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Un enorme adiós al Gran Hechicero

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Estamos trasegados por el dolor. Ha muerto un compañero muy querido. El que nos ha llevado de la mano por los meandros de la historia latinoamericana; el que plantó -allá por julio de 1971- con su insuperable Las venas abiertas de América Latina, un faro que ayudó a mirar un poco más lejos, más allá de los límites formales y quemar, en una pira cuasi sacramental, prejuicios y supersticiones…

Ha muerto Eduardo Galeano. Aquel viejo amigo con quien era apasionante amanecer enzarzados en una eterna discusión sobre esa pasión común que se llama Latinoamérica.

Fue uno de aquellos imprescindibles que logran una perfecta coherencia entre su vida y su obra. Ésa es la razón, la más simple de todas, por la que, por siempre, estará despertando en este continente multicolor a nuestros hijos y nietos. Quienes lo adoptaron como bandera para cuestionar las vacilaciones de una clase política acusada no sólo por corrupción sino por ser funcional a los modelos colonialistas que agobian a todos los pueblos del mundo y cómplices necesarios de todos los saqueos.

Uno de sus grandes temas fue el combate perpetuo al dogmatismo. Lástima que sus seguidores decidieron canonizar su obra y tenerla como verdad revelada. Pese a ese desvarío colectivo, fue una de las voces más molestas y contestarias del periodismo y de la narración de la historia. Es que se atrevió a pensar y repensar América Latina, siendo capaz de cuestionar sus propias conclusiones.

Enseñó que nadie puede -ni debe- ser neutral frente a la historia porque su protagonista es el hombre mismo. Un hombre que se debate, en una lucha sin cuartel, por su supervivencia.

Es ese mismo hombre que toma partido y se envuelve en sus convicciones, persuadido de que no es tiempo para tibiezas.

Sabe que el mundo está al revés porque “La libertad del dinero exige trabajadores presos de la cárcel del miedo, que es la más cárcel de todas las cárceles. El dios del mercado amenaza y castiga; y bien lo sabe cualquier trabajador, en cualquier lugar. El miedo al desempleo, que sirve a los empleadores para reducir sus costos de mano de obra y multiplicar la productividad, es, hoy por hoy, la fuente de angustia más universal. ¿Quién está a salvo del pánico de ser arrojado a las largas colas de los que buscan trabajo? ¿Quién no teme convertirse en un ‘obstáculo interno’, para decirlo con las palabras del presidente de la Coca-Cola, que explicó el despido de miles de trabajadores diciendo que ‘hemos eliminado los obstáculos internos’?”.

Interrogado acerca de su formación intelectual, sorprende al auditorio. No recurre a los clisé de estilo haciendo una larga lista de nombres ilustres. “Uno de los escritores que más me influyó -les dijo casi en un susurro- fue Ambrose Bierce, que era íntimo amigo de Mark Twain, y juntos dirigían la Liga Anti-imperialista que condenó todas las invasiones que se derramaron por el mundo a fines del siglo XIX. Ambos eran muy irónicos y filosos. Y hay una frase muy linda de Bierce que me sirvió para saber que iba por el camino correcto: ‘Quien no tiene enemigos, no merece tener amigos’. Y es que la prueba de que uno está verdaderamente vivo en el mundo es que tienes amigos y enemigos. Me moriría de vergüenza si no tuviera enemigos.”

Las palabras se agotan para despedir al Gran Hechicero, como le llaman en confianza Ana María y el Zorro, mis queridos hermanos uruguayos. Galeano no merece la frialdad de las condolencias oficiales. Para exorcizar tanta estupidez dejamos correr nuestro grabador para escuchar su invitación a delirar por un ratito:

“…¿Qué tal si clavamos los ojos más allá de la infamia para adivinar otro mundo posible?/ El aire estará limpio de todo veneno que no provenga de los miedos humanos y de las humanas pasiones./ En las calles, los automóviles serán aplastados por los perros./ La gente no será manejada por el automóvil ni será programada por el ordenador, ni será comprada por el supermercado, ni será tampoco mirada por el televisor./ El televisor dejará de ser el miembro más importante de la familia y será tratado como la plancha o el lavarropas./ Se incorporará a los códigos penales el delito de estupidez que cometen quienes viven por tener o ganar, en vez de vivir por vivir nomás, como canta el pájaro sin saber que canta y como juega el niño sin saber que juega./ En ningún país irán presos los muchachos que se nieguen a cumplir el servicio militar sino los que quieran cumplirlo./ Nadie vivirá para trabajar pero todos trabajaremos para vivir./ Los economistas no llamarán nivel de vida al nivel de consumo, ni llamarán calidad de vida a la cantidad de cosas./ Los cocineros no creerán que a las langostas les encanta que las hiervan vivas./ Los historiadores no creerán que a los países les encanta ser invadidos./ Los políticos no creerán que a los pobres les encanta comer promesas./ La solemnidad se dejará de creer que es una virtud, y nadie nadie tomará en serio a nadie que no sea capaz de tomarse el pelo./ La muerte y el dinero perderán sus mágicos poderes y ni por defunción ni por fortuna se convertirá el canalla en virtuoso caballero./ La comida no será una mercancía ni la comunicación un negocio, porque la comida y la comunicación son derechos humanos …”

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