Niño mantendrá el apellido de quien no es su padre, pero con quien convive

Si bien el tribunal confirmó el rechazo del planteo filiatorio de esa persona, sí admitió que el apelativo de éste se añada al del progenitor biológico del menor de edad [privado]

En el marco de un proceso de filiación, la Cámara 2ª de Familia de Córdoba rechazó a la apelación interpuesta por un padre biológico, quien se opuso a la composición del apellido de su hijo dispuesta por el tribunal de primera instancia, al que se añadió el del cónyuge de la madre (filiación desplazada), debido a que la solución se fundó en que es la que mejor responde al interés superior del niño, pues respeta la forma en que éste es conocido en todos sus ámbitos de pertenencia, con el cual ha sido individualizado a lo largo de toda su existencia.

Los vocales Roberto Julio Rossi, Graciela Melania Moreno de Ugarte y Fabián Eduardo Faraoni analizaron que el cuestionamiento del recurrente se centró en la orden de la inscripción del niño C. A. con los apellidos “D. H.”, luego de haber hecho lugar a la acción de impugnación de la filiación presumida por la ley y la de reconocimiento incoada por el impugnante.

Se precisó que el apelante sostuvo que la sentencia es contradictoria, pues en el punto 1 hace lugar a la impugnación de la filiación respecto de D. y en el 3 ordena al Registro que tome razón de la filiación paterna, debiendo adicionarle el apellido del padre biológico.

La cámara entendió que derecho personalísimo del niño C. A. a que se respete “su identidad” forma parte de su patrimonio cultural, intelectual, político, social, religioso, etcétera, en tanto atañe a su fiel representación en la proyección social.

El tribunal advirtió que en el caso las acciones articuladas fueron las de impugnación de la filiación presumida por la ley y de reconocimiento; y ello fue resuelto en los puntos 1 y 2 de la sentencia cuestionada, desplazando al niño C. A. de la filiación del señor R. A. D., y emplazándolo como hijo del señor A. A. H..

Naturaleza

El fallo indicó que la propia naturaleza de la cuestión objetada (composición del apellido del hijo) impone una flexibilización del principio de congruencia en aras de la salvaguarda del principio del interés superior del niño, que se encuentra en juego y que opera como eje central del presente proceso, y subrayó que el apellido como atributo de las personas se adquiere, en principio, por filiación y demuestra el estado civil. Sin embargo, observó que tales afirmaciones no son absolutas ya que la superposición apellido-estado civil cede frente a la función primordial del nombre, que es permitir la identificación de las personas.

Bajo tales postulados, la cámara entendió que derecho personalísimo del niño C. A. a que se respete “su identidad” forma parte de su patrimonio cultural, intelectual, político, social, religioso, etcétera, en tanto atañe a su fiel representación en la proyección social.

Respecto de tal extremo, los jueces señalaron que, conforme resulta del informe social producido en la causa, el niño convive junto a su progenitora y a sus cinco hermanos, todos de apellido “D.”, reconociendo en su vida cotidiana al señor D. como padre.

La decisión también aludió a que recientemente, el menor ha empezado a reconocer y nombrar a su padre biológico, ya conoce su realidad biológica, aunque pese a ello, es identificado como el apellido de D.

Dictámenes

Además, la cámara sostuvo que la decisión de mantener el apellido “D.” también encuentra sustento en los dictámenes coincidentes de la señora asesora de Familia del 6º Turno y la fiscal de Familia, al sostener que el remedio propuesto “permite a todos los hermanos llevar el mismo apellido y así no sufrir diferencias de trato en el ámbito social y escolar”.

La alzada consideró luego que, de lo actuado en la causa, surge por un lado que el niño conoce su origen y mantiene contacto con su progenitor biológico; y, por otro, que se debe brindarle tutela judicial efectiva y ofrecerle estabilidad socio afectiva desde la perspectiva de su integración en los diversos aspectos que componen su desarrollo integral.

Siendo ello así, el fallo indicó que, conforme la normativa constitucional, resulta evidente que la solución que mejor consulta su interés superior se asienta en respetar la forma en la que C. A. es conocido en todos sus ámbitos de pertenencia, el grupo primario, el colegio, el barrio, el club, sus grupos sociales, etc; es decir con el apellido “D.” con el cual ha sido individualizado a lo largo de toda su existencia , sin que para ello obste el hecho de sólo tener cinco años.

Efectos

En esa dirección, el tribunal apuntó que no puede afirmarse que eliminar intempestivamente esa identidad que el niño ha construido con base en su entorno familiar tendría efectos positivos, máxime cuando no se arrimado al proceso ningún elemento concreto que permita inferir que lo mejor resultaría ser la supresión el apellido que utiliza desde su nacimiento y con el cual se identifica.

En definitiva, la alzada estimó que “existen justos motivos y un legítimo interés en que sea respetado, desde que el niño por su edad (5 años), ha comenzado su escolarización junto a cuatro de sus hermanos que portan el apellido D. y así es conocido en su vida de relación, concluyendo que la socialización del niño con el apellido D. es la que se ha consolidado por el paso del tiempo, aun con su corta edad”.