Por Santiago Lorenzo (*)
No hay duda de que transitamos una época en la que, más que nunca, el impulso a emprender y comenzar el propio proyecto es celebrado e incentivado.
La posibilidad de concretar el “sueño propio”, de ser independiente, de manejar tiempos y formas de trabajo, atrae -como un imán- a muchas personas que sienten que la concreción de ese “sueño emprendedor” puede realizarlo en múltiples niveles.
Muchas veces creemos que para emprender alcanza con tener una buena idea, las ganas y los contactos adecuados. Sin quitarles importancia a estos puntos, no es lo único que necesitamos.
Desde mi experiencia, toda persona que quiera emprender debería trabajar previamente en cinco pilares que le ayudarán al momento de encontrarse con adversidades y obstáculos, para transitarlos lo más preparada posible. Vale aclarar que no se trata de verdades reveladas ni recetas a seguir sino que pretendo transmitir lo que me ha servido en mi propio camino y creo puede servir a otros emprendedores:
• El aspecto psicológico. Todos necesitamos sentir que contamos con apoyo; puede ser algún familiar, pareja, amigo o bien un colega/mentor. En mi caso tenía familia al momento de decidir emprender, por lo que tuvimos una larga charla de qué significaba correr el riesgo de abandonar todo y volver a empezar. Ese apoyo fue fundamental.
• La antigüedad es otro factor a tener en cuenta. Para muchos, irse de una empresa implica pérdidas. Por ejemplo, para mí, además de la indemnización por 13 años, fue perder la buena posición, el nombre logrado dentro de la empresa, el ser un referente para muchos y beneficios muy interesantes. Existe una “sensación de seguridad” que puede dar una corporación, que es relativa y pretende retenernos.
• El respaldo económico. Es un tema central y muy poco hablado en el camino emprendedor: el dinero que se necesita para subsistir durante todo el proceso. Hay que calcular el gasto de subsistencia diaria e intentar ahorrar lo suficiente para poder vivir durante la etapa emprendedora hasta que el proyecto dé frutos. Mi ahorro fue para vivir un año sin ingresar un peso. Este cálculo no incluía devaluaciones, aunque sí un margen para contingencia.
• El mito de “ir de a poco”.En línea con el punto anterior, muchas veces se cree que para emprender hay que empezar de a poco y a medida que el emprendimiento escala se le irá dedicando más tiempo. En mi experiencia, esto no ha sido así. Para que el proyecto funcione hay que dedicarle el ciento por ciento del tiempo. No se puede alternar con otras actividades paralelas; si no, siempre será un proyecto secundario.
• Aprender a emprender. Si bien uno viene con algún bagaje de conocimiento (secundario, terciario o universitario) y/o experiencia laboral, es muy importante entender que hay que capacitarse. Yo tenía mucha experiencia y un título secundario de Técnico Mecánico, pero eso no me había enseñado a emprender. Investigué mucho sobre el mundo emprendedor, charlé con mucha gente e incluso me hice una bibliografía para leer diariamente. En cada página que leía aprendía algo que me llevaba a una nueva pregunta. Por eso considero que el emprendedor que pasa un día sin leer un libro nuevo quizás está perdiendo oportunidades. El emprendedor tiene que aprender a preguntar, investigar y saber qué hacer con eso que descubrió.
• Abrir la idea al mundo. Muchos emprendedores no quieren contar la idea, quieren registrarla antes, pretenden firmar NDA (siglas en inglés “acuerdos de no divulgación”). Mi recomendación es la opuesta: contar la idea al menos a cien personas antes de pensar que tiene oportunidad.
Si es fácil que se roben la idea, entonces no hay que ni intentarlo: hay miles de empresas, con más capital, que -ni bien salga a la calle- la copiarán y ¡adiós emprendimiento! La propuesta de valor tiene que ser diferencial, al punto tal de que sólo alguien con la visión del emprendedor podría alcanzarla. Allí está el valor: en la visión, no en la idea.
• Elegir el socio (con la cabeza). Uno suele elegir con el corazón y no con la cabeza. Históricamente elegí mis socios con el corazón y me equivoqué siempre. Un día cambié y empecé a elegir con la cabeza. Hay que ser responsable y serio a la hora de elegir un socio. Todos deben aportar valor (el dinero sólo no vale nada) y -más importante que eso- todos -pero absolutamente todos- deben compartir principios.
(*) Tech & Digital Innovation leader en Venturebees.