Por Samuel Paszucki / Mediador, contador – Asoc. Mediadores de la Pcia. de Córdoba
En la esfera comercial existen hábitos que, de producirse en el mundo científico, constituirían axiomas no escritos. “No hay nada que no se solucione con un 10%”, “Mientras no haya que sacar dinero del bolsillo”, “Siempre es mejor en cuotas”. Muchas veces, al cerrar una mediación complicada, me pregunto qué pasó, qué variables influyeron. Si hasta la firma del convenio parecía que todo se desmoronaba, como en el caso siguiente.
Hace 25 años el contador Fernández entró a trabajar en la empresa de los hermanos Scaramuzza. Con el tiempo y el florecimiento del agro, la firma hizo de la producción de implementos agrícolas su principal actividad. Fernández llegó a socio, con el 25% del capital, además de prestar sus servicios profesionales.
En muchas localidades del interior existe una cooperativa o mutual que maneja luz, cable, sepelios y hasta dineros de la zona. La gente confía en ellas más que en los bancos. Los Scaramuzza y Fernández pertenecían al directorio de una institución así y todos ellos llegaron a presidirla. Algo pasó que llegaron a un juicio, que por su complejidad se derivó a mediación.
Empezada ésta, Fernández comenta que el monto reclamado estaba compuesto por la venta de su parte del capital y el cobro de un crédito que la mutual concedió a la empresa y él estaba pagando. Los Scaramuzza negaban tal crédito y su oferta era 50% de lo que pedía el contador. Ellos sostenían que pagarle lo que pretendía era darle a la empresa un valor doble del real.
Como en todas las mediaciones, las posiciones de las partes es lo primero que el mediador escucha; generalmente no es todo y cada parte tiene su verdad. Hay preguntas que el mediador no debe hacer porque las respuestas serían incompletas, parciales e inconducentes: jamás llegará a enterarse de qué ocurrió realmente.
Los mediadores propusieron que sólo trabajarían sobre un monto, sin importar cómo se componía, pero todos intuíamos que el meollo era el famoso crédito. Según Fernández, ese dinero ingresó segmentado a la empresa, cubriendo cheques. Los hermanos seguían desconociendo el crédito y negaban haberlo suscripto. Sin sus firmas, imprescindibles según el estatuto, no existía.
Cuando parecía que el acuerdo era inalcanzable, surgió la posibilidad de pagar una parte con productos. Los hermanos preguntaron qué garantía tenían ellos, si acordaban, de que luego no les exigieran más. Reclamaban para firmar un documento emitido por la mutual, aclarando que no tenían deudas. La garantía era firmar el acuerdo de mediación, y el acuerdo se firmó.
El monto siempre reconocido -el 50% de lo reclamado en autos por el contador- se pagaría en cinco años. De la misma forma, él tenía calzado el pago del crédito a la mutual. El saldo restante se arregló en un monto equivalente a sus 2/3, pagaderos en productos dentro del mismo plazo. Los viejos axiomas todavía siguen vigentes.