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El genocidio gitano, un hecho olvidado exprofeso

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Por Silverio E. Escudero – Exclusivo para
Comercio y Justicia

“Samudaripen” es una palabra casi extraña en nuestro idioma. Tanto que ni siquiera profesores de historia y lengua castellana se atreven a pronunciarla. Tampoco aparece en la mayoría de los diccionarios que están al alcance de nuestros niños y adolescentes. 

Es el nombre con el que los gitanos definen el genocidio que sufrieron a manos de alemanes, austríacos, croatas y griegos integrantes de las SS y milicianos, todos adherentes al nacionalsocialismo durante la Segunda Guerra Mundial.

El contexto propuesto intenta rememorar revueltas y levantamientos del pueblo gitano contra sus opresores a lo largo de la historia; sostener el recuerdo de quienes resistieron en los años 30 la creación de leyes raciales que, además, limitaban el movimiento de los pueblos nómadas, en especial el pueblo gitano. 

Estas leyes se sancionaron contemporáneamente en todos los países europeos que transitaban sus días bajo la égida de partidos políticos supremacistas con notoria adscripción nacional católica o filonazi. Influencia que cruzó el océano Atlántico y fue recibida casi con alboroza en Argentina, Brasil, Chile, Perú, Colombia, Venezuela, etcétera.

El peregrinaje de los gitanos por Europa tuvo diversas etapas. Durante casi un siglo las relaciones fueron cordiales entre los huéspedes y sus anfitriones. El idilio se rompió abruptamente en España. El papa Alejandro (Borgia) VI, despechado por el rechazo de una princesa gitana, ordenó a los Reyes Católicos, en el año 1499, que dictaran una serie de leyes o Pragmáticas para la desaparición física de los gitanos en todos los dominios cristianos.

A partir de entonces se promulgaron más de 200 leyes, algunas tan recientes como la que prohíbe el uso del habla gitana, el caló, porque el generalísimo Francisco Franco la consideraba «jerga de delincuente». Medida que los dictadores latinoamericanos y partidos políticos de raigambre populista se apresuraron a copiar.

Para ser claros, precisos y evitar confusiones, leamos la Pragmática de los Reyes Católicos, de 1499, por la que dan por finalizados los permisos otorgados a los gitanos como peregrinos y el reconocimiento de sus comportamientos culturales: «Mandamos a los egipcianos que andan vagando por nuestros reinos y señoríos que vivan por oficios conocidos o tomen vivienda de señores a quien sirva. Si fueren hallados o tomados, sin oficio, sin señores o juntos que den a cada uno cien azotes por la primera vez y los destierren perpetuamente de estos reinos, y por la segunda vez que les corten las orejas, y estén en la cadena y los tomen a desterrar como dicho es». 

Mario Hernández Sánchez-Barba, en su importante Historia de América anota que el primer exterminio de gitanos en la Península Ibérica aconteció en Albacete, alrededor del 15 ó 16 de enero de 1504.

Fernando VI, el 30 de julio de 1749, ordenó La Gran Redada, el apresamiento de todos los gitanos del reino (hombres, mujeres, ancianos y niños) “por los graves motivos, que ha hecho muy notorios el atrevimiento de los que se llaman gitanos, pues con la insolencia de sus perversas inclinaciones, continuamente se han hecho poco sufridas sus familias en los vecindarios señalados, resolvió la piadosa justificación de Su Majestad así por el alivio de sus Pueblos, como por contener, y enmendar de una vez a esta multitud de gente infame, y nociva, el que se recogiesen cuantos habitaban en estos Dominios con el nombre, y opinión común de Gitanos (…)». (Real Instrucción de 28 de octubre de 1749).

Pasaron los años y se sumaron incidentes. Sólo dejaremos testimonios de los más gravosos. 

Corría 1864 cuando los habitantes cercanos al Monasterio de Valaquia (Rumania) se sorprendieron con un anuncio distribuido con profusión. El libelo pegado en las paredes de la región rezaba: “Se vende un buen lote de esclavos gitanos a la venta en el Monasterio de San Elías el 8 de mayo de 1852 compuesto de 18 hombres, 10 chicos, 7 mujeres y tres niñas en buena condición. Tratar en el Convento”. 

La esclavitud de los gitanos perduró en algunas regiones de Rumania hasta bien entrado el siglo pasado.

El siglo XX depararía las más ingratas sorpresas. En los “locos años 20” se utilizó a negros y gitanos como elementos de carga, de servicio y de entretenimientos. 

Sin embargo, la década de 1930 amaneció tormentosa. Los extremismos de derecha en Europa y América Latina preanunciaban tragedia. Capitales italianos y alemanes, a cambio de porciones de poder, impusieron sus improntas ideológicas y culturales en nuestras regiones sudamericanas. 

En los pasquines nazis aparecían nóminas con las clasificaciones raciales de los pueblos europeos. Los gitanos figuraban por debajo de los eslavos, en el último lugar de la escala humana. Escalerilla que había ideado el veterinario argentino Richard Walter Darré, ministro de Agricultura del III Reich y guardián de las claves genéticas de la pureza de la raza aria.

Darré, nacido en la ciudad de Buenos Aires y educado en el Colegio Alemán de Belgrano, tenía dos cuestiones -además del exterminio de los judíos- de urgente resolución: qué hacer con los judíos y cómo justificar ante Adolf Hitler que iraníes, afganos, pakistaníes y una enorme cantidad de tribus centroasiáticas integraban el mismo tronco racial que los alemanes “¿puros por cruza?”. 

A los judíos, la noche de 9 y 10 de noviembre de 1938 (“la noche de los cristales rotos”, en alemán kristallnacht) les preanunció su holocausto. Los gitanos comenzaron a vislumbrar la llegada de su propio final. 

Contemporáneamente se inició el “Samudaripen” (el holocausto gitano), en el que -se estima- alrededor de 1.500.000 gitanos fueron torturados y asesinados en los campos de concentración alemanes e italianos. Cuestión que la historia no ha sabido o no ha querido valorar en su auténtica magnitud, tal como sucede con el asesinato de cerca de 2.500.000 personas más.

Sabido es que el racismo es un hecho social diverso y de difícil interpretación. No obstante, no es posible considerarlo un error, y menos producto de la conducta de una banda de orates y descerebrados. 

La mejor aproximación es aquella que nos asegura que es producto de un conjunto de mentes altamente privilegiadas -como mi antiguo profesor de Pedagogía General- que rayaban en los más altos coeficientes intelectuales. Ocupaba parte de su clase en una escuela para maestros normales para adoctrinarnos.

Nos invitaba a participar de las más altas instancias del poder y dibujaba en nuestra imaginación un mundo diferente y de diferentes. La escuela a la que asistíamos nos decía: “Esta escuela es para cualquiera. Es para formar líderes y es necesario saber para avanzar en el conocimiento si carecen en sus venas de sangre de impura”.

Una conmemoración del aniversario de la Rebelión del Gueto de Varsovia fue nuestro primer gran encontronazo. El siguiente fue la cuestión gitana. Ése fue el momento en que comprendí definitivamente que el racismo no es un ente abstracto perteneciente al mundo de las ideas sino es un acto cotidiano. Por ello, para pensarlo hay que situarlo en su realidad. 

Con el objetivo de no perderme en vanas abstracciones sobre el tema, en nuestro pequeño espacio trato de contextualizar la cuestión sobre el asunto que ahora me ocupa: los gitanos. Así lo hago por un doble motivo: primero, por ser esta la forma que considero más adecuada para acercarme a un fenómeno social complejo. 

Y en segundo lugar, porque nombrándolo en su realidad histórica caeremos en la cuenta de hasta qué punto nuestra mirada es fruto de la creación de otros ojos. No es casualidad que en la mayoría de encuestas realizadas por diversas organizaciones sobre el racismo en las últimas décadas el grupo más despreciado sea el pueblo gitano. 

¿A qué obedece esta tendencia? ¿Es posible encontrar alguna razón a esta sinrazón? 

La respuesta la encontraremos, seguramente, en nosotros mismos. 

Comentarios 2

  1. en este articulo si coincido con el no reconocimiento de nuestro holocausto que si fue mayor al judio pero como dice el autor a quien le importa a nadie .
    Puede que esto cree conciencia entre los no gitanos y comience una nueva relacion que por siglos esta rota o mejor dicho tratados como basuras nada mas porque seria para realizar varios tomos de injusticias y cantidades de agresiones que van desde el racismo pasa por acusarlos de herejes y morir en la hoguera catolica vejados ultrajados violados esclavizados mas un genocidios no uno varios mas los intentos y sobrevivimos algo tendremos diferente ya que nunca se tomo represalia siempre la otra mejilla y ya no dire mas porque nada se gana con verdades sino con estigmatizar una etnia y difamarla con los adjetivos que mas le vayan n o hay terminos pueden decir lo que deseen que no tendran problemas…

  2. Ricardo Gustavo Espera says:

    Excelente análisis, muy riguroso y bien contextualizado. Con definiciones claras y certeras.

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