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Tierra de contrastes y devoción

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La policromía caprichosa de los cerros andinos, la inmensidad inhóspita de sus planicies de altura, la abundancia y biodiversidad de las yungas y la serenidad de valles regados por vertientes, lagos y ríos, caracterizan a una provincia que -además de gozar de escenarios que exaltan los sentidos y se distinguen abruptamente entre si- conmueve por la calidez, humildad y gran respeto por la tradición y el pasado de su gente.

Carolina Brenner – [email protected]
Enviada especial a JUJUY

“A los señores turistas las gracias les quiero dar, el cariño que me han dado no me lo olvido jamas”, canta entre coplas Florentina Alejo, la recepcionista, cocinera, moza y protagonista del espectáculo musical que ofrece el único comedor de Abdón Castro Tolay, un pequeño poblado de casitas de adobe escondido en plena puna jujeña.

Su voz pausada y suave, su sonrisa sostenida y esa tez curtida tan propia de los lugareños que habitan el altiplano andino, denotan una paz contagiosa.

Ella está agradecida de acoger a los comensales en “El Tolar”, su primer emprendimiento gastronómico estrenado hace pocos meses gracias al apoyo de la Cooperativa Espejo de Sal.

La iniciativa que logró despertar del olvido a su comunidad y desarrolló un circuito turístico para atraer a los visitantes hacia este sitio inhóspito y a la vez rico en tradiciones, quebradas y pinturas rupestres.

La coplera junto con su familia son parte de los 320 habitantes del caserío más conocido como Barrancas. Su posada, junto con el conjunto de viviendas amarronadas y uniformes que parecen abandonadas en el tiempo, sirve de base para degustar los tradicionales papines de charqui o el sabroso cordero asado, para luego partir a explorar las formaciones rocosas que le atribuyeron el nombre al destino.

Estos grandes paredones conforman la Reserva Arqueológica Municipal y resguardan entre sus fachadas infinidad de petroglifos, pinturas rupestres y cuevas ancestrales.

“Estos dibujos, que en su mayoría representan a personas, animales y mapas, son claros vestigios de las culturas antiguas que convivieron en la zona, como los cochinocas y los casabindos, aunque algunos de ellos se remontan a la era incaica”, explica el guía, un joven también oriundo de estas tierras que gracias a la cooperativa estudió turismo y regresó a sus pagos para desentrañar las historias que develan las figuras impresas en la roca volcánica.

De este modo, el recorrido por la reserva elevada a casi 3.500 metros de altura sobre un camino de tierra al que se accede por la ruta que une al país con Chile por el Paso de Jama, permite remontarse miles de años atrás en el pasado del norte argentino.

A menos de 30 kilómetros de allí, de regreso al asfalto, las Salinas Grandes recortan la carretera con un brillo que encandila. La gran porción del desierto blanco se confunde en el horizonte con el reflejo del cielo y las nubes.

De lo que parece un campo nevado, un parador construido con ladrillos de sal obliga a detener el rumbo y tomar contacto con los granos de salitre que se acumulan en la acequia a ambos lados del camino, apreciar las artesanías elaboradas con este mineral y tomarse fotografías aprovechando el fantástico efecto que reproduce la imagen hacia abajo como si fuera una alfombra espejada.

Curvas y contracurvas más adelante avanzando por la Cuesta del Lipan, un montículo de piedras o “apacheta” indica que se ha arribado al lugar más alto del altiplano, también conocido como abra, donde generalmente se programa una parada para rendir homenaje a la Pachamama.

La ceremonia de agradecimiento a la Madre Tierra, deidad de los pueblos originarios, en ciertas ocasiones se realiza en un pozo donde se introducen alimentos y un tiesto con brazas para sahumar los ambientes, pero en otras vale simplemente con colocar una piedra en signo de respeto.

Desde este punto panorámico, el camino desciende en círculos entre laderas salteadas por manadas de vicuñas, llamas y guanacos, custodiados en la lejanía por los picos nevados del Cerro Chañí.

“Estas planicies fueron transitadas durante siglos por las generaciones pasadas para intercambiar la sal con otras comunidades y con ella también conservar el charqui”, comenta Luis, uno de los conductores de la excursión, quien además se toma el tiempo para contar anécdotas sobre las costumbres de su pueblo como las habilidades de los curanderos para solucionar las enfermedades del “susto” o la “maladura”.

Así, entre cuentos y mitos, se abandona la Puna para adentrarse en la Quebrada de Humahuaca.
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Coplas y colores
“La copla sale del corazón, no tiene dueño ni autor. La copla pertenece al pueblo”, recita Marcela, una de las propietarias de los restaurantes que integran el Circuito Jujuy a la Carta, propuesta que apunta a revalorizar los platos ancestrales a base de insumos andinos como la quinoa, harina morada, maíz, quihuicha, papines y quesos de cabra, entre otros, en una combinación sublime de sabores, música y mística.

Ella, junto a su marido, entona una copla a dúo con toques de picardía y expresiones autóctonas, conmoviendo a los comensales invitados en el quincho del Hotel Rincones de Jujuy, localizado a media cuadra de la plaza principal de Tilcara. El desfile de paellas andinas, empanadas de quinoa y carne de llama, tamales de charqui, y pizza de harina morada y cordero, recorre las mesas maridando a la perfección el contenido de la payada.

La amena reunión donde interactúan visitantes de otras provincias y extranjeros con los locales es un común denominador en la mayoría de los poblados prehispánicos que se distribuyen a lo largo de la Quebrada de Humahuaca, el valle montañoso estrecho y alargado bañado de norte a sur por el Río Grande.

Tilcara es la cabecera del departamento, elevada a 2.461 metros sobre el nivel del mar entre Humahuaca y Tumbaya. De edificación baja con sus calles empinadas y en pendiente es reconocida por sus fiestas populares, como las procesiones de Semana Santa y la confección de las Ermitas, hermosas obras de artesanías y devoción, elaboradas con flores, semillas y frutos.

Durante la Pascua es abordada por un sinfín de peregrinaciones integradas por bandas de sikuris, misachicos y delegaciones que invaden las arterias tilcareñas para luego encaminarse hacia el Santuario de la Virgen de Copacabana ubicado a cuatro mil metros de altura en Punta Corral, en un despliegue de bailes, bombos, erques, quenas y cajas, rogándole a la Virgen María o a la Madre Tierra por salud y buenas cosechas.

Además de sus fiestas típicas, Tilcara se luce por conservar el único pucará de la zona que permite ser visitado y su maravilloso jardín botánico de altura donde se exhiben las especies vegetales de toda la región, un surtido de cactus de las más insólitas formas y colores.

A la salida del sitio arqueológico, Santos Manfredi, un porteño que se enamoró de este entorno y decidió instalarse allí hace unos quince años, invita a emprender caminatas por diferentes circuitos junto con una caravana de llamas, con el objetivo de simular las costumbres de los antiguos habitantes.

El contacto con estos animales acompañado por el relato apasionado de su dueño resulta una experiencia reveladora. La caminata es lenta y los sonidos se reducen al paso de los camélidos y la voz de su cuidador mientras describe con detalles la importancia histórica de estos ejemplares tanto para suministrar la lana como para cargar y proveer alimentos.

Otra de las excursiones obligadas de esta región es la visita a Purmamarca, localidad ubicada a pocos kilómetros de Tilcara y famosa por estar recostada al pie del Cerro de Siete Colores, que como su nombre lo indica alterna en una misma ladera azules, rojos, naranjas y amarillos como si fuera una paleta de pintor.

Este paisaje se aprecia en todo su esplendor al ingreso del pueblo o desde la feria artesanal que se despliega en la plaza principal.

Las mantas bordadas, tulmas quebradeñas, utilitarios de cerámicas y diversas prendas tejidas refuerzan el colorido que reflejan las tonalidades de las montañas circundantes.

Tras el mercado, vale la pena emprender una caminata de no más de una hora a través de Los Colorados, una serranía escarpada teñida en diversos tonos rojizos y terracotas que parece la superficie de otro planeta. La travesía culmina con un café o té de coca y unas masitas en las cabañas Los Colorados junto a la compañía amigable de sus dueños.

Estos encantos, entre otros, que alberga la Quebrada de Humahuaca y le atribuyeron la declaración de Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, no sólo son parte de un corredor de 150 kilómetros de largo engalanado por arcoiris plasmados sobre cerros multiformes y salpicados por cactus y cardones sino también son emblemas de tradiciones y costumbres de remota raigambre que laten en el espíritu y la personalidad de quienes lo habitan.

De valles y yungas
En contraste con la superficie desolada y árida de la Puna y la Quebrada, Jujuy ostenta otras dos regiones donde reina lo agreste y la abundancia. Se trata de los “Valles” y las “Yungas”, que difieren de las anteriores por sus características geográficas y climáticas, las cuales determinan una flora y fauna diferente y actividades agropecuarias y forestales definidas.

En los Valles reinan lagunas y diques resguardados por serranías sinuosas y vestidas por una vasta vegetación.

El Carmen es uno de sus sitios emblemáticos, famoso por el Festival del Buñuelo y por los grandes campos de cultivo del tabaco. Pero también, es un buen entorno para degustar un pejerrey soufflé o unas rabas frente a las aguas calmas del Dique La Ciénaga.

“Hace unos años nuestra principal actividad era el tabaco y la segunda, la muerte. Hoy sigue siendo la primera el tabaco pero hemos logrado que la segunda sea el turismo”, comenta Victor Daniel Navarro, director de Turismo, Cultura y Educación de la Municipalidad de El Carmen, mientras señala los nuevos complejos de cabañas y de gastronomía que han aprovechado el entorno selvático de estos espejos de agua para instalar sus desarrollos inmobiliarios.

El verde que contornea esta región pertenece a las Yungas , la zona de menor altura de la provincia que, por su clima cálido y húmedo, goza de una extensa gama de recursos naturales con tupida vegetación y una tupida fauna silvestre que le atribuyeron la denominación de la Unesco de “Reserva de la Biósfera”.

El viaje culmina donde comenzó, en el Aeropuerto Internacional “Dr. Horacio Guzmán”, distante a 34 km de la ciudad de San Salvador de Jujuy, la capital provincial también conocida por su peculiar topografía y aspecto, como “la tacita de plata”.

Es el momento de despedir al chofer de la excursión, Don Fortunato, quien durante tres días intensos de conducir con envidiable paciencia por los diferentes puntos cardinales de la provincia aún mantiene su temple relajado y su eterna disponibilidad para responder la invasión de preguntas de sus pasajeros.

Fortunato nació en Barrancas y su vida transcurre entre el poblado perdido en el altiplano y la capital jujeña.

¿Cuál de los dos entornos prefiere para vivir? le consulta un pasajero antes de partir.
“Barrancas mil veces, no hay como la tranquilidad y la paz que transmite la Puna”, responde con sinceridad.

Galería de imágenes

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Agenda de viaje

Cómo llegar
En avión: vuelo directo de Córdoba a Jujuy con Aerolíneas Argentinas.

Sale lunes, martes, viernes y domingos a las 11.25 y regresa a las 17. La tarifa de ida y vuelta más económica es de $1.398 + impuestos ($291,75).

Duración: aproximadamente una hora y media.

Más info: Oficina central de Aerolíneas Argentinas en Córdoba: Av. Colón 520 Tel: 0351 410 7602 / 7601

Los servicios aéreos aterrizan en el aeropuerto Internacional “Dr. Horacio Guzmán”, distante a 34 km de la ciudad de San Salvador de Jujuy.

En auto: desde la ciudad de Córdoba son 890 kilómetros hasta San Salvador de Jujuy, por las Rutas Nacionales 9 y 34.

Dónde dormir
Al igual que la diversidad de paisajes, Jujuy cuenta con una gran variedad de categorías de alojamiento.

Entre los recomendados de Tilcara se destacan: Rincones de Jujuy Hotel Boutique; El Reposo del Diablo; Las Terrazas hotel boutique; Patio Alto Hotel & Hostel, y Posada con los Angeles hotel.

Precios: desde $750 la habitación doble con desayuno.

Qué hacer
Excursión desde Tilcara para conocer las Salinas Grandes y Barrancas desde $420 por persona (incluye guía, transporte y refrigerio). Duración: 10 horas.
Runa Tour. Guía: Luis César Zerpa. Cel: 0388 154870514 | [email protected].

Caravana con llamas desde $250 según diferentes circuitos por la Quebrada de Humahuaca y la Puna. Contacto: Santos Manfredy. Cel: 0388 – 154 – 088000

Más Información
Cámara de Turismo de la Provincia de Jujuy
E-mail: [email protected]
Presidente: Ignacio Güizzo

Secretaría de Turismo y Cultura de Jujuy
Línea Gratuita: 0800-555-9955
E-mail: [email protected]

Sincretismo religioso
– El pueblo jujeño celebra con gran devoción todas sus manifestaciones religiosas y cuenta con una gran cantidad de iglesias y capillas de valor histórico incalculable, muchas de ellas declaradas Monumento Histórico Nacional, y con un intenso calendario de festividades religiosas, producto de la importante raigambre de la fe católica en toda su población.

– Además, en Jujuy como en ningún otro lugar del país, el ritual religioso católico convive con las antiguas tradiciones ancestrales de los pueblos de esta región, en un verdadero sincretismo entre lo andino y lo occidental. Son dignas de destacar las antiguas capillas de la Quebrada y la Puna, muchas de fines del siglo XVII, que aún se conservan y se visitan diariamente.

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