¿El Chapulín Colorado salvará a mister Blair?

Por Silverio E. Escudero

Tony Blair, el ex primer ministro del Reino Unido de Gran Bretaña (el “caballero compañero” de la orden más noble de la Jarretera en la Lista de Honores de Año Nuevo de la reina Isabel II) ha perdido la tranquilidad de su retiro de la actividad política.

Miles de británicos, todos amantes de la monarquía, se han lanzado a la calle en son de protesta. Reclaman a su reina que el ex primer ministro sea despojado de su título de caballero, como consecuencia del controversial papel que desempeñó en la guerra de Irak.

La prensa amarilla y las redes sociales están de parabienes. Escrutan la vida de Blair en busca de escándalos estudiantiles, vacilaciones en sus comienzos como político y el origen de su enorme fortuna.

Todos los diarios británicos especializados en la vida de la corte recurrieron a la memoria de sus viejos cronistas. Las historias detrás de las noticias valen oro. Son vitales para dibujar una nueva -y necesaria- biografía del antiguo primer ministro.

Los periodistas del conservador The Sun celebraron la noticia. Recordaron una antigua recomendación de su dueño, el magnate australiano Rupert Murdoch, quien otrora fuese confidente y consejero tanto de Blair como de Margareth Thatcher.

Al asumir la conducción del diario, dijo: “Los escándalos son nuestro alimento. Si no los encuentran habrá que inventarlos”.

La memoria colectiva se retrotrajo a los tiempos del conservador Harold Macmilland. Su gobierno estalló cuando se conoció el romance de su ministro de Defensa, John Profumo, con la modelo y escort Christine Keeler. Todo se sabía pero reinaba la discreción. Sin embargo, uno de los amantes extras de “la piba” se enamoró, y al ser rechazado, despechado, baleó el portal de la modelo.

Conocidos los hechos el periodismo se lanzó en busca de mayores datos. Una “compañera de trabajo” contó lo que no debía. Christine compartía su exceso de amor con el espía y agregado naval soviético Yevgeny Ivanov, quien coordinaba el servicio secreto de su país en Europa.

Profumo, que ignoraba esa otra peligrosa relación de Keeler, fue informado de este hecho y, pese a ello, continuó saliendo con Christine.

Ward, su administrador, entretanto, supo que la historia de Christine era la comidilla de los mentideros políticos y las recámaras reales. Razón suficiente, en un intento de defensa, para poner al corriente del gobierno el tenor de la aventura entre el ministro de Defensa y su protegida.

Hasta aquí la anécdota. Retornemos a Blair, el hombre “milagro”.

Se convirtió en primer ministro del Reino Unido en 1997, cuando el Partido Laborista ganó las elecciones de manera aplastante.

Superó, en porcentaje, los guarismos con los que los laboristas derrotaron a Winston Churchill en la primera elección celebrada después del fin de la Segunda Guerra Mundial.

Durante su mandato logró una popularidad de la que muy pocos gobernantes habían gozado antes. Con él, el Reino Unido de Gran Bretaña volvió a sentarse en el podio de las grandes potencias occidentales.

Por primera vez consiguió que el laborismo obtuviera tres triunfos electorales consecutivos y estar al frente del gobierno durante diez años.

Blair era un auténtico rockstar. Reunía multitudes fervorosas donde se presentase; aun más allá de las fronteras de su país.

En América Latina, como impulsor del concepto de la Tercera Vía -una opción alternativa entre el capitalismo y el socialismo-, fue abrazado como un cuasi salvador en Brasil, Chile, Uruguay y Colombia. Los políticos argentinos viajaban a Londres -como antes a Madrid- en busca de su bendición.

Juan Manuel Santos, presidente de Colombia, escribió un libro en cuya redacción participó activamente Tony Blair, que fue titulado La tercera vía: Una alternativa para Colombia (1999).

Fue también uno de los cabildantes de mayor influencia que trabajó para que Santos obtuviera el Premio Nobel de la Paz 2016 y el Premio al Liderazgo Interamericano para las Américas 2016.

Ahora, la petición para retirar los honores a Tony Blair, según los organizadores de la acción, supera el millón de firmas. Peticionan ante Isabel II y la Cámara de los Lores que Anthony Charles Lynton Blair es “la persona que menos merece honor público" y piden que se le considere responsable de "crímenes de guerra".

“Tony Blair ha hecho un daño irreparable, tanto a la constitución del Reino Unido como a la estructura misma de la sociedad del país. Él fue personalmente responsable de causar la muerte de innumerables civiles y militares inocentes en diversos conflictos”, agrega.

El exlíder del Partido Laborista, que se desempeñó como primer ministro hasta 2007, se ha enfrentado a constantes críticas en las últimas décadas y grandes silbatinas más o menos espontáneas en sus visitas a las universidades de Escocia y el País de Gales, por su participación en la invasión de Irak que encabezó Estados Unidos en 2003.

Como la verdad es la primera víctima de todas las guerras, la historia -inicialmente manipulada- mostró que la invasión a Irak era una causa justa. Conflicto que concluyó con la destitución del ex presidente Saddam Hussein y su posterior ejecución, y que encendió miles de conflictos en los que se asesinaron cientos de miles de civiles iraquíes.

Gran Bretaña, como todos los gobiernos del mundo, nunca dijo toda la verdad.

Blair y el entonces presidente de Estados Unidos, George Bush, consideraron a Hussein una amenaza global al ser poseedor de armas de destrucción masiva. Washington reclamaba sangre. Quería vengar los atentados del 11 de septiembre de 2001.

Las armas buscadas nunca fueron encontradas. Sólo sirvieron para justificar masacres.

Hasta hoy, Irak no ha sido reconstruido. Estados Unidos y el Reino Unido siguen desangrando los pozos de petróleo y a la sociedad iraquí.

Un error involuntario de la burocracia hace que hoy tanto Londres como Washington se deban enfrentar a la verdad.

Jamás sabremos el nombre de la secretaria que guardó -en uno de los centros de espionaje desplegados en Asia Central- una copia de un memorándum que recomendaba “quemar después de leer”.

Las memorias del secretario de Defensa británico, Geoff Hoon, son explosivas. El memorándum para "quemar", firmado por el entonces fiscal General Peter Goldsmith, afirmaba que la invasión de Irak podría ser ilegal.

Hoon dijo que en su presencia Jonathan Powell, el entonces jefe de Gabinete de Blair, le dijo a su secretaria que la nota debía ser destruida después de que fuera leída. Así lo informó el Daily Mail, citando extractos de las memorias recientemente publicadas de Hoon See how they run .

¿Qué hacía esa copia en la central de inteligencia ubicada en algún lugar de Kirguistán? Por estas horas, voceros oficiosos aseguran que esa orden nunca se cumplió. ¿Y Blair?

Cientos de políticos prominentes se han pronunciado a favor de que haya sido honrado por la reina Isabel II porque se trata de un digno destinatario de la condecoración.

¿Los escándalos del duque de York, acusado por abusos sexuales de menores, salvará al señor Blair de tamaño deshonor como el retiro de la orden de caballero?