ESCUCHARLa idea deslizada por el Ministerio de Economía busca cortar una inercia que amenaza con superar 100% este año, sin expectativas de reducción en el mediano plazo. La medida, que se lanzaría en noviembre, incluye conformar una mesa conjunta entre empresarios y gremios, con el objetivo de reducir la inflación a 3% mensual en cuatro meses.
El Gobierno nacional estudia poner en marcha un plan de estabilización para afrontar la escalada inflacionaria que, si bien mostrará una leve desaceleración en septiembre -el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) difunde el dato hoy-, continuará elevada al menos hasta fin de año y podría superar 100% al finalizar 2022.
En ese marco y con un horizonte que se avizora complejo incluso en el inicio de 2023, el ministro de Economía, Sergio Massa, tiene en carpeta una iniciativa que contempla “comenzar a convocar a empresarios y sindicalistas para acordar un sendero gradual de reducción de precios y salarios”.
La medida se anunciaría en noviembre próximo, según dejaron trascender fuentes de la cartera económica a medios nacionales, y apunta a bajar la inercia inflacionaria, cuya dinámica erosiona el poder adquisitivo de los salarios. En esa carrera desigual, sólo los gremios poderosos, por ejemplo Camioneros y La Bancaria -entre otros-, tienen la posibilidad de negociar acuerdos en línea con la marcha de los precios. El resto queda rezagado. Más todavía los sectores excluidos de cualquier convenio colectivo, esto es, los informales, que representan cerca de 40% de los trabajadores en el país.
El Palacio de Hacienda considera que, encaminado los frentes fiscal, cambiario y monetario, es momento para discutir “una baja progresiva de la inflación”. En principio, el plan descarta la posibilidad de un congelamiento de precios.
En ese marco, Economía destaca las medidas adoptadas en materia cambiaria, con el punto de inflexión que significó el “dólar soja”, que logró que Banco Central de la República Argentina (BCRA) acumulara reservas, que ahora se busca defenderlas con nuevos cepos al turismo, entre otros. Con todo, el desafío es lograr sostener ese colchón. No será sencillo: el BCRA debió vender divisas ayer por quinta jornada consecutiva.
Por lo pronto, Massa continuó ayer con su periplo por Estados Unidos en procura de sumar más dólares. (ver página 2)
Inflación, la clave
Para avanzar en un plan de estabilización, el equipo económico -con el ministro a la cabeza pero con Gabriel Rubinstein como técnico en jefe- considera clave contar con apoyo político -la sanción del Presupuesto será fundamental-, empresarial y sindical.
El sector gremial es consciente de que urgen acciones para bajar la inflación, que amenaza con hacer fracasar todas las renegociaciones salariales en marcha -que, por otra parte, generan un desgaste en patronal y trabajadores por igual-.
De todas maneras, la expectativa inmediata en el Ministerio de Economía es que hoy, cuando el Indec difunda los datos de inflación de septiembre, el indicador se ubique por debajo de 7%.
De hecho, el propio Ejecutivo difundió en las últimas horas a través de sus canales oficiales de información, el dato del índice de precios de la ciudad de Buenos Aires, que alcanzó 5,6%. De resultar igual el dato nacional, el Gobierno celebraría la desaceleración, que difícilmente reflejen los números del Indec.
De todas formas, las previsiones de los analistas privados, plasmadas en el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) que registra el BCRA, señalan que la inflación no bajará de 6% en lo que resta del año (se proyecta que 2022 termine en 100,3%).
En medios del Palacio de Hacienda señalan que el comportamiento de los precios está fuertemente influenciado por lo que se llama “inercia inflacionaria” y, desde este punto de vista, consideran clave coordinar con los distintos actores económicos una reducción gradual de los aumentos.
De cualquier manera, el Ejecutivo es cauto para arriesgar detalles de la estrategia. Sí hay convencimiento de avanzar con medidas concretas y en el corto plazo para cortar una dinámica que luce difícil de «digerir» por mucho más tiempo.
En ese marco, serán claves los contactos con el sector empresarial y con los gremios, hoy muy atomizados y con estrategias dispares para afrontar el escenario.
Un eventual acuerdo de precios y salarios que incluya empresas y trabajadores deberá pulirse previamente y con tiempo para, llegado el momento, poder plasmarse en los hechos y que tenga efecto concreto en variables que hoy muestran una evolución difícil de predecir.
