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China e India, ¿disputarán por el futuro del mundo?

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Nuestra mesa de arena, que hace las veces de mapa global, refleja los problemas que agobian a la humanidad y muestra la cara más injusta y atroz del capitalismo. También el fracaso del socialismo y sus parientes putativos que se han mostrado incapaces de crear una matriz productiva alternativa de dimensiones globales.

Entre las notas principales de este tiempo con vista al mediano y largo plazo se observa que el foco político y económico mundial se ha desplazado –con intermitencias- desde Estados Unidos y Europa hacia Asia y las nuevas potencias emergentes. Japón, Corea del Sur y los países de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (Asean), comparten ese centro del interés global junto con los BRICS, bloque compuesto por las principales potencias emergentes (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).

La necesidad de identificar a los componentes de la nueva alianza económica que une América Latina, Asia, Europa Oriental y África resulta imprescindible para entender la naturaleza de la comunidad de intereses que representan. Ésa es la razón por la cual deberíamos proponer una serie de trabajos que nos aproxime a cada uno de los países arriba señalados.

Sin embrago, aprovechándonos de la jerga de los abogados, debemos establecer como una cuestión de previo y especial pronunciamiento, la incidencia política y económica de los dos mayores países del mundo: China e India que, en forma conjunta o separada, en los próximos veinte años, disputaran puestos de hegemonía en el campo internacional.

La noticia no es original, por cierto. Apenas una verdad de Perogrullo. En 2004, el Consejo Nacional de Inteligencia de Estados Unidos advirtió: “La probable emergencia de China e India como nuevos actores globales de significación –similar a la de Alemania, en el siglo XIX y a la de Estados Unidos, a comienzos del siglo XX- transformará el escenario geopolítico, con impactos potencialmente tan dramáticos como los que ocurrieron en los dos siglos anteriores. Por lo que, del mismo modo que los comentaristas se refieren al siglo XX como el “Siglo Americano”, el siglo XXI puede ser visto como el momento en que Asia, liderada por China e India, alcance su madurez. Una combinación de un alto y sostenido crecimiento económico, capacidades militares en expansión, y poblaciones muy numerosas, servirá de fundamento al esperado rápido crecimiento del poderío económico y político de ambos países”.

Sin embargo, antes, mucho antes de emprender el camino del encuentro, los adversarios-socios potenciales, deben poner la casa en orden. Tal como vienen discutiendo los líderes indios en sus cumbres bianuales y el debate chino acerca del “gradualismo incremental”, que ha dejado atrás al dogmatismo de la Revolución Cultural generan miradas de desconfianza de Pakistán, Rusia, Afganistán, Japón, las dos Corea, Malasia, Vietnam y Estados Unidos, entre otros, que deben acostumbrase a ser considerados potencias de segundo orden, mientras se preguntan como detener tamaña ofensiva.

Ésa es la razón por la que, Nueva Delhi y Pekin se esfuerzan por marcar las bases de sustentación de un futuro cercano que les obliga a compartir visiones, hasta ayer impensadas a pesar de constantes refriegas fronterizas, de que no son rivales o competidores, “sino socios para beneficio mutuo”. Entendiendo que existe un espacio suficiente para que ambos puedan crecer juntos, “alcanzar un estadio más alto de desarrollo, y jugar sus respectivos roles en la región y más allá de ella, mientras permanecen atentos a las preocupaciones y aspiraciones de cada una”. Razones, por cierto, de valor universal que la cancillería argentina, en más de un lustro, no entendió al dinamitar sus relaciones con sus socios en el Mercosur.

El nuevo mundo que proponen China e India es multipolar. Tarea que permitirá revitalizar los lazos culturales de todas las naciones y nutrir “los intercambios entre los pueblos” e iniciar un proceso de reconexión, de re-unión de dos grandes y antiguas civilizaciones que han estado separadas, por largo rato, en función de las enormes barreras naturales primero y los juegos de la política después.

El juego planteado es apasionante. Por momentos parece que todo se resquebraja. Los espacios se ganan con prepotencia de trabajo. Así lo hace saber cotidianamente Nueva Delhi, en su afán de sumar apoyos para lograr un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. China busca esquivar el “jeringazo” y a la hora de las decisiones opta por la ambivalencia al decir que “comprende y apoya la aspiración de la India de jugar un papel más importante en las Naciones Unidas”. Mientras acuerdan que el organismo multilateral tiene un futuro venturoso como agente de equilibrio y ámbito de resolución de conflictos, pero debe ser reformada de manera integral, cuestión que Estados Unidos y Rusia, conformes con el status quo, postergan.

Más allá de estas cuestiones, la batalla final contra la pobreza está pendiente. Poco se avanza. Es el país del hambre, de grandes epidemias o carestías; de enfermedades como la fiebre amarilla o como la lepra, de una gran pobreza evidente en cualquier ciudad que se visite, de marcadas diferencias entre ricos y pobres en un país hiperpoblado. ¿Cuál es la prioridad?

 

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