Por Luis Carranza Torres * y Carlos Krauth **
La corrupción no es sólo en la política. Se trata de un fenómeno social en que unos pocos, desde ciertos nichos, se aprovechan de otros, verdaderos rehenes de la situación del caso.
La vertiente de naturaleza estatal es siempre la que ocupa los principales titulares de los medios, y no está mal que así sea. Pero esa centralidad puede llevarnos, erradamente, a circunscribir el problema a la cuestión de la política cuando existen otras corrupciones que no proceden de la actividad del Estado pero que no por ello resultan menos reprobables.
Nos comentaba los otros días un colega que en este mes de marzo había tenido que viajar a por trabajo a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA). Con cierta sorpresa nos decía que el primer viaje en taxi desde Aeroparque a los tribunales de Comodoro Py le había costado unos $330, y que el taxista le dijo que se desviaría para evitar el corte de calles producido por la obra del Paseo del Bajo que se está ejecutando en tal lugar y así llegar más rápido.
La interesante es que a la siguiente semana tuvo que hacer el mismo trayecto y, sin embargo, sólo debió pagar $150. Cuando le preguntamos por qué tanta diferencia nos dijo que desde hace unos días se lanzó en la CABA un nuevo sistema de pagos prefijados relativo a los taxis que salen de Aeroparque.
Al averiguar un poco sobre el tema dimos con que el sistema consiste es un nuevo método de pago, que se contrata en el mismo lugar de origen (en este caso, Aeroparque), a través de una terminal o tótem que proporciona al viajero y al taxista el monto total a abonar para cada viaje.
Desde la misma terminal se indica el destino exacto, la cantidad de pasajeros y si se llevan bultos, y el tótem calcula la tarifa e imprime dos tickets (uno para el taxista y otro para el pasajero) con el monto a pagar, que se abona al llegar al destino, en efectivo o con tarjeta.
El precio se fija en función de la distancia, la bajada de bandera (10 fichas reloj) más costo por bulto adicional (5 fichas reloj por cada bulto adicional), debiendo abonar el pasajero el peaje en caso de que en existiera alguno en el camino.
El sistema, que sólo se aplica desde Aeroparque, se espera que pronto se extienda a otros puntos como el aeropuerto de Ezeiza, Buquebus y la estación de Retiro.
Si bien dicha modalidad de contratación ha generado en su origen algunas dudas en los usuarios y críticas en los taxistas (vaya a saber por qué), a nuestro colega le pareció un servicio excelente. No sólo por lo vivido en la ciudad de Buenos Aires sino comparando con lo que sucede en el aeropuerto de la ciudad de Córdoba, donde el transporte público es bastante ineficiente y caro. El sistema de colectivos implementado es casi inexistente y las tarifas de taxis resultan excesivamente onerosas. El mismo colega nos comentaba que a su vuelta el taxi le costó desde allí hasta el centro casi $500. Prácticamente 25% del precio que había pagado en una low cost por su viaje a Buenos Aires ida y vuelta. Sin olvidar el problema que años atrás generó la llamada mafia de las taxis.
Así como la corrupción no es sólo patrimonio de inescrupulosos en el Estado, tampoco su remedio pasa en todos los casos por tribunales. En no pocas oportunidades alcanza con implementar mecanismos claros de llevar a cabo una actividad determinada, propensa a tornarse un nicho de inescrupulosos.
La tarifa plana, respecto del transporte de pasajeros desde las terminales aéreas, terrestres o marítimas de viajes, es una idea interesante para erradicar los sobreprecios indebidos. Y lo que es aún más saludable para el bien público: muestra una administración pública comprometida con solucionar los problemas de la gente y no en aprovechar las oportunidades recaudatorias del “dinero negro”. Por algo, cuestiones tan simples, pero redituables de seguir mal, parecen que nunca pueden solucionarse. Todos tenemos algún ejemplo en ese sentido.
(*) Abogado. Doctor en Ciencias Jurídicas
(**) Abogado. Magíster en Derecho y Argumentación Jurídica