Pese al reclamo de su madre, un joven mantendrá el apellido paterno

El tribunal destacó que, aunque el joven afectado no se identificaba con el nombre del progenitor, ello no era suficiente causa para autorizar la petición efectuada por la madre El Juzgado Civil y Comercial y de Familia de Segunda Nominación de Villa María rechazó la demanda entablada por una madre, en nombre y representación de su hijo adolescente en la cual solicitaba la supresión del apellido paterno. [privado] El tribunal fundamentó que, sin perjuicio de que el joven no se identificara en su esencia original con su apellido del progenitor, esto no resulta justa causa como para permitir la supresión del apellido. Al respecto, consideró que, independientemente del daño potencial que la obligatoriedad del uso del nombre del padre podría ocasionarle al hijo, se debe visualizar la “revelación a futuro” que pueda tener el adolescente en su reconocimiento filiatorio. El tribunal detalló que el padre afirmó su deseo de estrechar relaciones con su hijo, a quien reconoció con posterioridad a su nacimiento. Con todo, el fallo dispuso alterar el orden de los apellidos, manteniendo el materno en primer lugar. El titular del juzgado Fernando Martín Flores, al evaluar la solicitud de la madre, señaló: “Cada persona ostenta una identidad, estática o biológica propia del nacimiento y una dinámica que permite la incorporación de determinados elementos culturales al ser personal, y que hacen a su equilibrio psicosocial, en esta inteligencia se coloca a la actora para procurar la autorización de supresión del apellido paterno de su hijo”. De conformidad con lo probado, el magistrado sostuvo que los padres de J. I. coincidían que el adolescente era reconocido e identificado por el apellido de su madre, existiendo “serias disidencias” respecto a la descripción del rol de A. A. como padre, otros de los fundamentos en los que se basaba la solicitante para la supresión del apellido paterno del joven. En ese sentido, el juez Flores precisó que la madre no escatimó esfuerzos en demostrar que J. creció “contenido y querido” junto a ella y sus abuelos, convirtiéndose en un joven que describió como “responsable, respetuoso, alegre y cariñoso con todo”. El tribunal añadió que la mujer acompañó informes de las escuelas, del club, de un profesor de inglés, que expresaron sobre el joven palabras que “cualquier progenitor estaría orgulloso escuchar”. Además, los jueces destacaron que el testimonio de C. B. A., vecina del adolescente, expresó que el joven era conocido como J. C. y que no quería llevar el apellido del padre. Relación Con respecto a la relación del adolescente con su progenitor, en la causa se acreditó mediante las testimoniales que hasta los cinco años del niño aproximadamente hubo un contacto fluido. “Hasta que por los frecuentes conflictos, discusiones y disputas con V. (la madre) y su familia, dejó de verlo con frecuencia o intentado relacionarse”, se afirmó. El magistrado, después de escuchar al hijo, sostuvo que éste refirió conocer al padre, dónde vive, pero no tener contacto con él. No manifestó interés en retomar el contacto, ni tomar conocimiento de los motivos que lo llevaron a ausentarse. Bajo esas premisas, el fallo sostuvo que si bien la inmutabilidad del apellido no tiene carácter absoluto y debe ser valorado con mayor indulgencia “el interés real y el sentimiento de la persona”, encuentra límite en motivos que fueran de tal entidad como para comprender la necesidad del cambio. De ello, el sentenciante infirió: “Se avizora en el caso una causa atendible, que hoy J. I. -adolescente- no se identifique en su esencia original con su apellido paterno, pero no justa como permitir su supresión”. Asimismo, el a quo consideró que los motivos referidos por la madre no eran ostensibles. La mujer argumentó el abandono por parte del padre, la sustracción de sus responsabilidades desde una temprana edad y un “daño psíquico” del joven vinculado con sentimientos de desconocimiento, abandono y ausencia. Obligatoriedad En tal sentido, se insistió: “Al considerar el daño potencial que la obligatoriedad del uso del apellido del padre podría ocasionarle también debemos visualizar la revelación a futuro que pueda tener sobre el adolescente en su reconocimiento filiatorio, donde el padre dio cuenta de su deseo de sostener el vínculo paterno filial y de estrechar relaciones de comunicación y afecto”. Sin embargo, el juez Flores luego consideró que sin perjuicio de la ausencia de motivos que justificaran la supresión del apellido paterno, era “prudente” la posición el representante del Ministerio Público Complementario, reconociendo que J. I. C. era el nombre que individualizaba al joven y lo relacionaba frente a terceros. “Ante la adición del apellido paterno, entiendo razonable alterar el orden de los mismos, manteniendo el materno en primer lugar”, destacó el juez. Autos: “C., M. V. Y OTRO - SUMARIA” [/privado]

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