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Monsieur de Laboulaye

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Por Carlos Ighina (*)

Édouard René Lefèbvre de Laboulaye escribía con mucha soltura y penetración, y sus expresiones solían llevar implícitas la sátira y la ironía.
Tal vez por esta manera de comunicarse era del agrado de Domingo Faustino Sarmiento, quien no sólo lo leyó sino que lo tradujo, junto a otra personalidad de ribetes no comunes para la época, como era la de Lucio Victorio Mansilla, el siempre aludido autor de Una excursión a los indios ranqueles. Ambos coroneles, ambos masones, ambos diletantes de la cultura francesa y ambos coincidentes a la sazón en los Estados Unidos –donde el maestro cumplía funciones diplomáticas-, transcribieron al castellano una de las obras más conocidas de Laboulaye entre los lectores de habla hispana: París en América, que había sido publicada en 1863.
Laboulaye era conocido por sus ideas liberales, además de autor de Historia Política de los Estados Unidos -1866- y miembro de la Academia de Inscripciones y Buenas Letras de su patria. Estos antecedentes seguramente oficiaban como la mejor carta de presentación para Sarmiento.
Es por esto mismo que se ha sostenido que fue Sarmiento quien propuso redesignar la parada ferroviaria de Laprida -llamada así en homenaje al presidente de la asamblea que declaró la independencia nacional y mártir de las luchas civiles entre argentinos- con el nombre de Laboulaye, que había fallecido en su amada Francia apenas unos pocos años atrás.
A esta versión se la tuvo por cierta durante mucho tiempo, atribuyéndosele la iniciativa al autor de Facundo durante el viaje inaugural, o bien de inspección, de las vías de la línea ferroviaria a Mendoza, en el tramo entre Orellanos (Diego de Alvear) y Villa Mercedes.
Pero lo concreto es que el ex presidente no figura en la lista de los invitados especiales del concesionario John E. Clark para la excursión del 8 de octubre de 1886, aunque sí estaban incluidos, por ejemplo, el poeta Carlos Guido y Spano y el doctor Roque Sáenz Peña -con el tiempo el presidente constitucional que impondría el voto secreto y obligatorio-. Hay también en la nómina dos personas de apellido Sarmiento, pero ninguna de ellas responde a los nombres de Domingo Faustino, por más que, a fuerza de ser rigurosos, el prócer “de la pluma y la palabra” había nacido como Faustino Domingo Quiroga Sarmiento.
Don Ramón Bugedo propone una hipótesis más lógica cuando asigna a León Forgues las gestiones para interesar a Sarmiento para que interpusiese sus influencias ante la gerencia del Ferrocarril a fin de sustituir el nombre de Laprida por el de Laboulaye. Forgues, pionero francés establecido en la zona después del mencionado viaje inaugural y fundador de la estancia “La Noemia”, había conocido y tratado a Laboulaye en Francia y también estaba relacionado con Sarmiento.
Sea como fuere, Francisco Narciso perpetuó su apelativo en una importante ciudad de la provincia de Buenos Aires que, andando el tiempo, daría al país la segunda vicepresidente constitucional de la república, la licenciada Gabriela Michetti. Por su parte, la ciudad de Laboulaye aportaría con una vicegobernadora para la provincia de Córdoba, la contadora Alicia Pregno.
La figura de Édouard de Laboulaye fue muy popular en el París de su tiempo. Su personalidad se había revelado mediante múltiples facetas: jurista, político y escritor. Todo ello sin dejar de lado su experiencia en el campo de la industria, junto a su hermano Antonio, con quien hubo de encarar la fundición de caracteres de imprenta.
Como hombre de derecho, después de obtener el título de abogado, fue profesor de Historia Legislativa Comparada en el Colegio de Francia, donde ejerció la cátedra por más de 30 años y fundó, en 1855, una publicación señera en la materia: la Revista de Historia del Derecho.
Como político, tuvo una militancia que hoy calificaríamos de centro-izquierda, destacándose por su tenacidad, constancia e independencia de criterio. Presentada la candidatura a diputado fue, sin embargo, derrotado en tres elecciones consecutivas entre 1863 y 1869. Finalmente, no obstante estos fracasos en los sufragios, consiguió ser elegido diputado por París en los comicios de 1871. Sostuvo el gobierno de Adolphe Thiers y apoyó las leyes de constitución de la república, siendo elegido senador en 1875. Desde su banca en el Senado se opuso firmemente a las tentativas realistas de 1877 y llegó a cuestionar la Ley Ferry, de 1880, contraria a las congregaciones religiosas.
Como escritor llevó a la imprenta 22 obras, entre novelas y ensayos político-sociales. Merecen destacarse, además de los trabajos antes nombrados, sus Cuestiones constitucionales y sus Cartas políticas, éstas de 1872. La Academia de Buenas Letras lo premió por su Memoria sobre la historia de la propiedad en occidente, cuando tenía apenas 26 años.
Monsieur Édouard de Laboulaye había nacido en París el 13 de enero de 1811, cuando Napoleón Bonaparte gobernaba Francia. De tal modo que si el polifacético Laboulaye no hubiera dado su primer vagido a la orilla del Sena y lo hubiese hecho, en cambio, en San Juan, habría gateado junto al “petit Dominique” alrededor de la higuera de doña Paula.

(*) Abogado-notario. Historiador urbano-costumbrista. Premio Jerónimo Luis de Cabrera

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