El sector requiere más diversidad profesional pero tiene baja atracción como empleador. Estudiantes avanzados de carreras sin vinculación directa a ese sector no lo ubican en su mapa de posibilidades e intereses pero lo reconocen como estratégico, rentable y de alta proyección. La bioeconomía y la agrobioindustria están transformando la imagen de este ámbito
¿Despierta el agro el interés de los jóvenes como lugar de trabajo? ¿Cuáles son sus expectativas y preocupaciones sobre el ambiente laboral en este sector en constante evolución?
“El agro necesita cada vez más diversidad de perfiles, aunque todavía tiene baja presencia como potencial empleador entre los jóvenes”. Ésta es una de las conclusiones a las que arribó una investigación que acaba de revelar la Universidad Austral con base en un estudio entre jóvenes de 22 y 35 años residentes de Córdoba, del Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), La Plata (Buenos Aires), Rosario (Santa Fe), Tandil (Buenos Aires), Salta, Neuquén y Santa Rosa (La Pampa), de universidades públicas y privadas.
Se trata del tercer relevamiento cualitativo de la Escuela de Posgrados en Comunicación y el Centro de Agronegocios y Alimentos de la casa de altos estudios, sobre la percepción sobre la agroindustria.
Este relevamiento percibió un vacío de conocimiento de un ámbito que es reconocido por la juventud como estratégico y rentable, en el que el país cuenta con ventajas competitivas y se asume alta proyección de futuro, pero del que se desconoce como espacio de desarrollo profesional y de emprendimientos.
La investigación reveló no sólo las percepciones actuales sino también las sugerencias para construir puentes entre el agro y la próxima generación de graduados.
Asimismo indagó específicamente en la percepción que tienen los universitarios de carreras no ligadas específicamente al agro. En cuanto a las búsquedas laborales, los jóvenes que participaron del relevamiento se vieron sorprendidos por la diversidad de profesiones que convoca el sector, ya que tenían el preconcepto de la ocupación exclusiva de profesiones vinculadas “al campo”, como ingenieros agrónomos o veterinarios.
¿Qué áreas de la producción les generan mayor atractivo? ¿Cómo imaginan que es el trabajo en la agroindustria? ¿Qué tipo de perfiles creen que necesita el agro? fueron algunas de las preguntas que guiaron la investigación.
La tendencia mundial muestra que cada vez más en el sistema agropecuario los cambios en las tecnologías y la tendencia a la automatización están marcando una transformación en el mercado laboral, donde se necesitan menos trabajos manuales y más personal calificado. A su vez, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), para el año 2050 habrá que alimentar a más de 9.000 millones de personas. Eso desafía a los productores y a la agroindustria a producir más, siendo cada vez más eficiente con los recursos.
Para conocer qué lugar ocupa el sistema agroindustrial dentro de las preferencias laborales y de desarrollo de los futuros jóvenes profesionales, durante septiembre del año pasado se desarrollaron seis focus groups con estudiantes de los últimos dos años de carreras no afines al agro, de ciudades universitarias del país, entre ellos cordobeses.
Extractivismo versus innovación y sustentabilidad
La hipótesis inicial del trabajo fue que una buena parte de los jóvenes tiene poca información sobre el agro, a la vez que cercanía y sensibilidad con temas vinculados de hecho con el sector, aunque ellos no los asocien. Esto genera la necesidad por parte del sector, de elaborar nuevas y mejores maneras de vinculación y comunicación.
“El agro es percibido por los jóvenes como sector estratégico para el país y motor de la economía. Producción de alimentos, cuidado animal y ambiental, atracción por la innovación y la digitalización son algunas de las agendas que suscitan el interés de los jóvenes y que se vinculan con el agro brindando una oportunidad de cercanía y atractividad como espacio de desarrollo profesional”, afirma el estudio.
Sin embargo, a la luz de los resultados, los jóvenes tienen pocas referencias del agro, y a priori, no lo ubican en su mapa de posibilidades e intereses.
“En relación a lo que se espera de un empleo, se destacan la flexibilidad, el buen ambiente laboral, un propósito y motivación convocante y el cuidado del ambiente y la sustentabilidad como elementos deseados, más allá de una buena retribución económica”, destacaron los investigadores.
Un punto a destacar son los matices de perspectivas entre jóvenes del AMBA y los de otras provincias del país.
“El agro aparece como un espacio que posee escasa presencia mental como potencial empleador sobre todo en el ámbito del AMBA. Las empresas y marcas del agro no emergen de manera espontánea en el imaginario”, advierte el documento recientemente presentado en sociedad.
Este desconocimiento y desinformación traen aparejados algunos prejuicios en cuanto a las condiciones de trabajo y “la cristalización de imaginarios negativos asociados al agro como actividad extractiva y de desgaste, escasa conciencia sobre el cuidado del ambiente, poca innovación y baja incorporación de tecnología (acentuado en AMBA)”.
Entre otros aspectos negativos detectados en la investigación, emerge que entre los estudiantes prima la imagen de afectación del medio ambiente (agroquímicos y contaminación), lo que genera rechazo a trabajar en el sector. También perciben que en el campo persiste una situación de atraso y de tradicionalismo (esto en el caso de futuros profesionales del AMBA). Además, otros jóvenes consultados de esa zona también dijeron en una primera instancia que trabajar en el sector implicaría vivir en el campo, aunque luego muchos de ellos reflexionaron respecto a los avances del trabajo remoto.
Bioeconomía y agrobioindustria
Por otra parte, la dimensión bioeconómica o agrobioindustrial representa para los jóvenes el costado más interesante, innovador y sustentable.
A la luz de estos resultados, algunas de las sugerencias que se destacan en el informe, tienen que ver con reforzar la consideración del sistema agro como sector estratégico, con ventajas competitivas y con proyección de futuro, complementar la información con foco en las empresas vinculadas y la necesidad de talento profesional diverso y presentar la visión de futuro con anclaje en los desarrollos de la bioeconomía y la agrobioindustria.
“Adicionalmente, se detecta una oportunidad de mayor relacionamiento institucional con las universidades” para aportar información general y sobre las oportunidades de empleo con el fin de generar atractivo y motivación.
Oportunidades: lo que les atrae
“Pujanza, proyección y perspectiva de crecimiento”. Este imaginario sobre el campo resulta transversal a los jóvenes del país, dado el carácter estratégico de la actividad en Argentina.
A esto se suma el imaginario de “salarios competitivos” en el sector. A partir de la identificación de la agroindustria con la exportación y el ingreso de divisas, y de la relevancia asignada al sector, se construye esta idea entre los jóvenes.
Otro aspecto que les resulta llamativo son las oportunidades en la integración con otros sectores, principalmente la energía.
Se suma entre los “imanes” del campo: la incorporación de tecnología para la mejora de la producción y agregado de valor. También el hecho de que se trata de un sector cada vez más profesionalizado, que debe requerir gestión capacitada en diversas áreas como sistemas, legales, gestión, administración, comunicación y marketing.
Cinco claves verdes
1. Importancia del sector agroindustrial. Argentina es uno de los principales productores mundiales de alimentos y materias primas agrícolas, lo que convierte al sector agro/agroindustria en una parte fundamental de la economía del país. Muchos jóvenes pueden reconocer la importancia estratégica del sector y considerarlo como una opción de empleo estable y rentable.
2. Oportunidades laborales. El sector ofrece una amplia gama de oportunidades laborales, desde trabajos en el campo hasta roles en la cadena de valor agroindustrial, como la producción, la logística, el marketing y la investigación y desarrollo. Podría posicionarse al sector como una opción viable para encontrar empleo.
3. Innovación y tecnología. La incorporación de tecnología y prácticas innovadoras en el sector agro/agroindustria está creciendo en Argentina. Los jóvenes emprendedores pueden ver oportunidades para desarrollar soluciones tecnológicas que mejoren la eficiencia, la productividad y la sostenibilidad en la agricultura y la industria alimentaria.
4. Desafíos y oportunidades para emprendimientos. Si bien el sector ofrece oportunidades para emprendimientos innovadores, también presenta desafíos únicos, como la necesidad de inversión inicial en infraestructura y maquinaria, acceso a financiamiento y conocimientos especializados en el sector. Los jóvenes emprendedores pueden ver al sector como prometedor pero también pueden enfrentar barreras para iniciar y hacer crecer sus negocios.
5. Sostenibilidad y responsabilidad social. La creciente preocupación por la sostenibilidad ambiental y la responsabilidad social puede influir en la percepción de los jóvenes sobre el agro y la agroindustria. Aquellos interesados en emprender en el sector pueden buscar oportunidades que promuevan prácticas agrícolas sostenibles, la producción orgánica, la conservación de la biodiversidad y el comercio justo.
Una joven que “cranea” proyectos
Pilar Molina es estudiante de Biología en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC), tiene 25 años, actualmente está haciendo la tesina de grado sobre huertas en el cinturón verde de Córdoba. Luego de haber participado en la organización de un Congreso CREA (acrónimo de Consorcios Regionales de Experimentación Agrícola), ahora forma parte de la Mesa de Integración a la Comunidad de esa entidad.
Consultada sobre su percepción sobre el campo como empleador, señaló: “Creemos que nos falta integración a la comunidad, esta mesa está conformada por ingenieros agrónomos, veterinarios, futuras biólogas, psicólogas; hay muchas esposas, familiares, que han encontrado un lugar en la mesa para poder ir ‘craneando’ proyectos (en el campo). Hay otros rubros que no ven el sector como un sector empleador. Esto también tiene que ver con cómo se acercan los productores del campo a buscar otros roles, otras profesiones. Por ejemplo esto de pensar: ¿qué me puede aportar una bióloga? ¿qué me puede aportar una persona que maneja redes, que hace marketing o trabaja en comunicación?”.
Para Pilar, es importante que los jóvenes pregunten qué se hace y cómo se hacen las cosas en el campo. “Por ejemplo, hay un campo de una gente que está haciendo producción orgánica y nos mostraron como lo hicieron, pudimos conocer de la siembra directa y ver desde mi rol qué aportes puedo hacer”.
La joven reconoció que hay mucha diferencia entre la percepción que tienen del campo pares de Buenos Aires, AMBA, con los de Córdoba que tiene el campo “más cerca”.
Finalmente, entre las empresas del agro que le resultaron atractivas, mencionó una del norte provincial que tuvo la oportunidad de conocer. Destacó que ese emprendimiento agropecuario tiene feedlot, trabajan con economía circular, bioetanol y biogás. Se mostró sorprendida e impactada con la forma de funcionar y la integración con la gente del pueblo.
Agro en números: un sector de oportunidades, con vaivenes
Las empresas del sector agroexportador liquidaron US$1.910 millones durante abril pasado, monto que representó 21,5% menor a un año atrás, pero una sustancial mejora con relación a marzo.
De acuerdo con el habitual informe mensual de la Cámara de la Industria Aceitera de la República Argentina (Ciara) y el Centro de Exportadores de Cereales (CEC), entidades que representan 48% de las exportaciones argentinas, en abril se liquidó 27% más que en marzo de este año.
Además, en el primer cuatrimestre del año el ingreso de divisas del agro avanzó 23% con relación a igual período de 2023. En lo que va del año, ingresaron US$6.433.484.078 millones de la agroexportación.
El nivel de liquidación del mes pasado “es el resultado del régimen de dólar exportador vigente desde diciembre de 2023, de los magros precios internacionales y del impacto del clima sobre el ritmo de cosecha de maíz y soja”, evaluaron Ciara-CEC.
En un comunicado, las entidades empresariales señalaron que la exportación de granos “sigue trabajando con altos niveles de capacidad ociosa, así como la industria aceitera, padeciendo márgenes negativos permanentes, algo que creció este mes debido al paro nacional de los sindicatos aceiteros que paralizaron la actividad por razones ajenas a la industria”.
Además, recordaron que el ingreso mensual de divisas, transformadas en pesos, es el mecanismo que permite seguir comprando granos a los productores al mejor precio posible.
También puntualizaron que la liquidación de divisas está fundamentalmente relacionada con la compra de granos que luego serán exportados, ya sea en su mismo estado o como productos procesados, luego de una transformación industrial.
El complejo oleaginoso-cerealero, incluyendo al biodiésel y sus derivados, aportó en 2023 el 50.1 % del total de las exportaciones de la Argentina, según datos del Indec.
El principal producto de exportación del país es la harina de soja (12% del total), que tiene actualmente una elevada capacidad ociosa cercana al 70%. El segundo producto más exportado el año pasado, de acuerdo con el Indec, fue el maíz (11%) y el tercero fue el aceite de soja (6,9%).
La sequía
Entre los vaivenes que sufrió el campo en el último tiempo se destaca la sequía, que tuvo importantes efectos en la producción agrícola. El fenómeno de “La Niña” durante tres años consecutivos -2020, 2021 y 2022- impactó en los cultivos, especialmente en la zona núcleo y región central, según el Servicio Meteorológico Nacional.
En el caso de la soja, estimaciones de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) sostienen que la producción para la campaña 2022/23 fue de 20 millones de toneladas, 54,3% inferior a la campaña previa (43,8 millones, según datos oficiales) y la peor performance desde 1999.
Para el trigo, la BCR estimó una cosecha de 11,5 millones de toneladas para la campaña 2022/23, lo que representa 48% menos que la campaña previa. Estos niveles tan bajos de producción no se registraban desde el año 2015.
Finalmente, para ese mismo periodo, se estimó una producción de 36 millones de toneladas de maíz (39% menos que la campaña anterior), algo que no ocurría desde 2012/13.