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Vencer el hambre, un desafío permanente

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El siglo XX ha sido testigo de, al menos, tres grandes revoluciones, que modificaron el horizonte de la humanidad.

La política trajo la lucha por la libertad y la autodeterminación de las naciones del África, sometidas al más cruel colonialismo. Emprendieron la búsqueda de un espacio nuevo, diferente, que les permitiera una vida más rica y plena. Objetivo que aún está pendiente por imposiciones de las grandes potencias que eligieron esos territorios para dirimir supremacías.

La segunda fue la producida en las comunicaciones, que comenzó a derribar las barreras de la distancia y de los idiomas; intento que está en marcha y goza de muy buena salud. Cuestión que abrió un amplio debate de ideas, única herramienta capaz de dinamitar los compartimentos estancos que impuso el privilegio de un orden social injusto.

La revolución demográfica fue la tercera. Causó un verdadero reto a todas las naciones del globo y a sus organizaciones supranacionales. Exige a todos los gobiernos mejor administrar su riqueza para erradicar el hambre y la pobreza. La respuesta de éstos fue, es y será un compendio de cinismo. Mienten, esconden, alteran las estadísticas mientras mueren -famélicos- millones de seres humanos.

Éstas son las desfavorables condiciones en las que la FAO, desde 1960, batalla contra el hambre, mientras procura: 1. Crear una conciencia mundial de los problemas del hambre y la desnutrición, que afectan a más del 60 por ciento de la población del mundo y que, fuera del sufrimiento y la degradación humanos que implican, plantean una seria amenaza a la paz y al progreso; 2. Promover la creación de un “clima de opinión en el que se puedan encontrar soluciones a estos problemas tanto en un plano nacional como en un plano internacional.” Desde que se inició la campaña, ésta ha podido constituir un polo cooperativo y coordinar los esfuerzos de las organizaciones internacionales, los gobiernos nacionales, las organizaciones humanitarias no gubernamentales y el voluntariado de todo el mundo.

La campaña permanente contra el hambre intenta atacar el problema de manera integral. Aunque sabe, de antemano, que es un frente muy amplio y complejo; debe derrotar -antes que nada- presiones políticas, culturales y sociales, cruzadas por los fanatismos religiosos que prefieren promover la muerte que dar de comer a los que nada tienen.

El reto mayor es uno y único: alimentar a una población que aumenta en proporciones que no tienen parangón en la historia mientras disminuye o se quedan atrás la producción de alimentos en las zonas del mundo en que la mayor parte de las gentes no tiene bastante o nada que comer.

“En 1945, el hombre se encontró por fin a punto de adquirir la potencia necesaria -explicaba el filosofo e historiador británico Arnold J. Toynbee – para ofrecer a todo el género humano un nivel de vida humano espiritual y material o para cometer el ‘genocidio’, neologismo que hemos tenido que acuñar para describir una atrocidad que hasta ese momento estaba fuera de nuestro alcance. ‘Mira, hoy pongo ante ti la vida con el bien, la muerte con el mal’. Estas palabras se escribieron en el siglo VII antes de Cristo, pero lo mismo podrían haberse escrito hoy o en la era paleolítica. Expresan la situación del hombre tal cual ha sido desde que nuestros antecesores prehumanos se convirtieron en hombres. Ser humano significa poseer albedrío para escoger entre el bien y el mal. Bien y mal siguen siendo lo que siempre han sido; pero con cada aumento sucesivo de la potencia de la humanidad aumenta el valor de la vida y de la muerte (…).

Pero en la actualidad no nos sentimos ya impotentes contra ninguna de estas tres clásicas maldiciones. Hemos combatido contra la peste y hemos realizado grandes progresos hacia su eliminación. La medicina preventiva y curativa ha derrotado las enfermedades; y tanto los animales domésticos como las plantas, al igual que los seres humanos, se han beneficiado de esta victoria del hombre. Esta victoria está a punto de ser consumada por la alianza entre la salubridad pública y la nutrición: el matrimonio de la salud con la agricultura, como ha dicho Lord Bruce. En cuanto a la guerra, sabemos que está en nuestro poder abolirla si tenemos la voluntad de hacerlo: en el momento actual el estímulo para que ejercitemos esa voluntad es enorme. Tenemos el poder de hacerlo porque hemos adquirido el hábito de negociar y desde hace mucho hemos organizado los conductos apropiados para hacerlo. Incluso en el campo político, donde más ardua es la cooperación, sabemos que podemos constituir un gobierno mundial si nos decidimos a ello. Pero ¿y el hambre? He ahí el problema que interesa primordialmente a la FAO. Es este antiguo adversario del género humano el que la FAO ha recibido la consigna de combatir. Sabemos que podremos vencer también al hambre, pero es posible que esta operación requiera mucha más paciencia y tacto que cualquiera de las otras dos.”

Con hambre no hay Libertad posible. El hombre es y será esclavo. De él se servirá una minoría perversa. Debemos trabajar a destajo para garantizar un régimen alimentario justo para la humanidad. Pero un nuevo problema a dilucidar. La batalla por los precios en manos de los traficantes de granos que, desde la Bolsa de Chicago, apuestan por la muerte.

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