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Lenguaje claro en la justicia, paso fundamental para evitar la opacidad que genera desconfianza

Leonardo Altamirano: lanzó un libro sobre lenguaje claro, una guía práctica para mejorar la comunicación.
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El paso a paso de los procedimientos de clarificación más efectivos. Mejorar la comunicación entre el mundo judicial y la comunidad es la aspiración del doctor en semiótica Leonardo Altamirano, quien acaba de presentar un libro sobre el tema


“Las palabras pueden ser un poderoso instrumento para resolver los problemas de la gente y también un obstáculo que las lleve a la exclusión y la desesperanza”. Así lo sintetiza Leonardo Altamirano, coordinador de la Oficina de Comunicación y el Comité de Lenguaje Claro del Poder Judicial de Córdoba.

Altamirano, doctor en semiótica y licenciado en comunicación social, acaba de presentar el libro Lenguaje claro y discurso jurídico. Conceptos y herramientas para la administración de justicia. El volumen publicado por Toledo Ediciones, que incluye un catálogo de procedimientos de clarificación de documentos especialmente diseñado para su aplicación en contextos judiciales, aspira a mejorar la comunicación entre el mundo judicial y la comunidad.

– ¿Cuál es el principal problema que encuentra en la comunicación jurídica?

– El principal inconveniente que yo le encuentro es que el destinatario que imaginan quienes producen textos jurídicos es un abogado o abogada, una persona con capacitación especializada en derecho. Cuando un abogado escribe una demanda, cuando un magistrado escribe una sentencia, cuando un funcionario escribe cualquier resolución o dictamen que le corresponda hacer por un trabajo, piensa en otro abogado, en un par, y presupone que tiene los mismos conocimientos que él tiene sobre la materia de derecho. Hay muchas resoluciones que, además de interesarles a los abogados, también les interesan a personas que no son abogados. 

Entonces, cuando el texto jurídico circula en un espacio ajeno al derecho, por ejemplo en la sociedad, el destinatario no lo entiende, o lo malinterpreta, o entiende parcialmente, y eso le genera desconfianza, dudas, y -además- afecta su derecho, porque si uno no entiende qué derechos le concede la ley ¿cómo puede ejercerlos? Está en una situación peor que aquellas personas que sí entienden.

El principal escollo es esta cuestión del destinatario; si los textos jurídicos se escribieran pensando en un destinatario no sólo abogado sino también ciudadano de a pie, me parece que mejoraría, sería más comprensible.

– ¿Qué sugerencias hay para esclarecer las cuestiones técnicas?

– Esto no quiere decir que haya que tirar por la borda las cuestiones técnicas, pero también hay que pensar estrategias para que la gente que no tenga esos conocimientos también pueda comprenderlos. Si se utiliza una palabra técnica, hay que explicar qué significa. Por ejemplo, si se utiliza la palabra probation, explicar qué es; si se utiliza la palabra «ejecución», la ejecución para el resto del mundo que no es abogado es una cosa muy diferente de la ejecución fiscal. Imaginemos una persona que recibe una notificación que le dice “lo vamos a ejecutar”… Es importante empatizar, ponerse en el lugar del otro, ¿qué entendería esta persona a la que me estoy dirigiendo si le digo que la voy a ejecutar?

Es un cambio técnico desde el punto de vista discursivo, lingüístico, pero también un cambio de actitud respecto a quién soy yo y quién es el que tengo al frente. 

– Entonces, ¿cuál es la primera recomendación?

El primer punto del proceso del lenguaje claro es generar conciencia de que por medio de estos textos uno se está relacionando con gente y no solamente con pares sino también con gente de a pie que es usuaria del servicio de justicia, que tienen derecho a saber qué se resolvió, por qué se resolvió y qué consecuencia tiene para su vida eso que pasó en la Justicia. 

– En el libro marca una serie de instancias a tener en cuenta antes, durante y luego de escribir. ¿Cuáles son esos pasos?

– En primer lugar: pensar estratégicamente el texto, no todos los textos se tienen que escribir de la misma forma. Diría que lo primero que hay que pensar antes de componer un texto es a quién va dirigido, quién es el destinatario concreto y potencial.

Si es un texto interno, entre dos organismos judiciales, se puede ser todo lo técnico que se quiera, porque al interlocutor no le va a resultar difícil, la noción de claridad depende del contexto. Algo puede ser muy claro aunque sea muy técnico, porque si los dos destinatarios son técnicos lo comprenderán. Antes de escribir, preguntarse qué competencias -en cuanto a conocimientos- tiene el destinatario: ¿sabe derecho? ¿no sabe derecho?

Luego, ya cuando está escribiendo el texto, hay que ver de aplicar procedimientos de clarificación. El principal es escribir frases cortas. El cerebro tiene una capacidad limitada de procesamiento de información, si escribe una oración de cinco renglones, el cerebro ya no puede procesarla de corrido sino que tiene que releerla y eso genera demora, puede generar malentendido o lo que llaman los semiólogos “decodificación aberrante”, es decir, entender cualquier cosa. 

Está probado que si se escriben oraciones cortas de 25 palabras, se mantiene el orden de la oración (sujeto, verbo, predicado), y no se le agregan gerundios o subordinadas, la gente entiende más. Con esas modificaciones sintácticas mejoraría muchísimo.

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