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La defensora de Wikileaks

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Es reconocida como una de las letradas más activas en defensa de los derechos humanos de la libertad de expresión

Por Luis R. Carranza Torres

Jennifer Robinson es una letrada de bajo perfil en juicios de altísimo perfil. Especialista en casos de derechos humanos relacionados con la libertad de expresión y de información, ha llegado a ser conocida en los medios por ser la asesora legal de Julian Assange y WikiLeaks desde 2010. Ha defendido a Assange en las audiencias de extradición en el Reino Unido y asesorado a WikiLeaks a lo largo del llamado «Cablegate». También ha defendido a Benny Wenda, líder independentista de Papúa Occidental y asesora a organizaciones que buscan se reconozca el derecho a la libre determinación en ese lugar, hoy incorporado a Indonesia.
Jennifer, nacida en Australia, creció en Berry, Nueva Gales del Sur, un pequeño pueblo en la región de Shoalhaven. Un momento capital de su vida ocurrió al asistir allí a la Bomaderry High School. «Soy producto de la política del primer ministro Paul Keating de introducir idiomas asiáticos en las escuelas públicas. Tuve la maravillosa oportunidad de estudiar indonesio en la escuela secundaria», declaró orgullosa en una entrevista que le hizo, en agosto de 2015, Julie McCrossin para el Law SocietyJournal, la principal publicación para abogados de Australia, bajo el título de «A woman of influence». Producto de eso, Jennifer habla, además de su lengua materna, el indonesio y el malayo.
Siendo estudiante, con sólo 16 años, sus maestras, «la señorita Lymbery y la señora Fitzgerald nos llevaron a un viaje escolar a Bali y Sulawesi. Fue mi primera experiencia de vivir en el extranjero y me abrió los ojos».
Se trató de un viaje que determinó muchos otros, hasta hacerla recalar en su ejercicio profesional en un edificio de oficinas en Cavendish Square, cerca de Oxford Circus, en el centro de Londres.

Dueña de un impresionante historial académico internacional, Robinson se graduó de la Universidad Nacional de Australia con una doble licenciatura en Derecho y en Estudios Asiáticos. Allí obtuvo la medalla de derecho que concede esa casa de altos estudios, así como una beca Rhodes, un premio internacional de posgrado para realizar estudios de posgrado en la Universidad de Oxford. También durante ese tiempo cursó estudios en la Universitas Gadjah Mada, en Yogyakarta, Indonesia.
En Inglaterra estudió en el Balliol College, una de las unidades académicas con mayor compromiso político de la universidad de Oxford, donde obtuvo una licenciatura en derecho civil especializada en Derecho Internacional y Derechos Humanos, y una maestría en Filosofía del Derecho Internacional Público.
Al salir de Balliol tenía la intención de dedicarse a los casos de derechos humanos pero pasó, por un consejo de sus maestros, dos años en un bufete de abogados corporativo en Londres. Una etapa frustrante, en sus propias palabras, pero que ayudó a terminar de cimentar su vocación profesional. «No quería ir y hacer eso. Y, francamente, no entiendo por qué revisar los contratos de servicios financieros en el sótano de un bufete de abogados del ‘círculo mágico’ va a poner a alguien en buen lugar para litigar en casos de derechos humanos. Me sentí frustrada porque tantos abogados jóvenes y brillantes toman este consejo y quedan atrapados en el mundo corporativo».
Para su fortuna, la Fundación Bertha, una organización de origen familiar sustentada con fondos privados, la rescató de eso. Desarrolló allí el concepto del movement lawyering, como directora de defensas legales de la Fundación Bertha, por medio de la Bertha Justice Initiative: «Nos propusimos crear un programa para apoyar a los abogados jóvenes o que se inician para que estudien y ejerzan en áreas de interés público, persiguiendo que se conviertan en abogados de derechos humanos», explica.

Ha sido compañera de estudios y amiga de otra abogada famosa de derechos humanos, Amal Alamuddin, estando entre las invitadas a su matrimonio en Venecia con el actor George Clooney, en 2014.
Jennifer trabajó de 2007 a 2009 como investigadora y asistente de Geoffrey Robertson, otro abogado australiano en la especialidad que trabaja con Amal. Cuando le preguntan por sus mentores, nombra a Robertson y a Michael Kirby, exmiembro de la Corte Suprema de Australia, como los más influyentes.
Muchos de los logros de su vida ella los atribuye al aliento por lograr una buena educación que le dio su madre, Lyndy Cracknell, bibliotecaria y maestra. De su padre, Terry, y de su difunto abuelo, Kevin Robinson, agradece haberle inculcado la ética de trabajo; ambos, importantes entrenadores de caballos en Australia. «Ellos siempre han trabajado muy duro. Siete días a la semana, empezando a las 4 de la mañana».
Tal es el bagaje de valores en que se apoya, al lidiar, principalmente como barrister en los tribunales londinenses de Doughty Street, con los espinosos casos sobre derechos capitales de las personas que gusta de llevar.

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