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Marion Maréchal, la más pequeña de los Le Pen

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Por Silverio E. Escudero

“La traición no es el culto a las cenizas, es la transmisión del fuego.”
Gustav Mahler

La derecha francesa sacude el moho y las telarañas que han invadido los sarcófagos. Han sido, esta vez, los antiguos y nuevos admiradores del general Charles de Gaulle quienes han tomado la iniciativa y conmovido el escenario político.
Tras un largo y meduloso debate interno convencieron a Marion Maréchal -nieta de Jean-Marie Le Pen y sobrina de Marine Le Pen-, para que ocupe el centro de la escena y se transforme en una realidad tangible para todos los franceses.
Le han convencido de que puede ser quien articule el resurgimiento de la derecha francesa bajo las “eternas banderas de Le general”. Así, Reagrupamiento Nacional (RN), su nueva fuerza política, crecerá en medio de la diáspora que afecta a la mayoría de los partidos políticos.
Diáspora fundada en la “falta de horizonte de la política europea”; en la ausencia de respuestas a los problemas concretos que golpean a la Unión Europea (EU) frente a la aparición de agrupamientos efímeros que ponen en peligro la independencia de Francia y las renovadas tensiones entre Estados Unidos y Rusia, de las que tantas veces sacó ventajas De Gaulle.
Mucho más cuando se recela –después de la desastrosa cumbre de la OTAN en la cual Washington anunció su salida- del comportamiento de Donald Trump que en uno de sus estallidos verborrágico definió a la Unión Europea (UE) como uno de los “enemigos de peligro de Estados Unidos”.

Esa retirada posibilitaría una acción conjunta entre Trump y Vladimir Putin (a los que se uniría Gran Bretaña después de la concreción del brexit) en contra de Francia. Así se dispararon las alarmas de los gaullistas, que heredaron las fobias y temores de “Varejón” o “percha larga”, palabreja usada por los nazis y heredada por los políticos franceses para motejar al “incordioso señor De Gaulle”.
Frente a ese escenario cada vez más complejo, con los fracasos a cuesta de Nicolás Sarkozy y Emmanuel Macron, las movilizaciones sabatinas de las “chaquetas amarillas”, el resurgimiento neonazi y el odio racial, el gaullismo decidió tomar el toro por las astas. Convocó para el próximo 28 de septiembre una Convención de la Derecha donde será ungida, como líder absoluta, la más pequeña de los Le Pen.
La tarea que le espera a Maréchal, dicen en su alrededor, será ciclópea. Deberá recorrer Francia -¿en una ambulancia?- para reunir a todos los conservadores críticos que no se sienten representados en (y por) por ningún partido. Así lo ha dicho en una entrevista que concedió al tradicionalista Le Figaro: “No entiendo qué justifica todavía estas barreras tan radicales entre nosotros. Todo lo que contribuyó a desunir a las familias de la derecha ya no es válido”.
Mientras tanto desconfía de Macron, encarnación del progresismo y del multiculturalismo y de su propia tía, que se identifica con los valores del conservadurismo “versión popular”, según en la entrevista que glosamos.

La polémica familiar está a pedir de boca. Resulta imposible imaginar una sobremesa dominical en tranquilidad. En el horizonte de todos aparecen las elecciones presidenciales de 2022. Marine descartó la participación de su sobrina. ¿Acaso porque de hacerlo representa el final de su propia carrera presidencial y deberá conformarse con una banca legislativa?
“Dentro de tres años todavía será demasiado joven”, la descartó en mayo Marine en una entrevista concedida a un diario español.
La líder de la derecha francesa que aspira a ser otra vez candidata, añadió: “Se equivoca en su idea del populismo. Cree que es la defensa de las clases populares. Pero el populismo es la defensa de todo el pueblo”. La afirmación marca una profunda divisoria de aguas.
Marine está comprendiendo –al parecer- que no le convino criticar con dureza al viejo general y a George Pompidou. Y quizás, también, deba pagar los exabruptos antisemitas de su padre y el justificar al colaboracionismo francés en tiempos del nazismo.
Es por ello que “La Gran Esperanza” de sus antiguos compañeros de ruta sea Marion. Al menos así lo entienden los “dueños” de los votos de provincia que, con su decisión, han armado una auténtica “armada invencible”. Ellos se entusiasman. Aunque ella, en público, se muestra cautelosa.
Consultada sobre si el 28 de septiembre representa su retorno a las grandes escenas políticas, asegura a propios y extraños que sólo la invitaron a ser una de las oradoras.
Que su mensaje tendrá como objetivo tender puentes, romper el aislamiento, porque Reagrupamiento Nacional (RN), que es la nueva fuerza política, pretende sumar nuevas alcaldías a las 14 que posee (son 36 mil en toda Francia) y sentar un poderoso grupo parlamentario en la Asamblea Nacional, donde no posee ningún escaño.

En conversaciones privadas Marion desecha todo tipo de alquimia política. Ha repasado con extremo cuidado el mapa de las derechas en el mundo y ha identificado los eventuales enemigos externos. Sabe, por ejemplo, que no cuenta con la derecha latinoamericana que, en sus diversas versiones, está infecta de escándalos y corrupción. Y que debe, en Europa, sacudir no solo la influencia de su genes sino batallar duramente con “la bolsa de Vladimir Putin” que compra aliados a diestra y siniestra.
Es menester retomar el reportaje de Le Figaro para intuir hacia dónde va la Francia insumisa. Marion ofrece un discurso más sofisticado, una agenda más subyugante que las de sus parientes. Por eso se la ve rodeada de una corte de jóvenes intelectuales, talentosos, que esbozan la urgencia de la refundación de la derecha, ungidos por valores tradicionales, contrarios al matrimonio homosexual y culto a estilos de vida medievales que aderezan con una pizca de contemporaneidad, declarándose defensores del medio ambiente.
La lectura del discurso de los jóvenes gaullistas representa una curiosidad en sí misma. Representan una sociedad orgánica que idealiza el pasado aunque se sepa que fue más complejo que la actualidad. Por eso se aferran a citas –no muy fieles- de Charles Maurras pasando, sin solución de continuidad, a recomendar la lectura de Antonio Gramsci, para fundar la idea de que la victoria electoral principia en el triunfo de las ideas.
Marion así lo dice: “Lo que me interesa, en primer lugar, es hacer que los franceses que han surgido de las distintas corrientes, a saber: soberanistas, populistas, liberal-conservadores, derecha nacional, arraiguen en un futuro común.

Es un enfoque sano, sobre todo porque no entiendo qué es lo que justifica que siga habiendo estas barreras entre nosotros. Todo lo que ha contribuido a desunir a la familia de la derecha ya no existe. La brecha entre gaullistas y antigaullistas que surgió tras la guerra de Argelia es necrología política. Como lo es también, en materia económica, la desregulación y el libre intercambio total, preconizados por la derecha en los años 80”.
Continúa Marion: “Hace años que ha surgido en la derecha una crítica al neoliberalismo como también una defensa del proteccionismo ante las consecuencias desastrosas que ha tenido, en términos ecológicos y sociales, el libre-intercambio desenfrenado. El hundimiento de Les Républicains (LR, por sus siglas en francés) en las últimas elecciones europeas es una oportunidad. Esto obliga a esta derecha a salir del cajón de sastre en el que se ha perdido con el centro desde hace tiempo. No creo en una unión entre LR y RN. LR sigue siendo un partido sumamente ambiguo en su contenido, en sus ambiciones como también en las personalidades que lo forman. Creo, en cambio, en las coaliciones, como hemos visto en el extranjero. Coaliciones de gobierno que, a pesar de las diferencias, lleguen a formar un frente común para defender los intereses de Francia. Esto es hacia lo que yo tiendo”.

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