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El preso, la “presa” más fácil

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Por Karina Zeverin (*)

Más de la mitad de los países del mundo presentan estadísticas de sobrepoblación carcelaria o sus cárceles no brindan acceso a programas de educación o de reinserción social. 

Como reacción a esa realidad, organismos como la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Amnistía Internacional, Proyecto Inocencia, Human Rights Watch y la Organización Mundial de la Salud (OMS), las principales organizaciones internacionales de protección de los derechos humanos y abogados, comprometidos con el ejercicio del sagrado ministerio de la defensa de las personas -como quien suscribe- reclamamos al unísono proteger a uno de los grupos más vulnerables de la sociedad, a los más olvidados: las personas humanas privadas de su libertad. 

Durante el desarrollo de esta nota de opinión no tomaremos el tamiz de la moral ni de la “justicia” para clasificar los motivos que tuvieron como desenlace que las personas terminasen alojadas en un establecimiento penitenciario, sino que nos centraremos en describir lo que ellos vivencian intramuros a diario y cómo esa dinámica, naturalizada por los y las reclusas, sus familiares y sus abogados, debe erradicarse para protegerlas de los abusos y, a la postre, proteger a la sociedad cuando su “encierro” llegue a su fin.

Algún autor definió a los “vulnerables” como aquellos sectores o grupos de la población que, por su condición, se encuentran en alguna situación de riesgo que les impide incorporarse al desarrollo interhumano y acceder a condiciones de bienestar. 

Se dice que los “vulnerables” no gozan a pleno de los derechos inherentes a su calidad de humanos y eso los diferencia del resto de los mortales, quienes -si bien no estamos exentos de atropellos y engañifas- tenemos la capacidad de reacción que nos hará -de mínima- visibles para defendernos. 

Como “ojos que no ven, corazón que no siente”, tras lúgubres y pesadas estructuras de hormigón hallamos el inframundo de las cárceles, con sus códigos “tumberos” a los que nos acercaron algunas series de Netflix, pero mostrándonos escenas de esa “sociedad paralela” rodeada de una suerte de magia, en la que sus miembros parecen hasta regocijarse. Pero siempre se muestran esas imágenes desde la premisa de que esos seres deben permanecer alejados de nosotros, “los socialmente aceptados”, las “personas de bien”.

Los presos, blanco de todos los reproches y beneficiarios sólo de a ratos de migajas de la compasión que la sociedad les “da en préstamo” (quizás hasta para lavar sus conciencias), están allí esperando que los visiten, esperando alguna novedad, esperando que pase el día, la noche. Básicamente, siempre esperando… Si sobreviven a muchas “mañanas”, quizás esa espera llegue a su fin.

Esas personas que por efecto de algún hito en sus vidas terminaron tras las rejas, pasan a engrosar el balance social en la columna de “pérdidas”, y allí automáticamente se enlistan en la escuela de la desinformación, del abuso de la posición dominante de los que vienen de afuera (cualquiera que no esté preso, conforma ese último grupo) con la misma desesperación que una persona diagnosticada de una enfermedad terminal se refugia en fórmulas mágicas y hasta en teorías irracionales si le prometen, al menos, un mes de sobrevida. 

La propuesta de esta intervención es exhortar a los abogados de bien, y al colegio que nos nuclea, a promover la protección de esa porción de la población a la que manipulan y presionan a diario aquellos malintencionados con fines de lucro, o ignorantes que, para sacar una tajada, abusándose de su desesperanza, siembran en ellos la “esperanza” de lo imposible. Promesas de libertades inviables, influencias falsas, entre otros.

Aunque parezca infeliz la comparación, decimos que hasta el más hábil comerciante fue engatusado tras las rejas, aunque sea una vez, por personajes que si hubieran conocido en libertad jamás habrían “contratado”. Hoy, varios de esos abogados se encuentran privados de su libertad a raíz de denuncias de familiares de sus otrora clientes, que fueron compelidos por sus desesperados parientes a entregar sumas de dinero y, tras meses de espera, descubrieron la defraudación. 

Carente de animosidad para con mis colegas, exhorto a todos los involucrados en la cadena de consumo de la justicia y del cuidado de los derechos de las personas humanas a no olvidar que, independientemente de la opinión personal que desde la liviandad o desinterés tengamos de las personas alojadas en establecimientos penitenciarios, no podemos ni debemos olvidar que son parte de esta sociedad y no animales de zoológico.

Y que si creemos -como lo hacemos las personas de derecho- en los derechos humanos y en la eficacia de un real tratamiento penitenciario como parte de este, es imperativo educar a los detenidos en aspectos legales básicos, para prevenir que se haga con ellos lo que afuera no queremos que nos ocurra a nosotros. 

La vulnerabilidad es, en esencia, incertidumbre, riesgo y exposición emocional.

Como corolario y por recopilación de experiencias casi diarias en mi estudio, se afirma que el abogado comprometido con los intereses de sus clientes debe dedicar horas de su día para contrarrestar el efecto de las dudas y ardides que los predadores bien vestidos y que cruzan controles de seguridad a diario en las penitenciarias siembran en sus presas, los presos. 


(*) Titular de Zeverin & Asociados 

Comentarios 5

  1. Mónica says:

    Excelente! Comparto totalmente.

  2. Mariela says:

    Buen articulo, interesante el tema de la vulnerabilidad

  3. Monica says:

    Excelente causa.
    He trabajado como voluntaria en la penitencia de mujeres y realmente pude experimentar que solo al cruzar las rejas uno valora la vida digna que tiene.
    La vida dentro de una penitenciaria es una pesadilla diaria. Los presos aprenden lentamente a sobrevivir y para eso deben adaptarse a muchas reglas que solo refuerzan valores negativos.
    Pero no podemos olvidar que las personas siguen siendo personas y deberíamos todos luchar por los derechos de los demás así como quisiéramos que peleen por los nuestros si fuera nuestro caso.
    La Sociedad debería invertir más recursos y esfuerzos en proyectos que ayuden a estas personas a reeducarse de verdad.
    Que bueno que existan abogados como ustedes que tengan los ojos abiertos a esta realidad.
    Felicitaciones!

  4. Karin Garrido says:

    Muy buen punto de vista, totalmente de acuerdo.

  5. Estudio zeverin says:

    Interesante concientizacion

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