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El Negro Atilio

Por Eduardo Alberto Planas (*) - Exclusivo para Comercio y Justicia
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“…he sido elegido vicegobernador de esta provincia, pero nunca olviden que sigo siendo
el negro Atilio y que si mi gobierno no cumple con las pautas que les estoy mencionando,
les pido que me guarden mi lugar en las trincheras…”

El 16 de septiembre de 1974, el dirigente sindical y ex vicegobernador de Córdoba, Atilio López, fue asesinado por la “triple A”. Lo acribillaron con 132 balazos. Semejante furia criminal sólo se explica en la necesidad de instalar el terror como método político de subordinación a la estrategia de los grupos de poder que aguardaban agazapados el momento oportuno para terminar con el gobierno títere de Isabel Perón y López Rega. El cruento asesinato se produjo el día cuando se recordaba el 19º aniversario de la mal llamada Revolución Libertadora, que derrocó a Perón y dio inicio a 18 años de proscripción del peronismo. Extraña coincidencia, por cierto, que abre las puertas a todo tipo de especulaciones.

Le pusieron, al nacer, Hipólito como primer nombre en honor al presidente Yrigoyen. Asistió a la escuela Olmos -hoy shopping, propiedad de George Soros-. Abandonó la escuela primaria para dedicarse al trabajo y al deporte. A los 15 años ingresó como cadete en una fábrica de galletitas. Su único biógrafo, Mario Lavroff, destaca que por aquel entonces ya manifestaba una clara vocación por la defensa de los trabajadores. En forma simultánea continuó compitiendo en 100 y 200 metros llanos, especialidades en las que se consagró campeón argentino. A los 21 años ingresó como chofer en la CATA. Carismático, inteligente, autodidacta y de salidas humorísticas a pedir de boca, no tardó en ganar la confianza de sus compañeros que lo eligieron delegado.

El «Negro» Atilio ganó la consideración de los trabajadores cuando, actuando en el peronismo de la resistencia a poco de la caída de Perón, dirigió la primera huelga en el período de la «revolución fusiladora». Enarboló los programas de La Falda (1957) y Huerta Grande (1962) -donde participo activamente-, que resumen los grandes temas del movimiento nacional y popular, sintetizan los postulados del peronismo histórico y los proyecta en clave revolucionaria. Así, entre sus principales exigencias estaba el control estatal del comercio exterior, la liquidación de los monopolios extranjeros de importación y exportación, integración económica con los pueblos hermanos de Latinoamérica, una política de alto consumo interno, altos salarios, mayor producción para el país con sentido nacional, desarrollo de la industria liviana, consolidación de la industria pesada, una política energética nacional, a través de la nacionalización de las fuentes naturales de energía y su explotación en función de las necesidades de desarrollo del país, nacionalización de los frigoríficos extranjeros, control centralizado del crédito par parte del Estado, programa agrario, expropiación del latifundio y extensión del cooperativismo agrario en procura de que la tierra sea de quien la trabaja, control obrero de la producción y distribución de la riqueza nacional, participación de los trabajadores en la elaboración y ejecución del plan económico general a través de sus organizaciones sindicales, participación en la dirección de las empresas privadas y publicas, asegurando el sentido social de la riqueza, control popular de precios, salario mínimo, vital y móvil, previsión social integral entre otros puntos de importancia como el fortalecimiento del Estado y la solidaridad de con los luchas por la liberación de los pueblos oprimidos.

Atilio López, el histórico dirigente de la UTA y de la combativa CGT Córdoba, lideró el Cordobazo -junto a Agustín Tosco y Elpidio Torres-. En 1973 el voto popular lo consagró vicegobernador de la provincia, como compañero de fórmula de Ricardo Obregón Cano. El 27 de febrero de 1974, a nueve meses de iniciada su gestión de gobierno, Obregón Cano y López fueron desplazados del poder por una oscura y triste sublevación taquera -el Navarrazo- apoyada por sectores “ortodoxos” del peronismo local y consentida por las autoridades nacionales. Gobernaba el país el general Perón quien, al enterarse de la sublevación, dijo:”Los cordobeses deben cocinarse en su propia salsa”. Es que ello formaba parte de una “limpieza” de gobernadores peronistas progresistas, iniciada con la caída de Oscar Bidegain, Alberto Martínez Baca, Jorge Cepernic y Miguel Ragone. Maniobra que resistieron denodadamente Elías Adre y Antenor Gauna, gobernadores de San Luis y Formosa, respectivamente.

El imaginario popular recuerda las bandas de policías alzados y civiles armados con brazaletes amarillos de la JSP (Juventud Sindical Peronista) rodeando la Plaza San Martín y el Cabildo –sede de la Jefatura de la Policía de Córdoba-. El núcleo duro de las bandas armadas de la JSP llego a Córdoba, al menos, una semana antes, al mando de Adalberto Luis Orbiso, a quien premian designándolo presidente del Banco Social e interventor del SMATA-Córdoba.

El líder del sindicalismo de la resistencia y del peronismo revolucionario cayó, decíamos, en una emboscada. Hecho que causó una profunda conmoción en Córdoba, que quedó reflejada en la multitud acongojada que participó activamente en sus exequias. Una de las mayores de las que se tenga memoria.

Atilio López, olvidado por la historia oficial, es un ejemplo de entrega y lealtad para con los intereses de los trabajadores y el pueblo. Forma parte de una generación de dirigentes que, desde distintas extracciones, hicieron de la honestidad, el compromiso, la coherencia y la lealtad con los trabajadores y el pueblo, banderas que nunca arriaron.

(*) Abogado

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