Una de cada cinco de ellas, de la región, de todos lo sectores, es “joven” (de 4 a 10 años). La mayoría tiende a concentrar sus ventas en sus mercados nacionales. Sus principales vías de financiación son internas.
Una de las características más destacadas de la mayoría de las estructuras empresariales de la región de América Latina es la presencia de un alto grado de heterogeneidad. Por un lado, existe una gran base de microempresas con muy bajos niveles de productividad. Por otro, hay una elite de grandes firmas, incluidas las filiales de las empresas transnacionales, con altos niveles de productividad. La importancia de las pymes formales varía entre los países, a pesar de que la brecha de productividad con las grandes empresas suele ser relevante.
Esa información surge de un análisis publicado ayer por el Programa de Desarrollo Emprendedor (Prodem) sobre las empresas regionales de formación reciente.
Empresas jóvenes de América Latina: un retrato
Según la encuesta, casi una de cada cinco empresas latinoamericanas, de todos los sectores, es joven (de 4 a 10 años). Esta cifra es menor que en otros países emergentes fuera de la región, como China (39%), Rusia (29%) y Sudáfrica (36%). Curiosamente, en varios países -especialmente en Argentina, Chile y Perú- las empresas jóvenes tienden a tener una mayor presencia en los sectores basados en el conocimiento (es decir: los servicios de tecnología e ingeniería de fabricación intensiva) que las empresas más maduras, que contribuyen a la diversificación de la estructura industrial.
La mayoría de los empresarios es hombre, aunque una de cada tres empresas jóvenes tiene una mujer entre sus fundadores. Suelen trabajar como empleados antes de iniciar sus firmas. Además, un tercio ha tenido experiencia en puestos de dirección antes de iniciar la empresa actual. Son pocos los que antes eran desempleados. La firma joven típica es una pyme con casi 8 años de edad en promedio. En la mayoría de los países, al menos la mitad de las empresas emplea a 20 o más trabajadores, y en ninguno de ellos la mediana del número de empleados es menor de 14. Tienden a ser más pequeñas que sus contrapartes en otros países emergentes como China (50 empleados) o Turquía (32 empleados). Sólo Chile y Argentina, donde las empresas jóvenes suelen ser más grandes, están muy cerca, en alguna medida, a estos “puntos de referencia”.
En general, la mayoría de las empresas jóvenes tiende a concentrar sus ventas en sus mercados nacionales. A escala agregada regional, 84% no exporta en absoluto (vs. 75% de las empresas más maduras). Las exportaciones directas representan menos de 5% de las ventas.
Una taxonomía de las empresas jóvenes
Las pymes representan tres de cada cuatro de las jóvenes empresas. En particular, el grupo más frecuente está compuesto por las empresas que, después de tener un crecimiento suficiente para convertirse en una pyme (por lo menos 10 empleados), dejan de crecer o crecen lentamente (44%). Éstas son las pymes estancadas.
Las pymes de alto crecimiento son el segundo grupo de importancia entre las empresas jóvenes, pero con una presencia bastante más baja que la anterior (19%). Junto a este grupo, las pymes con una tasa de crecimiento moderado son 11% de las jóvenes firmas.
Entre las micro es posible distinguir dos grupos. El primero está compuesto por microempresas con tasas de crecimiento bajo a negativo (16%). El segundo se refiere a microempresas con alto crecimiento y es posible considerarlas en tránsito hacia el mundo de las pymes (10%).
La innovación y las inversiones
La diferenciación de productos (40%) es la fuente más importante de oportunidades para iniciar un negocio, seguido de réplica (31%) e innovación (29%). De hecho, la mayoría de las jóvenes empresas, más allá de su dinamismo, fue creada para imitar o modificar productos o servicios ya existentes, ofrecidos por sus empleadores anteriores (en 7 de 12 países).
Financiación
Las principales fuentes de financiamiento utilizadas por las empresas de jóvenes para sus inversiones son internas (es decir, ahorro de los fundadores y/o reinversiones). En orden decreciente de importancia se observa la presencia de los créditos bancarios, aunque su relevancia es muy diferente entre los países de América Latina. Por ejemplo, al contrastar la situación en Perú y Chile, donde más de un tercio de las jóvenes empresas ha accedido a un préstamo, respecto de la verificada en Argentina, Costa Rica, México, Panamá, Paraguay y Uruguay, donde este porcentaje apenas alcanza 15%. Otras fuentes son menos relevantes, aunque su importancia es mayor cuando se trata de la financiación de capital de trabajo. Nuevas acciones de capital son sólo una fuente de financiación para una pequeña minoría de las empresas.