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Leer sí es para cualquiera

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Por Luis Carranza Torres (*) y Carlos Krauth (**)

La palabra “libro” proviene del latín liber, libri. Conforme los parámetros de la Unesco de 1964, “se entiende por libro una publicación impresa no periódica que consta como mínimo de 49 páginas, sin contar las de cubierta, editada en el país y puesta a disposición del público”. Con menos páginas de eso se lo entiende como un folleto. 

Su creación y persistencia en el tiempo responde a un problema con el que el género humano ha lidiado desde los albores mismos de la humanidad: la forma de preservar y transmitir su cultura, es decir, sus creencias y conocimientos, tanto en el espacio como en el tiempo.

Recordemos, en este orden de ideas, que aquello que nos distingue de los animales y nos ha hecho lo que somos, así como avanzar a lo largo del tiempo en la ciencia, la técnica y el arte, es la capacidad de poder transmitir el conocimiento, primordialmente de modo intergeneracional. 

Los restantes integrantes del mundo animal pueden aprender, hasta enseñar, pero no transmitir ese conocimiento entre generaciones. 

Por milenios y hasta no hace mucho, el libro era el único instrumento que permitía esa posibilidad.

El libro es pues mucho más que lectura y aporta, inclusive, mucho más que simple conocimiento: es lo que nos permite seguir siendo humanos, acceder al conocimiento de interés y poder traspasarlo a quienes nos hereden. 

Por todo ello lucen bastante fuera de lugar las medidas para obstaculizar su circulación. 

Días pasados nos encontramos con un colega, docente universitario, que nos comentaba con sorpresa e indignación que había comprado un libro en España que necesitaba para un trabajo académico que estaba haciendo. Además del precio exageradamente caro que tuvo que abonar, todavía estaba retenido, hacía ya casi dos meses, en la Aduana debido a las restricciones impuestas por el Estado nacional.

El mismo colega nos contaba que había escuchado un reportaje en un canal local al profesor argentino de la universidad de Oxford Esteban Chichello Hubner -conocido por haber vivido de niño en condiciones de pobreza extrema y que gracias al estudio pudo progresar y llegar a ocupar un cargo docente en la prestigiosa Universidad inglesa-, comentar con enojo que muchos argentinos habían querido comprar su libro Las llaves de Raquel, editado en Europa, y que tampoco podía ingresar al país por las mismas limitaciones. Agregando además que su libro si podía ser adquirido a través de una conocida empresa de e-commerce, pero a un precio exorbitante que por lo menos duplicaba su precio real. 

Sucede que, efectivamente, en el año 2020 el Ministerio de Desarrollo Productivo de la Nación dictó una resolución, la Nº 253/2020, por la cual se suspendieron las resoluciones Nº 1, del 5 de enero de 2016 y 332, del 10 de noviembre del 2016, que quitaba trabas a la importación de libros folletos y similares impresiones, incluyendo hojas sueltas álbumes libros de estampas y cuadernos para que los niños coloreen y dibujen. Ahora debe gestionarse un permiso o un análisis de tinta, requisitos que ameritan su consideración en una columna separada. En lo que aquí interesa, la libertad anterior la suplantó un régimen de autorización estatal. 

Alguna vez, estando uno de los autores de esta columna en Chile, en una reunión de profesores de universidad, se ufanó que en Argentina los libros no tenían impuestos. En el país trasandino, en cambio, sí estaban gravados. De hecho, una de las cosas que más llevan los chilenos que visitan Argentina son, precisamente, libros. Y no es raro que gente de cierto poder adquisitivo venga de Santiago a Mendoza para comprar, por ejemplo, los libros que necesitan sus hijos para la universidad. 

En esa reunión, uno de los interlocutores, luego de ver el asentimiento de los demás sobre lo bueno que los libros no estén gravados por impuestos para ser más accesibles a todos, hizo la siguiente reflexión: “Sí, bueno, pero leer no es para cualquiera”. 

De más está decir que el único argentino allí se quedó de una pieza, como quien dice, al escuchar tremenda apreciación clasista. 

Si es como decía Sarmiento -Todos los problemas son problemas de educación”- medidas como las señaladas en poco ayudan para que nuestro país vuelva a ser el lugar en el que todos merecemos vivir. 

Por ese motivo, esas restricciones no deben existir. Sea cual sea el motivo por el cual se impusieron: porque leer, sí es para cualquiera.

(*) Abogado. Doctor en Ciencias Jurídicas. (**) Abogado. Doctor en Derecho y Ciencias Sociales.

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