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San Brochero, presos y jubilados

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Por Miguel Julio Rodríguez Villafañe (*)

En el año 2015, el Gobierno de Córdoba tomó la decisión de desafectar a la cárcel de barrio San Martín. Al conocerse la noticia, y ante el peligro que se demoliese integralmente el establecimiento, Luis Baronetto (con mi patrocinio como abogado) compareció ante la Justicia Federal de Córdoba y solicitó que sean respetados lugares que se debían preservar ante la historia.

En octubre de 2019, la ex-cárcel de San Martín fue declarada Monumento Histórico Nacional. 

El edificio construido por el arquitecto Francisco Tamburini en 1886, está formado por tres panópticos sucesivos, fue el primer edificio penitenciario de su tipo en el país. Conserva en su interior una capilla octogonal que fue visitada con frecuencia por San José Gabriel del Rosario Brochero para oficiar sus misas y predicar. 

Luego de diversos trámites, entre otros aspectos, se logró que se resolviera preservar la “hornancina” -hueco semiesférico practicado en una pared, en el cual se coloca una imagen- de María o de santos y el espacio en lo que fuera la capilla del penal en memoria del accionar del querido cura. También se estableció que sean respetados los espacios que se deben preservar como testimonios de los delitos de lesa humanidad llevados a cabo en dicho lugar, que no hay que olvidar, para que no vuelvan a repetirse.

Ello refresca la necesidad de recordar el paso del santo por la ciudad de Córdoba, entre los años 1898 y 1902, como Canónigo de la Catedral de Córdoba.

En ese tiempo, Brochero se encargó particularmente de la situación que atravesaban los presos y presas de la penitenciaría. Les predicó ejercicios espirituales, celebró misas y se ocupó de asistirlos, espiritual y materialmente, así como a sus familias.

Pero quiero resaltar otros aspectos de su acción pastoral, que demuestran el particular compromiso y firmeza con la problemática de los derechos de los más débiles encarcelados, dada a conocer en escritos publicados por los diarios cordobeses de la época Los Principios y La Libertad.

En diciembre de 1900 con otras personas, Brochero solicitó al Poder Ejecutivo la libertad de los procesados que hubiesen cumplido las dos terceras partes de su condena. También para ese año nuevo reclamó, que a los condenados por tiempo indeterminado que se les fijara “un término” para su pena y que a los demás se les disminuyesen dos años a sus respectivas condenas.

Personas escandalizadas y presos olvidados

Luego, en carta de fecha 22 de diciembre de 1900 que dirigió a sus queridos hijos e hijas espirituales de la penitenciaría, Brochero transmitió el deseo de que pudiesen obtener “la gracia” de que se les rebajasen dos años en sus condenas y se les pusiera término a los que no la tuvieran. “(Deseo que) puedan salir de la cárcel una docena de 110 penados que son Uds. entre hombres y mujeres. ¡Una docena de presos que pueden ser agraciados en el 1 de enero, es lo que asusta y escandaliza a ciertas personas de la sociedad de Córdoba y no se escandalizan que a más de 10 docenas de presos no se les ha concluido el sumario entre los tres meses que manda la ley!”, afirmó.

A lo solicitado se opuso el fiscal de Cámara Justino Cesar, que discutía la facultad del Gobernador de acceder a lo peticionado por Brochero. A ello el cura dijo: “Nosotros que no somos legistas ni leguleyos nos parece que ha llegado la oportunidad de declarar nuestras opiniones tuertas o derechas, pero sanas y bien intencionadas”. Y luego agregó, en otra misiva del 7 de enero de 1901: “Nuestras peticiones se estrellaron contra las ideas refractarias de un Fiscal de Cámara que quiere darse el título de fiel cumplidor de la ley y no obstante no tiene en cuenta que hay procesados que, a pesar de hacer cuatro o cinco que están bajo causa, aún no se les ha cerrado el sumario”. 

Después complementó su postura manifestando: “Sólo se descubre en el Sr. Fiscal el interés -digno de todo aplauso- de regularizar, en cuanto sea posible, la marcha de la administración de la justicia.Pero nos parece que se ha quedado corto cuando apercibe a los jueces para que asistan con más regularidad a sus despachos… pidiéndole a cada una de las salas que pongan en lugar visible la nómina de todas las causas que tienen a estudio… O pidiendo que no se duerman eternamente los sumarios, a fin de que no resulte lo que en muchos casos de venir el sobreseimiento cuando el encausado ha sufrido más de un año de prisión y lo largan con el consuelo de que su causa no ha afectado su buen nombre”.

De lo transcripto, surge claramente el compromiso de Brochero con las y las personas olvidadas en la cárcel y no andaba con rodeos en señalar aspectos de nuestro Poder Judicial y de nuestra sociedad, respecto de la realidad carcelaria que, lamentablemente en muchos aspectos, aún hoy no han sido superados.

Ajustes que no caben con jubilados

En el tiempo referido de su estadía en la ciudad de Córdoba, Brochero también se ocupó, en justicia, de buscar conseguir la jubilación de dos empleadas públicas de traslasierra, como a la maestra de escuela Zoraida Viera de Recalde de Panaholma y a Pastora Olmos. Afirmó respecto de ellas, que no abandonaron sus puestos ni en los años en que la provincia “no tuvo con qué pagarles sus haberes”, lo que nunca dió motivo para una sola queja. “Han gastado los mejores días de su vida consagradas al servicio, con un sueldo escaso (pagado algunas veces y pagado mal otras). No pueden continuar la tarea por enfermedad adquirida en el cargo que desempeñan y quisieran retirarse con goce de sueldo”, destacó el cura. En el Senado provincial se buscó trabar lo que solicitaba sosteniendo razones presupuestarias y Brochero, sin tapujos, criticó la hipocresía de los senadores. “Economizad en todo, que hacéis bien en puestos inútiles, en viajes de recreo, en obras innecesarias, en subvenciones lujosas”, reclamó. Algo parecido sucede ahora, cuando el FMI sostiene la necesidad de recortes en las jubilaciones, como si fueran ellas las causantes de los problemas presupuestarios y no los intereses usurarios que se obligan a pagar por deudas externas odiosas e ilegítimas.

Lo referido habla de una santidad de Brochero vivida con las realidades del sufrimiento y las injusticias, sin medias tintas, en un compromiso evangélico siempre vigente.

(*) Abogado constitucionalista.

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