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La primera mujer en Roma

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Por Luis R. Carranza Torres

Durante 2.769 años la ciudad de Roma ha sido regida por hombres, pero tal arcaica tradición culminó el pasado19 de junio. Ese día, 67,2% de los romanos votantes eligió a Virginia Elena Raggi, una recién llegada a la política, para que dirija los destinos de la Ciudad Eterna, una urbe de casi 3 millones de habitantes con una superficie cercana a los 1.300 kilómetros cuadrados.
Virginia Raggi tiene 37 años, es abogada y forma parte del movimiento euroescéptico «5 estrellas», novísima formación política. Logró durante la campaña capitalizar el enorme descontento popular existente en la capital italiana por los últimos escándalos en el marco de la investigación denominada «Mafia Capitale», que el fiscal Giuseppe Pignatone viene llevando a cabo desde el 2014, sobre los vínculos del poder político municipal con el crimen organizado, con cada vez más gente tras las rejas.

Ignazio Marino, el último alcalde de la ciudad, se vio obligado a renunciar a fines del año 2015 después de verse involucrado en un escándalo relacionado con facturas “truchas”.
Las propuestas de Virginia en el sentido de que, en caso de ganar las elecciones, gobernaría por un solo mandato; o que el alcalde no tendría ya una tarjeta de crédito para gastos personales que pagaba la ciudad, consiguieron conmover a un electorado por demás desilusionado, que por 23 años había votado mayoritariamente a la centroizquierda.
Pero no sólo en la política ha demostrado ser una novedad. En su ejercicio profesional como abogada ya se había especializado en derechos de autor, propiedad intelectual y nuevas tecnologías.
Es bella y telegénica, profesa la religión católica y se ufana de buscar los consensos. Con escasa experiencia administrativa, los romanos la percibieron como una renovación frente a los políticos tradicionales asociados a la corrupción. También la ayudó la situación de decadencia total de la ciudad, la que nunca se ha visto tan sucia, caótica y desordenada en el tránsito y en su funcionamiento como en los últimos años. «Para Roma, la verdadera revolución es la normalidad», aseguró Raggi, escribiendo en su página de Facebook: «Una ciudad que funciona no es de derechas ni de izquierdas. Es una ciudad 5 estrellas».
Originaria del barrio de San Giovanni, luego de obtener su título de abogada en la Universidad de Roma III trabajó como abogada en causas civiles en el estudio de abogados Sammarco, del que también forma parte el penalista Alessandro Sammarco, que en el pasado defendió al ex primer ministro italiano Silvio Berlusconi.

Raggi posee un currículum político muy breve. Fue concejal en Roma entre 2013 y 2015. Dejó de serlo al disolverse el consistorio luego del escándalo de corruptelas e incompetencia en que se vio implicado el entonces alcalde de Roma. Sí, en cambio, cuenta con un largo currículum de voluntariado social. Por ejemplo, ha colaborado con el ex Manicomio Provincial de Santa María de la Piedad y está implicada con mercados biológicos y grupos de compra solidaria, que la acercan a un perfil más de izquierda. Ya como concejala, se especializó en cuestiones educativas y vinculadas con el medio ambiente.
Casada pero en crisis matrimonial con su marido Andrea (cualquier parecido con una gobernadora argentina es pura coincidencia) y con un hijo de 7 años, Raggi no ha podido evitar variados comentarios sexistas. En algunos blogs se han cebado con su físico más que con sus ideas y la han llamado «sexygrillina», por estar en el partido liderado por el comico Beppe Grillo. También hubo cierto revuelo en las redes sociales por la minifalda que lució en una entrevista televisiva, que no era exagerada -pero la producción del programa se ufanó por mostrarla más que al propio rostro de la candidata-.
Ella ha dicho al respecto: «Italia es un país muy machista. No sólo en la política sino en la administración pública y en la sociedad en general. Aquí las mujeres siguen teniendo que elegir entre hacer carrera en su profesión o ser madres. Una dicotomía a la que no se someten los hombres. Todos los políticos son padres pero tienen a la mujer en casa o con un trabajo menos exigente».

El semanario L’Espresso le dedicó una portada con un ingenioso titular: «Raggi X». La revista jugó con el significado de su apellido (rayos) y la incógnita de una personalidad salida del completo anonimato para ahora resultar una figura nacional.
Ha dicho Raggi: «Soy una ciudadana normalísima que en un momento de su vida tuvo un hijo. Llevándolo en el cochecito me di cuenta de las condiciones de deterioro de mi barrio, que antes no había frecuentado porque trabajaba todo el día. Así que, como se dice en Italia, pensé en hacer un mundo nuevo para mi hijo». Cuando le han preguntado cómo prefiere que la llamen, si alcalde o alcaldesa, ella contestó: Virginia.
Algún comentarista político la ha descripto, con indudable sorna y apelando a la sabiduría popular romana, como una gatta morta, un animal que se muestra inofensivo pero puede dar una sorpresa cuando se lo enfrenta. El resultado eleccionario que la ha llevado a ser alcaldesa de Roma, destronando a todos los partidos tradicionales, parece darle la razón.

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