Durante las últimas tres décadas, Argentina presentó un nivel de desarrollo modesto y perdió posiciones con respecto al resto de los países de América Latina, de acuerdo con el Índice de Desarrollo Humano (IDH) que elabora Naciones Unidas. De hecho, nuestro país fue superado por Chile durante las décadas que siguieron la última dictadura militar.
El IDH es un indicador que pretende superar las limitaciones que supone medir logros en materia de desarrollo sólo mediante el PIB. Para ello, conjuga en una sola medición tres dimensiones básicas del desarrollo humano: vida larga y saludable, acceso a educación y conocimientos y nivel de vida digno.
El índice varía entre valores de 1 y 0. Noruega cuenta con el índice más alto, con 0,938, y Zimbabwe el más bajo, con 0,140. En Haití, con el peor desempeño en América, el índice es 0,404.
Entre los años 1980 y 2010, en Argentina el índice pasó desde 0,656 en el año 1980 a 0,775 en, registrando una variación porcentual de 18% en estas 3 décadas.
Mientras que en Chile, el índice aumentó desde 0,607 en el año 1980 a 0,783 en 2010, creciendo un 29% en los últimos treinta años.
Mientras que para el promedio de América Latina, el IDH pasó desde 0,573 a 0,704, es decir, experimentó un crecimiento de 22% entre 1980 y 2010.
Las cifras reflejan que Argentina tuvo un desempeño inferior al promedio de la región y muy por debajo de Chile. El IDH de Argentina pasó de ser 14% superior al promedio de América Latina en 1980 a sólo 10% superior en 2010. En la comparación con Chile, el IDH argentino era 8% superior en 1980, pero en 2010 el IDH de Chile es superior al de Argentina.
Según los números difundidos ayer por el Instituto para el Desarrollo Social Argentino (Idesa), la dinámica del desarrollo argentino sugiere que, “desde el restablecimiento de la democracia, la Argentina no ha sido capaz de articular un sistema político que tome decisiones con un sentido estratégico”.
De acuerdo con los criterios de la ONU, la tarea de reconstrucción supone restablecer los valores republicanos, crear un capitalismo transparente, competitivo y dinámico y priorizar en los presupuestos públicos las inversiones socialmente estratégicas, como la educación, la salud y la seguridad.
En esa línea, el informe destaca el proceso chileno y afirma que, a diferencia de lo ocurrido en Argentina durante la década menemista, a partir de 1990 Chile “supo preservar lo positivo en materia de instituciones económicas y reconstruir sus instituciones políticas y sociales”.