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Las nuevas y peligrosas supercherías

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Por Luis Carranza Torres (*) y Carlos Krauth (**)

La palabra “superchería” se refiere, según los diccionarios, al engaño o fraude consistente en sustituir una cosa verdadera por una falsa. La pandemia del covid-19 ha visibilizado toda una serie de corrientes de opinión acientíficas que, con las más estrafalarias formulaciones (v.g. recuerden, por ejemplo, los que decían que las vacunas tenían un “chip” para controlar a la gente), carentes de toda base, instalaban conductas que ponían en riesgo la salud pública de todos.

Estos modos de pensar son uno de los factores de la reaparición con fuerza de viejos padecimientos que la ciencia nos había ayudado a casi extinguir.

Es así que, en este mundo convulsionado que estamos viviendo, no dejamos de recibir noticias de dicho ámbito que alarman. En este caso nos referimos a aquellas que indican la reaparición de la poliomielitis. Tal enfermedad es “causada por un virus que invade el sistema nervioso y puede causar una parálisis total en cuestión de horas. El virus se transmite de una persona a otra principalmente por vía fecal-oral o, con menos frecuencia, a través de un vehículo común, como el agua o los alimentos contaminados, y se multiplica en el intestino”, conforme la descripción de la Organización Mundial de la Salud.

Desde hacía unos cuantos años poco se hablaba de esta enfermedad, gracias a la efectividad de las campañas de vacunación que se venían aplicando y que permitían a los organismos internacionales hablar de su inminente erradicación. Lamentablemente tanto optimismo se ha debilitado, ya que en numerosos países del planeta ha reaparecido. La desidia pública o la desconfianza privada causada por la aversión sin base científica a las vacunas tiene que ver en la cuestión. 

Se trata de una enfermedad de referencias antiguas, que se describió por primera vez en 1789 por el médico inglés Michael Underwood, si bien fue el científico alemán Jacob von Heine fue quien en 1840 la individualizó clínicamente. Las epidemias de fines del siglo XIX, primero en los países escandinavos y EEUU, fueron incrementándose en la primera mitad del siglo XX. La última en nuestro país se produjo en 1956, afectando a miles de personas, muriendo 10% de los contagiados y dejando en muchos de los infectados graves secuelas tales como parálisis de diversos grados. 

Fueron las vacunas descubiertas por Jonas Salk y Albert Sabin las que permitieron prevenir la enfermedad y reducir enormemente su contagio en el mundo. Vale aclarar que esta enfermedad no tiene cura, aunque se puede prevenir mediante vacunación. Precisamente, gracias a ellas en nuestro país no se registran casos desde 1984 y la Región de las Américas se declaró libre de poliomielitis en 1994, de acuerdo con la página del Ministerio de Salud de la Nación.

Sin embargo, como señalamos, todo lo que se había avanzado en su combate se enfrenta con la dura realidad de que en el mundo este padecimiento está resurgiendo. Malawi, Pakistán e India -entre otros países- comenzaron a detectar casos entre su población. En marzo de este año Israel tuvo su primer caso desde 1988. 

Incluso hace pocos días se conoció que la ciudad de Nueva York declaró el estado de emergencia, medida que se tomó como resultado de la aparición del contagio de una persona no vacunada. Los estudios acerca del origen del contagio llevaron a identificar el virus causante en las aguas residuales de la entidad. El objetivo de decretar del estado de emergencia es el de “implementar un Plan Estatal de Manejo Integral de Emergencias y autorizar a todas las agencias estatales necesarias a tomar las medidas apropiadas para ayudar a los gobiernos locales y a las personas a contener, prepararse, responder y recuperarse de esta emergencia”.

Una debilidad que posibilita enfrentar este rebrote son las altas tasas de inmunización, de la población mundial, gracias a la vacunación. No obstante, el virus florece entre las personas que tienen baja inmunidad. Éstas son personas no vacunadas que conforman grandes grupos, que ponen en riesgo a los demás. 

La realidad descripta nos lleva a la siguiente doble conclusión: (a) es necesario que se multipliquen los planes de vacunación y demás medidas preventivas, (algo que los países están implementando, y (b) que quienes no se han vacunado lo hagan. Esto parece ser en gran medida difícil de lograr debido a la existencia de los grupos antivacunas. A quienes a partir de su fuerte convicción parecen pretender retrotraer al mundo a épocas premodernas. Se trata de grupos minoritarios en número, pero de alta presencia en redes sociales y con mensajes de impacto, a pesar de sus falacias. 

Por eso, no debemos minimizar el poder de daño que tales modos de pensar pueden causar a la humanidad en su conjunto. Lo que quiere decir que también puede tal infortunio golpear a nuestra propia puerta, para sumergirnos en el mundo de muertes y secuelas físicas que producía la enfermedad antes del monumental descubrimiento de Salk y Sabin.

(*) Abogado. Doctor en ciencias jurídicas 

(**) Abogado. Doctor en derecho y ciencias sociales

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