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Alfonsina Storni: poesía y feminismo

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Por Florencia G. Rusconi (*)

«Yo soy como la loba. Ando sola y me río del rebaño. El sustento me lo gano y es mío/

donde quiera que sea, yo tengo una mano /que sabe trabajar y un cerebro que es sano»

Alfonsina Storni

Marzo es el Mes de la Mujer. Por ello, es imperioso recordar en apenas un soplo bibliográfico la memoria una figura poética marcada por sombras, insumisión y un espíritu de libertad siempre inacabado.

Alfonsina -se la suele llamar por el nombre- como si se tratara de un pariente cercano.

Alfonsina Storni (1892-1938) es una de las grandes poetas en lengua castellana y una autora de referencia para el feminismo, tanto por su vida como por su obra. En sus libros abordó de forma directa y subversiva -para su época- temas como la sexualidad femenina, los roles de género y la subordinación al hombre.

Pasó a ocupar un lugar destacado en el panorama literario hispanoamericano por la fuerza con que aparece en sus versos la afirmación de una mirada femenina sobre el mundo. Junto a la chilena Gabriela Mistral y la uruguaya Juana de Ibarbourou, contemporánea suya, conformó la primera avanzada en la lucha de las mujeres por ocupar lugares de reconocimiento en los espacios de la literatura de América.

Defendía la independencia económica de las mujeres, elemento fundamental, según ella, para el desarrollo del pensamiento y para el ejercicio libre de los derechos políticos, criticaba la dependencia a la que todavía eran sometidas las mujeres y la inferioridad mental a la que eran relegadas.

Fue escritora, dramaturga, docente y periodista. Compartimos algunos detalles de su vida.

Era la tercera hija del matrimonio de Alfonso y Paulina, bautizada como Alfonsina Storni Martignoni, nació el 29 de mayo de 1892 en Sala Capriasca, la Suiza italiana. Sus padres y tíos, dueños de la fábrica de Cerveza Los Alpes (en la provincia de San Juan) habían regresado a Suiza en 1891. Pasados cuatro años la familia decidió regresar a San Juan. Allí el matrimonio crió a sus cuatro hijos: Romeo, María, Alfonsina e Hildo. Su madre bordaba, pintaba y cantaba, era maestra pero le hubiese gustado ser actriz. Su padre desde muy joven sufrió de depresión y alcoholismo. 

Alfonsina era una niña tan distinta que su madre vio en ella diferentes cualidades, disímiles a las de sus hermanos y por eso fue la única que asistió al colegio.

Vocación, trabajo y estudios

Fue en la Escuela Normal de San Juan que Alfonsina descubrió una de sus pasiones: la actuación. En esos años participó de puestas escenográficas de obras de Henrik Ibsen, Benito Pérez Galdós y Florencio Sánchez. Luego, la familia Storni se trasladó a la ciudad de Rosario por penurias económicas e instaló el Café Suizo, lugar donde Alfonsina comenzó a trabajar, dejando de lado sus estudios. En Santa Fe cumplió los 14, en 1906, año en que falleció su padre; y su madre decidió abrir una modesta escuela domiciliaria para contribuir en la economía familiar. Las mujeres tomaron trabajos de costura. 

Dos años antes, a los 12, Alfonsina había escrito su primer poema, actividad que continuó a escondidas de su madre, a la que le desagradaban sus pensamientos pesimistas y le remarcaba que “la vida es dulce”. Tiempo después se desempeñó en una compañía teatral, con la que realizaron una gira por las provincias y, así, adquirió la cultura del trabajo. En ese tiempo, Alfonsina escribió su primera obra de teatro, Un corazón valiente, de la que no ha quedado registro.

Su madre rehízo su vida con otro hombre y se mudó a Coronda, también en Santa Fe. Alfonsina comenzó a estudiar para magisterio rural en la Escuela Normal Mixta de Maestros Rurales de Coronda y realizó sus prácticas en Rosario. Como celadora, fue encontrando un refugio en la comunidad escolar. Su padrastro le consiguió un puesto de maestra y ella logró ponerse en contacto con dos revistas literarias de la provincia en las que empezó a colaborar: Mundo Rosarino y Monos y Monadas. En este periodo, conoció y se enamoró de un hombre casado con el que tuvo un romance. Alfonsina poseía independencia económica como maestra y columnista. Al enterarse de su embarazo y la indiferencia de su pareja, decidió mudarse a Buenos Aires para criar sola a su hijo.

El 21 de abril de 1912, en el hospital Ramos Mejía, nació Alejandro. Como madre soltera, luchando contra los prejuicios sociales, Storni trabajó de cajera en una tienda en el centro de la ciudad y de “corresponsal psicológico” en una empresa importadora de aceite de oliva. Logró tras mucho esfuerzo publicar su primer libro, La inquietud del rosal, en 1916, y poco a poco fue consiguiendo colaboraciones literarias en publicaciones como Fray Mocho, El Hogar y Mundo Argentino

La inquietud del rosal fue tachado de inmoral y silenciado por la crítica de la época. Le tocó vivir en un tiempo en que se creía que a la mujer que pensaba se le secaban los ovarios, y en el masculino reino de la literatura, una mujer que se asumiera poeta era casi una contradicción en los términos. El poeta mexicano Ama­do Nervo, por entonces embajador de México, le dio un fuerte espaldarazo, y se hizo amiga de Ma­nuel Ugarte y José Ingenieros, quienes con su trato le dieron carta de ciudadanía en el mundillo literario porteño. Entre los escasos regalos de la suerte, ella contaba su romance con Horacio Quiroga.

En 1919 en sus columnas del Diario La Nación reclamaba un lugar para las mujeres.  Junto a Carolina Muzzilli, Julieta Lanteri y Salvadora Medina Onrubia, fue una de las impulsoras del voto femenino en nuestro país: “Llegará un día en que las mujeres se atrevan a revelar su interior; este día la moral sufrirá un vuelco; las costumbres cambiarán”, decía.

Una mujer independiente, con las ideas claras y críticas hacia la sociedad patriarcal de los años 20, que llevó a posturas extremas: algunas mujeres la admiraban, mientras que otras la consideraban “peligrosa”. Storni era la única mujer invitada a tertulias literarias, quizá por su afinidad con el Partido Socialista entre los cuales se encontraban José Ingenieros, Amado Nervo, Manuel Gálvez y Horacio Quiroga, con quien tuvo una intensa relación de amistad.

Con su libro Languidez, de 1920, que le permitió alzarse con el Primer Premio Municipal y el Segundo Premio Nacional, ganó la batalla del reconocimiento público. La célebre revista Nosotros hizo una encuesta en 1923 sobre los tres escritores más respetados de Argentina, y uno de los nombres más mencionados resultó ser el de Alfonsina.

En 1938, el Ministerio de Instrucción Pública del Uruguay organizó un encuentro público entre Gabriela Mistral, Juana de Ibarbourou y Alfonsina Storni. La escritora argentina escribió su discurso sobre la valija que sostenía sus piernas en el viaje que la llevaba a Montevideo, según recordó su nieto, Guillermo Storni. La poeta chilena, que siete años después ganaría el Premio Nobel, describía así a Alfonsina: “La piel rosada, pequeña de estatura, muy ágil y con el gesto, la manera y toda ella, jaspeada (valga la expresión) de inteligencia”.

Alfonsina, que lidiaba con cuadros depresivos y de paranoia, trabajó de manera muy intensa publicando poesía, disertando en conferencias y dictando clases como profesora en escuelas públicas, entre ellas, la Escuela de Niños Débiles de parque Chacabuco; el Instituto de Teatro Infantil Labardén, y la Escuela Normal de Lenguas Vivas. También fue docente de teatro en el Conservatorio de Música y Declamación, y dio clases de castellano y aritmética en la Escuela de Adultos Bolívar. 

Los médicos le aconsejaron reposo por una crisis de agotamiento, motivo por el cual comenzó a viajar a Córdoba y Mar del Plata, y descansar de la ciudad. Sin embargo, su reconocimiento en la vida intelectual estaba cada vez en aumento: a finales de la década del 20, ya se había hecho un lugar en el ambiente intelectual porteño, en el que participaba de las reuniones del grupo literario Anaconda, las tertulias de Quinquela Martín en el Café Tortoni y las del grupo Signo en el Hotel Castelar. En estos encuentros conoció a Federico García Lorca y Ramón Gómez de la Serna

La salud mental de Alfonsina preocupaba a su entorno; ella pensaba que todos estaban molestos con ella y los síntomas de paranoia ya eran evidentes. Más allá de eso la poeta tuvo intensa participación en el gremialismo literario e intervino en la creación de la Sociedad Argentina de Escritores

Últimos años

En mayo de 1935 le diagnosticaron cáncer de mama y tuvo que someterse a una intervención quirúrgica. Una de las consecuencias de la operación fue, entre otras, una mutilación tanto física como emocional.

Durante los siguientes años, Alfonsina afrontó varias pérdidas. En 1937, su querido amigo Horacio Quiroga se quitó la vida y, poco tiempo después, haría lo mismo otro escritor de su círculo: Leopoldo Lugones. Al año siguiente lo haría Eglé, la hija de Quiroga. 

La propagación del cáncer, los dolores físicos y el impacto emocional en su estado anímico forzaron a Alfonsina a tomar la decisión de despedirse de su hijo Alejandro, en la estación de trenes de Constitución. Dejó una carta para él, un poema para publicar en el Diario La Nación y una declaración para la Policía, pidiendo que no se culpe a nadie de su muerte.

El 18 de octubre de 1938 viajó a Mar del Plata en donde escribió su último poema titulado Voy a dormir.

Considerada una de las poetisas más importantes dentro de la literatura argentina, Alfonsina Storni se convirtió en una leyenda, tanto por su obra como por su trágico final.

Hacia la una de la madrugada del martes 25 de octubre de 1938, Alfonsina Storni abandonó su habitación y se dirigió a la playa La Perla.

Esa madrugada decidió quitarse la vida dentro del mar y así nació el mito en torno a una de las plumas hispanoamericanas más importantes del siglo 20. Se arrojó del espigón del Club Argentino de Mujeres, a 500 metros sobre el nivel del mar en la playa La Perla, de la ciudad de Mar del Plata.

A la mañana siguiente su cuerpo fue hallado en la playa. Hay dos versiones sobre el suicidio de Alfonsina: una de tintes románticos, que dice que se internó lentamente en el mar, y otra, la más apoyada por los investigadores y biógrafos, que afirma que se arrojó a las aguas desde una escollera.

El velatorio se llevó a cabo en el Club Argentino de Mujeres y su cuerpo descansa en el Cementerio de la Chacarita. La Nación publicó su último poema, VOY A DORMIR, que finaliza con las siguientes palabras: «Si él llama nuevamente por teléfono, le dices que no insista, que he salido».

Corolario

Alfonsina se preocupó por manifestar sus propias vivencias, e inquietudes. Ofreciendo un universo de posibilidades a sus lectores a la hora de asumir su postura frente al mundo. Manifestando temas como: la naturaleza, la ciudad, la soledad, la incomunicación, el mundo, lo concreto, y lo cotidiano, que representan ese papel que ha ocupado la mujer a lo largo de la historia. Sin embargo, también a menudo, manifestaba su inconformismo con la postura de su padre frente a la concepción del llamado «Sexo Fuerte»

Su tarea ha de centrarse en considerar a la mujer como sujeto político que permea todos los campos sociales, desde posturas críticas, y propositivas, del mundo.

 En ese sentido el feminismo como un llamado a la reivindicación de la mujer como sujeto derechos, y estrategias como la literatura, que acudió Alfonsina para despertar la conciencia de las mujeres frente a sus pensamientos o derechos. Haciéndole resistencia al mandato, lo esperable, y el estereotipo, para alcanzar esa anhelada libertad. Liberándose de la protección de los hombres, reconociendo sus derechos al divorcio, al voto, y la igualdad en todas sus dimensiones.

En “¿Quién es el enemigo del divorcio?”, publicada  en 1919, interroga: «¿Por qué no existe el divorcio en la Argentina? Porque tiene un enemigo declarado. la propia mujer”. Sin pelos en la lengua, cuestionaba al matrimonio como institución y a aquellas que no se independizaban de sus esposos por “cobardía económica”.    

Ella misma había sido, además, víctima de los prejuicios, tanto de hombres como de mujeres, cuando quedó embarazada a sus 20 años. Ser madre soltera le demostró hasta qué punto podían llegar a ser crueles, incluso, sus contemporáneas, que rechazaban sus versos por “inmorales”.

No quiso espiar la vida por entre los barrotes y se adelantó a la mayoría de las mujeres de su época. Fue una existencia llena de desafíos y con un final trágico. Es un mito de la literatura argentina

 Cualquiera sea la realidad, esa ofreción luego daría forma a «Alfonsina y el mar» una canción de Félix Luna y Ariel Ramírez que la hermana para siempre entre las olas, caracolas y sirenas., y cuenta de un modo romántico aquella decisión y últimos momentos de la poetisa que cambió el género en nuestro país.

 La canción finaliza con estas estrofas

Te vas Alfonsina con tu soledad /¿Qué poemas nuevos fuiste a buscar? / Una voz antigua de viento y de sal / Te requiebra el alma y la está llevando / Y te vas hacia allá como en sueños / Dormida, Alfonsina, vestida de mar

(*) Abogada. Docente jubilada de la cátedra de Derecho Internacional Público (Facultad de Derecho, UNC)

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