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El caso del actor que terminó pagando

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Por Samuel Paszucki / Contador, mediador

Algunas veces, al alcanzar un acuerdo, los mediadores nos preguntamos qué variables influyeron. Inicialmente cuando recibimos una causa hacemos conjeturas y podemos presumir determinada situación, y al entrar en la mediación la cuestión muta, adquiere matices y a veces se revierte. Por eso los mediadores no trabajamos con base en nuestras opiniones sino en hipótesis que deben tener la flexibilidad de cambiar en función de la información que recibimos. Al finalizar esos casos repasamos todo el proceso y analizamos las cuestiones que pudieron afectar el desarrollo y posterior desenlace, y las tomamos como experiencia.

El caso: recién a la tercera notificación pudimos reunir a todas las partes. Los letrados habían pedido posponer el proceso porque querían presentes a todos los involucrados. En charlas de pasillo parecía que estaba todo acordado, que la mediación sería simbólica y sólo para firmar el acuerdo. La cifra involucrada era irrisoria. Los mediadores pensamos que el proceso sería una simple formalidad. La realidad fue otra.

El Sr. Rodríguez, residente en el interior de la provincia, había iniciado una acción judicial porque en el mes de julio pasado la factura por el consumo de gas fue por una cifra casi del doble que la habitual. Consignó judicialmente el monto usual y presentó una demanda contra la cooperativa proveedora.

En el interior provincial las cooperativas prestan servicios importantes como gas, electricidad, cable, servicios fúnebres y otros. Los usuarios son a la vez socios de la cooperativa en cuestión, la cual está conducida por un consejo directivo.

Presentes el presidente de ca Cooperativa y el actor -socio, usuario y demandante- con sus respectivos letrados, comenzamos la mediación. Suponíamos que la cooperativa sería quien debía abonar en caso de acuerdo.

Del relato surge toda la historia –el exceso de consumo y la consignación respectiva- y una serie de otras cuestiones que el Sr. Rodríguez vertió en su discurso. Estaba muy enojado con la cooperativa, con el consejo directivo, con el estilo de conducción y otros diversos asuntos. Se despachó a gusto con todo.

Pacientemente escuchaba la otra parte. A su turno de hablar expresaron que, a raíz del supuesto exceso de consumo, habían mandado a revisar los medidores, los cuales se encontraban funcionando perfectamente. Por este motivo no reconocían una sobrefacturación y presentaron el estado de deuda del Sr. Rodríguez, que era casi el doble de lo consignado. La cuenta incluía el monto original, con intereses del 36% anual hasta la fecha en que la cooperativa retiró el dinero consignado –diciembre- y a partir de ese momento el saldo adeudado con más intereses de 12% hasta la fecha de la mediación –marzo-. Y eso era lo que pretendían cobrar.

Los mediadores advertimos que en la cuenta había un error y preguntamos cómo se habían hecho los cálculos. El Sr. Rodríguez –comerciante, industrial y productor agropecuario- era una luz con los números y notó en el acto la diferencia. En definitiva, en el cálculo de los intereses a partir de la fecha del retiro del dinero parecía haberse corrido una coma a favor de la cooperativa. Esta situación fue inmediatamente aprovechada por el Sr. Rodríguez para endilgar a la cooperativa avidez en el cobro -entre otras descalificaciones- afirmando que él no debía suma alguna y que por lo tanto su oferta era cero.

Cuando se dan este tipo de posiciones de todo o nada, no es fácil llegar a un acuerdo. Los mediadores notábamos que ambos letrados –conocidos entre ellos- estaban hartos del asunto; continuar un juicio por esos montos da igual trabajo que uno de millones. Intuimos que eran los letrados quienes más interesados estaban en el acuerdo. En estas situaciones solemos usar como técnica sugerir que, habiendo opiniones tan contradictorias, sería mejor que falle un juez –cosa que raramente ocurre-.

Comenzamos con las reuniones privadas. El presidente de la cooperativa sostenía que si accedían al pedido del Sr. Rodríguez sentarían un precedente para todos los usuarios, que el medidor andaba perfecto y que no era inusual que en el período facturado –pleno invierno- el consumo se duplicara. Luego de una larga conversación y con la ayuda de los letrados se resolvió cobrar el saldo original sin intereses.

Obviamente el Sr. Rodríguez se negó a pagar. Finalmente ofreció una suma menor, la cual fue rechazada. En ese momento tanto los mediadores como los letrados no podíamos creer lo que estaba ocurriendo; la diferencia era insignificante. Pedimos una reunión a solas con el Sr. Rodríguez y luego de actuar como agentes de la realidad, accedió al pago. Cabe destacar que los letrados, amén de colaborar con el proceso y para ayudar aún más a la solución, renunciaron a sus honorarios.

Cuando todos se retiraron pensamos en las motivaciones del Sr. Rodríguez en este asunto, teniendo en cuenta que su abogado había desaconsejado el juicio. Llegamos a la conclusión de que para el actor la posibilidad de expresarle a la cooperativa su opinión valió el juicio, el pago de la deuda, el tiempo utilizado y los honorarios de los mediadores. Pero esa es nuestra opinión, y los mediadores no debemos opinar.

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