonos y/o títulos al portador que fueron rápidamente absorbidos. El banco oficial de la ciudad de Buenos Aires, en un reciente informe, aprovechó para señalar que estas colocaciones, sumadas con las correspondientes a las de las provincias, contribuyeron a alimentar la oferta de dólares en cerca de US$40 mil millones, lo que inyectó un muy buen nivel de liquidez que contuvo la cotización del dólar en alrededor de $15 por cada unidad monetaria estadounidense.

Evaluación de la gestión realizada
Resulta evidente que, en general, el período no fue bueno para la gran mayoría de las empresas productivas, especialmente cotejando con los elevados niveles inflacionarios respecto al margen ganancial bruto. Surgen así como excepciones algunas empresas, como las productoras de jugos cítricos, pues sus exportaciones generaron en el primer semestre de este año una mejora interanual de 78%. A su vez, también tuvieron performances satisfactorias Molinos Río de la Plata, Cítricos San Miguel, Celulosa, Longvie y Agrometal, entre las más sólidas y rentables, aun cuando sus datos pueden estar influidos todavía por los guarismos favorables del año 2015, lo que depende de la fechas de cierres de los respectivos ejercicios. Ello resulta aún más singular, ya que el sector industrial, en su conjunto, tuvo un quebranto global de 3,3%. Debe, además, advertirse que los rubros principales de ellas son muy diversos pero coinciden en una búsqueda adecuada de los mercados externos.
De la mera observación surge que la aguda intensidad de la recesión se ha convertido en un freno importante al ritmo inflacionario que caracterizó al primer semestre. No fue nada certero y eficaz el Gobierno en la evaluación anticipada que hizo al anunciar los primeros signos ciertos de reacción para el inicio del segundo semestre y las acciones oficiales en cuanto a coadyuvar en ese sentido no tuvieron ningún efecto positivo. La vertical caída que se advierte en los índices inflacionarios requiere ser evaluada junto con la baja tanto en la demanda interna como en la externa, pues la recesión se ha extendido y no parece que cesará en poco tiempo más.

El esquema de endeudamiento
Lo realmente preocupante es la tendencia del Gobierno nacional de usar el endeudamiento como si fuera un recurso ordinario y sin vincularlo con ningún plan previo en materia de inversiones que permita una mayor capitalización del sector y/o promueva un mayor nivel generado de bienes y servicios. En alrededor de diez meses de conducción ha apelado discrecionalmente al uso del crédito público en una medida injustificada pues lo ha afectado en gran proporción a la atención del gasto corriente. Por el contrario, el gasto afectado a inversiones productivas ha sido mucho menor, sin responder a una adecuada programación previa.
En función de lo realizado en la jurisdicción nacional al cabo de casi un año, se constata que ha primado una tendencia al reendeudamiento en moneda extranjera sin vincularlo con la concreción de programas específicos de carácter reproductivo. Este tipo de pasivos en muy breve plazo casi se ha duplicado, al par de haber eliminado y/o reducido los recursos tributarios derivados del comercio exterior no sólo por esa causa sino también por una manifiesta tendencia al uso del crédito externo en forma desmedida y sin una planificación previa que lo justifique plenamente.

Los técnicos del Banco Central de la República Argentina (BCRA), a modo de corrección de un pronóstico anterior, por medio de un comunicado suscripto por su presidente, señalaron muy enfáticamente que de julio en adelante todo apunta a que la inflación continúe, aunque a un ritmo mensual algo más pausado que el antes supuesto. Explicaron que «después de una fuerte aceleración de los precios durante el primer semestre hasta llegar a 45% anual, en general están logrando reducir la inflación mensual hasta dos por ciento» y anticipan que llegaría a 1,5% para fin de este año. Lo extraño es que en materia de sobreendeudamiento no hayan formulado ninguna observación.
Ello no ha generado satisfacción ni tranquilidad pues son conscientes de que esa tendencia causará una situación económico-social bastante más comprometida, pero la distribución parcializada de la conducción económica-financiera genera muy frecuentemente este tipo de situaciones en que, en última instancia, se siente responsable de actuar en el momento oportuno y no cuando ya es tarde. Por lo realizado hasta este momento se añoran los tiempos en que el conjunto de subáreas respondían a una única conducción general.

Funcionamiento del mercado y el consumo
En este aspecto, un informe de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME) pone el enfoque en que las unidades vendidas por los comercios minoristas cayeron en 8,1% anual para julio, pero que con posterioridad a ese mes esa tendencia se ha acentuado de tal forma que estiman aquel porcentaje será doblado ya que es muy evidente que en los supermercados la caída ha superado 13% e incluso en los shoppings ha sido varios puntos mayor. A modo de conclusión, admiten que al cierre del presente año seguirá vigente una recesión todavía en alza.
Para los analistas de la Consultora Economía y Regiones se está atravesando un período de estanflación y, sin aportar otros elementos que lo respalden, esperan que se revierta en 2017, aunque obviando mencionar el trimestre que esperan el comienzo de una reacción consciente.
Los más altos funcionarios del equipo económico advierten además que la reducción de los índices de inflación será lenta y que hacia mediados del próximo año recién se irá consolidando.
Algunos analistas particulares son partidarios de elaborar un plan que sume voluntades y que concite el espontáneo apoyo popular, pues consideran indispensable lograr un sólido respaldo de los más importantes protagonistas del proceso productivo integrado por representantes del campo empresario y de las organizaciones genuinamente especializadas en reflejar las inquietudes y objetivos del área laboral que opera por medio del habitual esquema de relación de dependencia.

Se menciona también el alto grado de prudencia con que debe ser manejada la evolución de paridad cambiaria, evitando «saltos», pero procurando que no haya atrasos que, en última instancia, los suelen provocar debido a un manejo inadecuado del problema.
Tal como sucedió muy especialmente en el primer semestre 2016, un crecimiento notoriamente inferior al de los niveles salariales obviamente perjudica la capacidad de consumo interno y tiende a acelerarla en forma muy peligrosa. Por lo actuado se advierte que la caída del salario provocaría una agudización de la recesión en función del deterioro de las condiciones generales de vida.
Como el mercado internacional vive desde 2008 un proceso recesivo que no se ha podido corregir hasta ahora, en ese ámbito no puede atender en forma sustitutiva los excesos de oferta y ello puede generar un verdadero colapso, si no se actúa con prudencia y con la firme decisión de no apropiarse de una mayor proporción de ingresos en desmedro del sector de los trabajadores. Sería mejor actuar con prudencia y sin la generalizada avidez de ampliar la plusvalía.

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