La consigna es clara y sirve para interpretar cómo seguirá la economía doméstica en los próximos días: el objetivo del Gobierno será sostener las principales variables de cara a octubre, sin mayores cambios que, en todo caso, deberá afrontar el futuro presidente, su equipo y el Congreso electo en las próximas generales.
La idea es que Daniel Scioli y en definitiva, el Frente para la Victoria, transiten hacia octubre amparados en la mejor coyuntura posible, dentro de los límites que impone la propia dinámica económica-doméstica con sus logros y también sus problemas endógenos, influida esta vez por un escenario externo claramente adverso.
Consumo interno y devaluación
En ese marco, la administración de Cristina Fernández buscará mantener uno de los puntales del pregonado modelo económico: el consumo en el mercado interno. Con las principales paritarias cerradas, la idea en todo caso es evitar que la dinámica de los precios cambie de dirección, tras la evidente desaceleración que, sin embargo, no elude el problema de fondo respecto de la inflación.
Los datos sobre consumo muestran al fin una leve mejoría respecto de 2014 aunque con indicadores muy por debajo de 2013.
En ese contexto, y a la espera de definiciones políticas que sólo surgirán tras octubre o eventualmente luego de un balotaje, la apuesta será sostener o bien mejorar en lo posible las variables vigentes, entre ellas también el empleo y los indicadores sociales de pobreza e indigencia.
El Gobierno sostendrá así el ritmo del gasto público con un incremento muy por encima de los ingresos, pese a los récords de recaudación de los últimos tres meses. El déficit resultante se sostendrá por medio de la permanente emisión de deuda. Esos vencimientos recaerán de lleno en el futuro gobierno. En esa línea, continuará la emisión monetaria y los instrumentos para esterilizar el circulante a fin de evitar que los excedentes vayan a precios o bien al dólar.
La presión por una devaluación será uno de los desafíos de corto plazo. El gobierno sostendrá a capa y espada la paridad actual del peso más allá de los intentos de grupos de poder por una devaluación que, no obstante, tiene un asidero objetivo.
El tipo de cambio es hoy una variable ineludible. El revalúo del dólar a escala global es evidente y la devaluación de los principales países con los que comercia Argentina suman presión extra a un peso que se revaluó en términos reales en el último año.
Los vencimientos de deuda del Boden en octubre por más de 6 mil millones de dólares, la necesidad de controlar el mercado marginal y los instrumentos de fuga como el contado con liqui y el dólar Bolsa, además del goteo creciente que drena divisas mediante el canal para atesoramiento habilitado por medio de la AFIP, son demasiada presión para un ingreso de moneda extranjera apenas discreto vía el decreciente superávit comercial o el swap tras el acuerdo con China.
Sin chances de revertir un resultado comercial exiguo por la caída del comercio global y un Brasil debilitado hasta el extremo como principal demandante de productos argentinos, junto con China, el panorama parece ser aguantar hasta octubre, incluida cualquier decisión respecto de la deuda reclamada por los fondos buitres en el juzgado de Thomas Griesa.
La agenda para el que viene
Hasta entonces, al fin, no habría mayores cambios en ese ámbito. El que asuma en diciembre deberá tomar decisiones: una devaluación, aunque moderada, acompañada de instrumentos varios como la eventual toma de deuda para sostener el flujo de importaciones de bienes de capital e intermedios que mantengan la actividad industrial (lleva 23 meses de baja consecutiva) y -eventualmente- una restricción del dólar ahorro, parecen ser ineludibles más allá de eventuales paliativos como la suba de tasas para colocaciones a plazo que por ahora parecen sólo eso (paliativos), a la espera de decisiones de fondo.
En todo caso, la situación no dependerá plenamente del Gobierno actual o el próximo sino del contexto externo, hoy ciertamente desfavorable, no sólo por Brasil y la caída en el nivel de actividad y revalúo del dólar sino también por la baja en los precios internacionales de los productos que comercia Argentina.
En esa línea transcurrirán los días hasta octubre, con los imponderables propios de escenarios por recorrer y siempre con la posibilidad de algún golpe de efecto del Gobierno, decisiones que la administración de Cristina Fernández ya supo tomar con dosis de audacia y no exentas de polémica.
En todo caso, la Presidenta, fiel a su estilo, demostrará una virtud incuestionable: una iniciativa política hasta el último día de gestión, buscando eludir cualquier sensación de pérdida de gobernabilidad aun en sus últimos días frente al Ejecutivo.
*Periodista de Comercio y Justicia, especializado en Economía.