ESCUCHAREl regreso a tribunales después de la feria judicial de invierno y la culminación del Mundial de fútbol nos ha devuelto a nuestra realidad diaria. Varios son los temas que rondan por los pasillos de los palacios tribunalicios, en particular del situado frente al Paseo Sobremonte.
Somos un país en donde lo urgente muchas veces tapa lo importante. No pocas veces, nuestra diaria obsesión por sortear la coyuntura nos priva de brindarnos miradas a mediano y largo plazos.
Por eso es saludable, cada tanto, salir del día a día y hacer balances de mayor alcance. Y por fortuna, ello ocurre en los sitios menos pensados. Días pasados, una amiga de esta columna, Sole, cumplía años. Tenía bastante para festejar. Combina en su vida un buen momento personal, profesional como funcionaria judicial, y académico como profesora universitaria.
La trifecta perfecta. La festejó con un agasajo en el que estuvieron todos y cada uno de los ramos de la comunidad jurídica: abogados, empleados, funcionarios y jueces de todas las órbitas, inclusive de tribunales de superior instancia. Claro que, como buena publicista, en el festejo primaron los administrativistas y constitucionalistas por sobre las otras ramas.
Se destacaba en la fiesta, a más del excelente servicio y musicalización, el clima distendido, la charla amena y la buena onda de los convocados.
De los múltiples temas conversados, y en lo que ocupa a esta columna, el tema del aumento del índice de litigiosidad fue uno de los más recurrentes. Y en tal sentido, se advirtió de que no es tanto el problema del aumento de los juicios en sí como respecto de los nuevos problemas judicializados, que no se avienen con los tiempos judiciales ordinarios.
Cuestiones de violencia familiar, autorizaciones familiares, amparos de salud, situaciones de discriminación flagrante, mobbing, matoneo escolar o en inglés bullying, entre otras, tornan necesarias otras vías procesales diferentes del proceso clásico para ser enfrentadas.
Se discute respecto de tales casos, de brindarles una respuesta desde procesos monitorios, procesos autosatisfactivos, nuevas cautelares y simplificación de procesos. Los más vanguardistas ponen el acento en una rediscusión general del proceso como lo conocemos.
Hoy por hoy, un trámite escrito en un expediente cuya antigüedad podemos remontar a la época colonial y cada vez más incompatible con el contexto tecnológico del presente. De la época hispánica al presente, a grandes rasgos, el mayor cambio en la “gestión” de un expediente judicial ha sido reemplazar la escritura manuscrita por la máquina de escribir, primero, y por la computadora después.
Cómo aprovechar tecnología sin perder certidumbre en el acto, parecer ser el punto crucial en el asunto.
Tal como lo dijo el personaje del veterano abogado Armando Ozzolli en la novela Secretos en Juicio, que alguno de los autores de esta columna escribió (no, Sergio no, el otro): “Un juicio no es sólo eso. No es una simple disputa jurídica. Abarca mucho más que su objeto de discusión estricto. De hecho, las mayores y más intensas disputas generalmente son causadas por cuestiones extrañas a los hechos y el derecho que allí se debaten. Se trata de una oportunidad como pocas, para poner frente a frente a los distintos, y obligarlos a relacionarse, a entenderse y eventualmente a limar sus asperezas. Es imperfecto, sí, así como nosotros somos seres imperfectos. Pero sigue siendo algo imprescindible para resguardar la convivencia de nuestras sociedades. Recordemos si no que a lo largo de la historia de la humanidad, sólo han existido dos formas en que podamos superar los diferendos cuando no hay acuerdo entre las partes involucradas. Uno es el proceso judicial, con los juicios en su distinta tipología. El otro, señoras y señores, no es más que la guerra”.
Motivos, todos ellos, por demás válidos para preguntarnos si el diseño actual de los procesos cumple con el imperativo de asegurar la paz social frente a las violaciones de las normas.
* Abogado, doctor en Ciencias Jurídicas ** Agente de la Propiedad Industrial
