Hasta el cansancio escuchamos hablar de la grieta que, supuestamente, desde hace 12 años separa al pueblo argentino. Sin embargo, pone la piel de gallina ver como esta pseudorealidad de “grieta”, impuesta desde los medios masivos de comunicación argentinos, se replica en otras latitudes de nuestra querida Latinoamérica.
Recientemente, con motivo de la visita del presidente Rafael Correa a nuestro país, un periódico ecuatoriano** publicó una noticia burdamente falsa. El anuncio decía que el mandatario de ese país había sido desalojado de la Casa Rosada tras “reclamar de manera airada y descortés la calidad del vino servido en el almuerzo”, atribuyendo la fuente informativa a “un comunicado de la oficina de protocolo de la casa de gobierno”.
Bien sabemos que ese comunicado no sólo es inexistente, sino que, de haber sucedido un episodio de tamaña violencia, hubiera dejado de ser un comentario para transformarse en un conflicto diplomático. Pero peor que la mentira, conmueve sobremanera la violencia y la ausencia de reflexión de los comentaristas de la misma, quienes no escatimaron improperios, más tampoco se detuvieron a reflexionar sobre la veracidad de la fuente, ni del episodio. El paralelismo del uso y el abuso mediático entre un país y otro espanta. Basta leer un matutino de uno u otro país, para sumirse en la incertidumbre de no saber dónde se está residiendo.
Estas coincidencias en orden al contenido informativo, a la ausencia de ética periodística y a la violencia imperante en la población no puede menos que disparar una reflexión. Primero, sobre el rol que la ley 26522 de Servicios de Comunicación Audiovisual (Ley de Medios) ocupa en nuestra sociedad y sobre su imperiosa necesidad en un sistema de gobierno democrático. Pero también sobre una cuestión no menor, algo invisibilizada por la primera, que es el derecho de toda persona al acceso a la información.
La libertad no debe ceñirse a la expresión, en cuanto al derecho de manifestar el pensamiento propio. Debe necesariamente extenderse al derecho de poder elegir de qué información me nutro a fin de formar mis propios criterios.
Y para garantir este derecho, es menester asegurar la pluralidad de voces. Sólo así podré ser soberana para informarme si otro soberano desprecia el vino argentino.
* Abogada
**http://www.elrepublicanoec.com/correa-es-desalojado-de-la-casa-rosada/