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Un acuerdo crucial hecho a las apuradas

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Es el más antiguo de los pactos federativos. A nuestros días sigue vigente

Por Luis R. Carranza Torres

El documento histórico suizo más importante, al que estos ciudadanos tienen respeto, es el «Foedus Pactum», de 1291, origen mismo del país.
Según la tradición, los representantes de los pueblos alpinos de Uri, Schwyz y Unterwald, en la Suiza central, se reunieron a inicios de agosto de 1291 en la pradera del Grütli para sellar una alianza que daría lugar, con el paso de la historia, al nacimiento de la Confederación Helvética. Los términos de esta alianza se plasmaron en el documento escrito al que referimos.
Para ser un pueblo con fama de exacto y puntilloso en todos los aspectos de su vida, el origen de los suizos es algo incierto, empezando por la fecha en que se llevó a cabo el acuerdo.
El texto original en latín dice «initio augusto», es decir al comienzo del mes de agosto. Pero a falta de una fecha nacional (los documentos eran tan antiguos que no la tenían), el Consejo Federal, órgano ejecutivo del gobierno suizo, decidió en 1891 que el texto fuera fechado el 1 de agosto y ése se instituyera desde entonces como día nacional.
El año de la realización del pacto tampoco despeja las incertidumbres. Tradicionalmente se recogía el de 1291, pero muchos historiadores lo ponían en duda. En 1991, las pruebas en el documento existente en el Bundes Brief Museum (Archivo Federal) con radiocarbono han establecido, con 85% de certeza, su antigüedad entre los años 1252 y 1312.
Sí existe un cierto consenso entre los historiadores sobre que el documento que se resguarda en la actualidad no es el pacto original sino una transcripción de otro anterior, una a tres generaciones más reciente respecto del acto original. Un documento reescrito por varias razones, sobre las cuales sólo podemos adivinar.

Entre los especialistas, la versión que mayor fuerza tiene es que el original se vio deteriorado por la humedad, el fuego o las ratas, y se hizo una copia para no perder lo allí escrito.
Pero las imprecisiones no se agotan en la fecha: el pacto no está firmado. No hay ninguna mención de nombres de personas en el texto ni de sitio alguno. El cuándo, dónde y quiénes es recogido desde la tradición oral histórica.
De lo que no cabe duda, más allá de la forma de registro que ha llegado a nuestros días, es que dicho pacto existió. Y que resulta, por lejos, el más antiguo de los pactos federales vigentes, siendo aún hoy piedra basal del Estado suizo moderno.
El texto se inicia así: «En el nombre de Dios. Amén. El honor y el bien público se promueven cuando se concluyen ligas para el establecimiento adecuado de la tranquilidad y la paz». Dicha liga se estableció con el propósito de defenderse ante las reclamaciones de los Habsburgo, quienes reivindicaban un señorío respecto de tales pueblos.
Técnicamente se trata de una «Eidgenossenschaft», palabra alemana que significa confederación. Pero no es menos interesante su traducción literal: «juramento de camaradería». Se trata de una unión entre iguales, sean estos individuos, grupos o Estados, formada por un pacto sellado con un juramento solemne. Tales alianzas pueden ser limitadas en el tiempo o «eternas», como en el caso que nos ocupa, resultando por entero distintas de las sociedades feudales, con sus jerarquías estrictas.

Tradicionalmente, los manuales de historia nombran tres personajes de la elite política de esos cantones forestales de finales del siglo XIII que habrían cerrado el Pacto de 1291: Walter Fürst, Arnold de Melchtal y Werner Stauffacher. Pero se trata de algo hipotético; y no pocos destacan que el hecho de asociarse el pacto a sólo tres nombres puede tener un significado más simbólico que real, porque la cifra tres representa la trinidad, un símbolo de autoridad; un rasgo perfectamente compatible con el carácter cuasi sagrado que tuvo desde siempre.
Los autores del texto no tenían intención de fundar un Estado, pues «Cada uno sigue estando sujeto a su señor, como debe ser». Era un tratado de asistencia mutua, que preveía que, en caso de surgir un conflicto entre comunidades, los “confederados más sabios” debían intervenir como mediadores para solucionar las diferencias.
También se encuentra en él toda una serie de normas de los derechos público, penal, civil, internacional; la represión ante los fraudes, la asistencia y la ayuda judicial a brindarse, y la necesidad de que la justicia fuera propia y autónoma.
Se nota, asimismo, cierta precipitación en el texto. En las frases se encuentra a veces el pronombre «ellos» y en otras, «nosotros», además de varias faltas de ortografía. Se cree que ello obedece a haber sido escrito en una situación de urgencia o en secreto, bajo presión; quizás de una invasión inminente.

La denominación dada a los participantes en latín, traducida después como «confederados», significa en realidad «conspiradores». Por eso algunos historiadores entienden que estamos frente a un pacto de rebelión ante una agresión externa.
En 1353, los tres cantones originales se habían unido a sus similares de Glaris y Zug y a las ciudades-estado de Lucerna, Zúrich y Berna para formar la Antigua Confederación de los ocho cantones, que existió hasta finales del siglo XV, la que luego de varias anexiones y alianzas dio forma a la moderna Suiza.
“Esencial en su contenido, incierto en todo lo demás”: así podríamos resumir el documento.
Un pacto federativo hecho con prisa, pero que pervivió y pervive a través de los siglos.

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