Testimonios de un sector que busca acomodar su estructura al contexto actual, luego de una pronunciada baja de ventas.
En la mayor parte de los países del mundo, el automóvil es un símbolo del progreso y el status. Es motivo de orgullo, de carta de presentación, de decir “aquí estoy”.
Siempre recordamos el primer auto que compramos y tenemos un “aspiracional” que deseamos manejar. En sus versiones utilitarias, es el que acompaña el trabajo y la inversión.
Pero nuestra Argentina no es un país cualquiera. En la tierra del quíntuple campeón mundial de automovilismo, Juan Manuel Fangio, el automóvil es eso y mucho más.
Es refugio patrimonial, ante una moneda devaluada; es oportunidad de inversión, si se ahorró en dólares; y es tener el dinero y no poder comprar repuestos por falta de stock.
Continuando con otro capítulo de “Pilotos de Tormenta”, nos adentraremos en el mundo automotor, en el que nuestros entrevistados utilizaron la muñeca para esquivar pozos y baches pandémicos, y siguen adaptándose en busca de una ruta segura.
La utopía del millón de autos
En los años previos a la pandemia, la industria automotriz vislumbraba llegar en su conjunto a un número soñado. El millón de vehículos vendidos.
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