lunes 23, diciembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

El 11 de septiembre, un día para el ejercicio de la memoria colectiva

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Por Armando S. Andruet (h) twitter: @armandosandruet

Sin duda que el título que proponemos para este texto no parece nada descriptivo de algo en particular sino que lo puede ser de múltiples cuestiones y, en algunos casos, ello puede tener valor sólo para una persona, quizás para algunos colectivos de individuos o también para comunidades globales. 

Me habré de referir a ciertos acontecimientos que, en mi opinión, alcanzan las tres categorías descriptas.

Por de pronto, estoy evocando un día reciente y, por lo tanto, la mayoría de las personas podremos tener en nuestra memoria si la nombrada fecha nos ha evocado algún acontecimiento o circunstancia. Cierto es que para las personas en general, sus propias biografías están estrechamente ligadas con las fechas en las cuales sucedieron diversos acontecimientos que son dignos de un recuerdo feliz o, por el contrario, de cuestiones tan trágicas que desearían poder olvidar, lo cual sabemos que es imposible. 

Así entonces, el día en que nacimos o nacieron aquellos que son importantes para nuestras vidas, o cuando otros murieron, o simplemente sucedieron cosas que nos impactaron o definieron gran parte de nuestra vida posterior. Naturalmente que no quiero ahora hacer esas evocaciones, puesto que no tendría sentido escribir unas líneas para referirme a una experiencia tan singular que seguramente a nadie le resultaría importante.

Por ello, lo haré sobre un conjunto de sucesos que puede ser valioso para todos reflexionar, ya sea desde lo inmediatamente comunitario como ciudadanos de una provincia que lleva sobre su espalda tradiciones de grandes gestas en nuestro país. Muy especialmente la que se vincula con el mundo académico y que se relaciona entre otros aspectos con la para nada despreciable tradición de la Universidad de Córdoba, con su más de 400 años de historia, que fue el punto de observación para que un lúcido presidente de la República, en función de aquello, pusiera la siembra de la ciencia y el desarrollo científico en Córdoba. 

El presidente al que me refiero, quien puede ser discutible como cualquier otro gran prócer de la República (por otros aspectos de su misma realización, que pueden gustarnos más o menos) fue Domingo Faustino Sarmiento, quien en el año 1869, sabiendo de la matriz académica que en esta provincia existía por la presencia de su universidad, entendió que era el lugar adecuado para fundar aquí la que sería luego la decana de las academias nacionales de Argentina, que es la Academia Nacional de Ciencias. 

Todo ello resulta del antecedente más inmediato de su creación, como es la ley 322 del 11 de septiembre de 1869. En ella se autorizaba al Poder Ejecutivo a contratar a 20 profesores, quienes serían destinados a la enseñanza de ciencias especiales en la Universidad de Córdoba y en colegios nacionales. 

Al año siguiente se instalaron en la ciudad los primeros cuatro docentes -en su mayoría alemanes- y, luego, el resultado es lo que hoy está a la vista y orgullo de todos nosotros.

Quizás cuando pasamos frente al portal del magnífico edificio, sito en la avenida Vélez Sarsfield 229, entre Duarte Quirós y Caseros (y, por lo tanto, en el perímetro de la Manzana Jesuita así declarada por la Unesco) no se recuerde que fue inaugurado en 1897 y declarado Monumento Histórico en el año 1994.

Nos ha recordado justamente el día 11 de septiembre pasado su actual presidenta, Beatriz Caputto, científica e investigadora en la materia de la química, los 152 años de vida de la academia y mostrado cómo dicha institución ha sido foco de producción científica de innumerables figuras de la ciencia, y además que alberga entre sus distinguidos académicos varios premios Nobel. 

Recuerdo, al paso nada más, que Córdoba, en consonancia con su incuestionada tradición universitaria, es la única provincia de la República -fuera de lo que es la ciudad de Buenos Aires- que tiene dos academias nacionales: la de la cual estamos hablando y la de Derecho, que el pasado 22 de agosto, junto con la conmemoración de los 230 años de creación de lo que es hoy la Facultad de Derecho, brindó homenaje a los 80 años de su nacimiento. 

A ello se suma la tradición de la reconocida escuela médica cordobesa, que se concentra en la Academia de Ciencias Médicas de Córdoba y que aguarda su demorado reconocimiento nacional, acorde la jerarquía y desarrollo de las labores científicas que allí se cumplen. 

Así, una primera razón que puede dar una respuesta al título de este aporte. También, inmediatamente vinculado con lo que acabamos de relatar, en nuestro país -tal como lo sabemos-, el día 11 de septiembre de 1888 fallecía el ilustre arquitecto de la formación científica, cultural y de alfabetización de nuestro país. Así fue como en 1943, la Conferencia Interamericana de Educación celebró en Panamá la fecha a modo de homenaje a los hombres y mujeres en el ejercicio de la docencia. Sería luego en 1945 cuando se adoptó por decreto del presidente Edelmiro Farrell dicha fecha como merecido homenaje a la docencia, designándola como “Día del Maestro”. Con ello, nuestra segunda razón para recordar el 11-S.

Otros países toman fechas diferentes para recordar a sus maestros y ello es lo correcto. Sin embargo, la inmensa mayoría de los países del mundo entero coincide en recordar con dolor y gran tristeza el 11 de septiembre de 2001, puesto que en ese funesto día el cielo del Bajo Manhattan fue atravesado por dos aviones que tenían un objetivo maléfico: destruir las torres norte y sur del  World Trade Center y matar a miles de personas. Los autores del hecho cumplían el trabajo con esa mirada distorsionada respecto del mundo real y la vida en concordia, al considerar las torres como el impío santuario de la explotación comercial de otros pueblos y de sola idolatría del mundo capitalista.

En el mismo momento, otros dos aviones -de los cuatro que habían sido secuestrados- llevaban también una télesis diabólica. El vuelo 77 de American Airlines tenía como destino estrellarse contra el edificio del Pentágono, en Washington, en donde murieron 184 personas. Mientras que el restante avión se estrelló en las cercanías de Shanksville, Pensilvania, con 40 pasajeros y miembros de la tripulación a bordo del vuelo 93 de United Airlines. 

Es discutible cuál era el objetivo final de este último vuelo, mas lo cierto es que su pasaje, ya sabiendo que cualquier resultado era peor que el de su propia muerte, patrióticamente quizás, logró desviar el avión y que la centralidad del blanco elegido no fuera alcanzado. 

Sin embargo, el ataque suicida elaborado por el líder de Al Qaeda, Osama bin Laden, resulta el más prístinamente recordado por todos nosotros y registrado con cientos de filmaciones espontáneas. Murieron 2.753 personas a raíz de la incrustación de los aviones (el American Airlines 11 -curiosidad, destino o planificación- y el United Airlines 175) en el centro de esos edificios de cemento, vidrio y metal y su posterior derrumbe. Para EEUU, el día 11 de septiembre es recordado como “El Día del Patriota”.

Luego de ello, parecía que nada sería igual y sin duda para las tres mil personas que murieron no lo fue; pero tampoco resultó ser para el orden internacional, puesto que se materializó en adelante una formulación de estado militar en contra de un enemigo que estaba encriptado en cualquier sitio y que había logrado mimetizarse con los mismos hombres que quizás al día siguiente murieran, fruto de que este “lobo solitario” despierte y decida hacer volar por los aires decenas de personas, después de haberse detonado en su propio cuerpo varios kilos de explosivos. 

El mundo cambió y no para bien, sino todo lo contrario. Ya nadie puede quedarse tranquilo de que no se encontrará involucrado en un atentado. Así es como convivimos con una situación de pánico, en Argentina o donde sea. 

Ésa es una tercera razón para tener presente el 11-S como el día en que, para muchos, el orden mundial encontraría una variante que se había descalificado como posible: la guerra tras la mirada del fundamentalismo religioso, con lo cual el libro de Samuel P. Huntington Choque de civilizaciones encontraba una materialización en la realidad de todos nosotros. Aquí entonces la última razón para saber por qué el 11 de septiembre es una fecha para que global o localmente la tengamos presente, y seguramente por mucho tiempo todas ellas, nos seguirán acompañando.

Comentarios 1

  1. Juan Tirao says:

    Estimado Dr. Armando Andruet. Bellísima Nota. Felicitaciones y gracias.

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