Hace tiempo me pregunto ¿qué es el encuentro? Martin Buber (1974) dice: “El encuentro es realidad y toda vida verdadera es encuentro”. Asumo esta respuesta ya que me aporta dos categorías para ampliar la pregunta inicial: éstas son “realidad” y “vida verdadera”. Así las cosas, esta idea lleva a indagar acerca de cuáles serían las cualidades que participan del encuentro para que éste haga algo realidad y qué sucede en aquél para que la vida se torne verdadera. Intentaré dar una respuesta tomando aprendizajes y significados de mi experiencia. En este contexto el encuentro es la reunión de dos o más personas en un tiempo y espacio compartido, con la compañía de una persona mediadora.
-El encuentro es humanizante. Es la primera cualidad que ofrezco en tanto da una oportunidad para que aparezca la humanidad de las partes. Detrás del rótulo partes o el título que se le asigne a las personas, hay seres humanos. Parece una obviedad, pero creo que es importante decir el sentido en que lo refiero. Los seres humanos son porque participan de características de forma que nos permiten asignar esa categoría al ser que se percibe y por tanto distinguirlo de otra cosa. Sin embargo, una vez que se vinculan con otro en el encuentro aparece un ser humano material con un modo de actuar (verbal o físico), con intereses, necesidades y características propias. Podría afirmar que en el encuentro las personas esperan ser incluidas por el otro y ser consideradas como tales con sus intenciones, características y las cuestiones que motivan sus reclamos. Asumo que en algún grado la expectativa es que la humanidad material sea alojada y considerada en forma íntegra y por tanto respetada.
J. M. Valle (2023) dice: “El ser humano se alza en ser humano cuando es percibido y reconocido por otros seres humanos que lo miran con una mirada ética, que es la mirada atenta, la mirada respetuosa, la mirada que ve la dignidad que porta otro yo equivalente al nuestro. Dicho de otra manera, cuando se le mira con consideración, cuando la mirada es reconocimiento y por tanto se sitúa en las antípodas de la cosificación”. Incorporando esta descripción a la primera cualidad, podría decir que el encuentro humanizante es real y hace que ese momento sea vivido como verdadero.
-El encuentro es equiparador. Ello, porque hace que dos o más personas consideren que eso equivale a algo en sentido real y verdadero para sí. Para ilustrar mejor daré un ejemplo. Si Pedro decide encontrarse con una persona (Andrés), a quien denunció por amenazas, es porque ese acto equivale a conocer qué piensa el otro sobre lo que hizo y equivale a sentirse más seguro o en su defecto a tener que establecer nuevos cuidados. Por otro lado, podría imaginar que si Andrés no desea encontrarse con Pedro es porque eso equivale a no mirarlo, no dar una respuesta, no ser preguntado por el tema, etcétera y eso equivale a evitar (una de las cinco posibles respuestas ante un conflicto). Cuando propongo un encuentro entre dos personas en conflicto pienso que es una manera de equiparar (es decir, de igualar) sus humanidades. Considero que en el acontecimiento del encuentro las personas hacen equiparaciones constantes según sus acciones y reacciones. Por ejemplo: si una parte se siente escuchada por la otra o la persona mediadora, la equipara con alguien merecedor de respeto en ese estricto y específico momento. He atestiguado que esto es cambiante y, por tanto, ante otra actitud la primera podría equiparar al otro como algo o alguien despreciable. La equiparación ofrece algo real y verdadero a quienes la utilizan por cuanto establece una relación con algo conocido.
En el encuentro ocurren dos situaciones: nos hacemos reales y verdaderos. Es un acontecimiento en el que todo lo que sucede es. Todo lo que captan nuestros sentidos y la mente (razón, intelecto, etcétera) es dotado de realidad. En ese acontecer también elaboramos significados a lo que ocurre y creemos que eso es lo verdadero. En este sentido se construyen verdades provisorias con cierto grado de permanencia. En ocasiones un encuentro hace que esas realidades verdaderas cambien y se vuelvan provisoriamente nuevas.
Con relación a la acción de hacerse real y verdadero diría que sucede una materialización. Las personas en ocasiones llegan al encuentro con una idea de cómo va a ser la reunión con el otro, incluso pueden tener una sutil anticipación en base a informaciones previamente trabajadas con cada parte. Sin embargo, desde mi parecer padecemos de abstractancia y esto lo trasladamos en algún aspecto al encuentro. Según mi profesor Fernando Machin, la abstractancia es “la cualidad o propiedad de las cosas de ser abstraídas por el ser”. A veces las personas se encuentran con otros abstrayendo al ser o el encuentro a meras características en expectativa que no son en sí el acontecimiento. Esto implica que las personas se están vinculando con una idea o algún aspecto de esa idea en lugar de esperar hacerlo con lo real y concreto. Un encuentro materializa las ideas y las hace reales y verdaderas en ese momento. Es claro para mí que a veces las ideas no coinciden con lo que las personas esperaban y eso las puede perturbar.
El encuentro que promueve y facilita el diálogo; establece entre los sujetos una relación que les permite elaborar significados, pudiendo ser nuevos o no. Éstos pasan a ser una verdad o algún aspecto de ésta. Es vivido como algo real cuando, en el diálogo, dos personas se hallan: en el otro, en alguna palabra, expresión o mirada. También puede ocurrir que no se vean incluidas y eso puede ser otro modo en el que la realidad participa del encuentro.
Quienes facilitamos diálogos sabemos que en los encuentros se dan situaciones a veces difíciles de explicar y esto para mí también es real y verdadero.
(*) Mediador
Encuentro… diálogo…son cualidades que nos diferencian del resto de los seres vivos