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Ideas políticas vigentes en la gestión Francisco

Por Carlos Lombardi (*) - Exclusivo para Comercio y Justicia
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La designación del papa argentino -y su publicitada “revolución”- produjo una suerte de encandilamiento en no pocos sectores sociales, incluidos los medios de comunicación, que permitirían sostener que las ideas políticas que históricamente han nutrido el pensamiento católico han cambiado.

En épocas cuando las notas salientes del sistema republicano de gobierno (elección de autoridades mediante métodos democráticos; división de poderes; igualdad ante la ley; responsabilidad de los funcionarios públicos; publicidad de los actos de gobierno y periodicidad en las funciones públicas) tratan de consolidarse, más allá de los serios obstáculos que sufren, resulta interesante plantearse cuáles son las ideas que el catolicismo romano mantiene vigentes en el orden político.

La ideas políticas de la institución, relativas a las relaciones estado/iglesia, son elaboradas por el llamado Magisterio, el pensamiento de los papas y obispos que no es otra cosa que una posición ideológica de ese colectivo.

En el capítulo octavo del Compendio de Doctrina Social de la Iglesia, dedicado a la Comunidad Política, pueden extraerse las ideas relativas a esa materia vigentes en el pensamiento episcopal.

Llamativamente, mantiene su actualidad la distinción entre poder sobrenatural y terrenal y el sometimiento de éste a aquél (teoría de las dos espadas), aunque desde una perspectiva moral. En referencia a la autoridad política, se sostiene en el N° 396: “La autoridad debe dejarse guiar por la ley moral: toda su dignidad deriva de ejercitarla en el ámbito del orden moral, que tiene a Dios como primer principio y último fin”. En razón de la necesaria referencia a este orden, que la precede y la funda, de sus finalidades y destinatarios, la autoridad no puede ser entendida como una fuerza determinada por criterios de carácter puramente sociológico e histórico: “Hay, en efecto, quienes osan negar la existencia de una ley moral objetiva, superior a la realidad externa y al hombre mismo, absolutamente necesaria y universal y, por último, igual para todos. Por esto, al no reconocer los hombres una única ley de justicia con valor universal, no pueden llegar en nada a un acuerdo pleno y seguro”.

Conforme el párrafo transcripto, la autoridad política (cualquiera sea su signo) debe someterse a la ley moral católica, norma objetiva dada por el dios católico y que las sociedades y los hombres deben cumplir y obedecer con independencia si integran la institución o creen en sus doctrinas.

También se encuentra presente en el pensamiento episcopal la consecuencia de la teoría del poder indirecto de la iglesia, elaborada por Tomás de Aquino mediante los principios de autonomía y colaboración.

En el N° 424 se sostiene: “La Iglesia y la comunidad política, si bien se expresan ambas con estructuras organizativas visibles, son de naturaleza diferente, tanto por su configuración como por las finalidades que persiguen. El Concilio Vaticano II ha reafirmado solemnemente que ‘la comunidad política y la Iglesia son independientes y autónomas, cada una en su propio terreno’.

La Iglesia se organiza con formas adecuadas para satisfacer las exigencias espirituales de sus fieles, mientras que las diversas comunidades políticas generan relaciones e instituciones al servicio de todo lo que pertenece al bien común temporal. La autonomía e independencia de las dos realidades se muestran claramente sobre todo en el orden de los fines”.

Por su parte, el principio de colaboración (que no implica separación absoluta) se consagra en el N° 425: “La recíproca autonomía de la Iglesia y la comunidad política no comporta una separación tal que excluya la colaboración: ambas, aunque a título diverso, están al servicio de la vocación personal y social de los mismos hombres”.

Lo lamentable es que en el N° 424, último párrafo, se sostenga que “La Iglesia respeta la legítima autonomía del orden democrático; pero no posee título alguno para expresar preferencias por una u otra solución institucional o constitucional”, lo que vendría a explicar históricamente el aval y apoyo de la institución a numerosos sistemas de gobierno antidemocráticos. El apoyo de la iglesia Católica a los golpes de estado de Honduras en 2009 y Paraguay en 2011 constituye una prueba de lo que sostenemos.

De modo que el respeto a las autonomías temporales; la separación estado/iglesia, pero manteniendo el sometimiento de la autoridad política a la moral católica en actos de gobierno y sanción de leyes; la colaboración con el Estado; y no preferencia de la institución religiosa por sistema político alguno -sean democracias o dictaduras, regímenes liberales o totalitarios- son algunas de las ideas políticas aún vigentes en el catolicismo romano durante la gestión del papa argentino.

Es por ello que no hay cambios en materia de ideas políticas, a pesar de la promocionada “revolución” de Francisco. El futuro dirá si existe una sincera voluntad de cambio en esta materia o, por el contrario, si es el gatopardismo lo que impera en el campo de la ideología católica.

(*) Profesor de Derecho Constitucional. Universidad Nacional de Cuyo.

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