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Viralidad y fakes: el nuevo “neuralizador” de nuestras sociedades

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Columna de JusCom

Por Marcelo Baez (*)

Un proceso penal, una vez iniciado, sólo puede terminar con el sobreseimiento, la absolución o la condena. Los juicios paralelos, que se desarrollan en los medios y redes sociales, también.

El Diccionario Panhispánico del Español Jurídico define al juicio paralelo como el “proceso público de enjuiciamiento realizado por los medios de comunicación sobre un asunto que está siendo conocido por los tribunales.”

Estos juicios transcurren por fuera del expediente judicial.

Sobran ejemplos de ello. El caso Ángeles Rawson en el que el Tribunal Oral Criminal 9 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires condenó a Jorge Mangeri a prisión perpetua como «autor penalmente responsable del delito de femicidio, en concurso ideal con los delitos de abuso sexual y homicidio agravado por su comisión criminis causa” es el ejemplo de este tipo de juicios que transcurren fuera de los tribunales.

En el caso, los medios señalaron al padrastro de Ángeles como un supuesto responsable e, incluso, las noticias incluyeron como sospechoso a un hermanastro.

Otro ejemplo es el caso Nora Dalmasso. Su hijo estuvo imputado durante cinco años y mediáticamente fue señalado en forma reiterada como responsable, poniendo en tela de juicio la conducta de la víctima.

Miguel Wiñazki en su libro “La noticia deseada. Leyendas y fantasmas de la opinión pública” planteaba la hipótesis según la cual “vivimos bajo el imperio de la noticia deseada. Aquella en la que la opinión pública quiere creer”. Es decir, la sociedad cree lo que más le conviene. Esta es la razón por la que el “juicio paralelo”, plagado de lo que ahora llamamos noticias falsas o simplemente “fakes”, cuaja en nuestras comunidades.

En sociedades fragmentadas por grietas irreconciliables alimentadas por un exacerbado proceso de desinformación, los algoritmos hacen su magia facilitando que el juicio paralelo se multiplique. Compartir ideas sin conocer cuáles nunca fue tan fácil.

La desinformación circula con mucha rapidez hasta viralizarse y constituye un riesgo frente a lo cual no hay hasta ahora acciones efectivas.

La viralidad tiene el mismo efecto que el viejo “neuralizador” de la saga “Hombres de negro”: el olvido de ciertos eventos. El olvido de la verdad.

Entonces, la nueva opinión pública tiene una memoria de los hechos literalmente sobrescrita por aquello que circula en redes que actúa, como si fuera un megáfono de esos que usa el comprador de chatarra de las siestas.

Los algoritmos tienen la particularidad de llevar a la categoría de verdad a las opiniones. Diariamente circula en redes sociales una gran cantidad de desinformación, lo que genera que algunas mentiras puedan ser adoptadas como verdades porque la premura por compartir, por retuitear, por likear hace que no se llegue a evaluar críticamente el contenido, su veracidad o no. No se lo analiza porque toda la acción reflexiva se reduce a apretar o no un botón de la aplicación con el smartphone en la mano.

Este contexto distópico plantea un desafío para los poderes judiciales y, particularmente, para quienes integran sus dispositivos comunicacionales, porque se trata de informar en sociedades propensas a contenidos que se disfrazan de emotivos para encubrir su verdadera finalidad, generando “mitos” informativos que se alzan con la fuerza de la verdad a fuerza de ser compartidos. Esto pone en jaque a la verdad que justamente se busca desentrañar a través de un proceso judicial y que es la materia prima de lo que comunican los poderes judiciales.

La irrupción de la Justicia en las redes sociales es una señal saludable. La viralidad seguramente no es la meta, pero es un primer paso para que información oficial y comprobada sobre las causas judiciales circule por la misma autopista por donde corren la desinformación y los nuevos “juicios paralelos”.

Si viviera en los tiempos actuales Aureliano Buendía, el personaje de Cien años de soledad, creado por el inmortal Gabriel García Márquez, frente al pelotón de fusilamiento, tal vez no recordaría la tarde en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Recordaría lo que las redes le dijeron que ocurrió aquel día. Un recuerdo de Facebook le diría qué pasó.

Buscar la verdad e informar sobre ella en este contexto es una misión difícil.

(*) Instituto de Comunicación Digital de JusCom.

Comentarios 1

  1. Eduardo says:

    Buena descripción. A reflexionar

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