lunes 25, noviembre 2024
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Comercio y Justicia 85 años

La necesidad de producir conocimiento

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Por Luis Carranza Torres (*) y Carlos Krauth (**)

La sociedad del conocimiento es una innovación de las tecnologías de la información y las comunicaciones en la que el incremento en las transferencias de la información modifica en muchos sentidos la forma en que se desarrollan muchas actividades en la sociedad moderna. Dicho concepto fue empleado por primera vez por Peter Drucker, profundizándose en la década 1990-2000. 

Es que el estudio del conocimiento va más allá de las ventajas que le resultan propias, y se ha convertido hoy en un “producto” explotable. Esta economía del conocimiento abraza al conjunto de actividades del sector que requieren un intensivo aporte del conocimiento humano para generar valor y ofrecer a la sociedad nuevos productos y servicios, que pueden ser aprovechados por todas las ramas de la producción.

Se trata asimismo de actividades sumamente dinámicas para poder aumentar transversalmente la productividad, la cantidad y calidad de empleo y las exportaciones.

El desarrollo de este tipo de actividad económica asimismo impacta en todos los otros sectores económicos: mejora procesos, aumenta la eficiencia, baja costos y genera innovación para todos los sectores de la economía. Desde la metalmecánica y la construcción hasta el comercio y los servicios profesionales.

No es sólo conocimiento sino cómo se aplica. Resulta un recurso estratégico, de alto valor agregado, que no podemos seguir declamando. Se trata este tipo de actividades, más allá de la generación de divisas, de poder retener “cerebros” en el país, tener niveles educativos mucho más altos, pero demanda una gestión sustentable en el tiempo con, para empezar, reglas claras y alentar el emprendedorismo nacional antes que pretender regularlo. 

Más cuando, en el mundo de hoy, las sociedades del conocimiento que emergen de la implantación de las tecnologías de información y comunicación (TIC), tienen un nivel de vida y de integración social muy superiores a cualquier otra en la historia. 

En 2004, el Congreso sancionó la Ley de Promoción de la Industria del Software que permitió en los años sucesivos, duplicar tal industria y aumentar 35% sus exportaciones. En 2019 se dictó una Ley de la Economía del Conocimiento que se formuló como una instancia superadora, de promoción de todas las actividades que forman parte de esa dimensión económica. 

Esa ley establece beneficios impositivos para crear empleo, facilidades para la formación de nuevas empresas, incentivos a la exportación y un marco de estabilidad para que sigan creciendo en todo el país los polos productivos que unen innovación, servicios y desarrollo tecnológico.

Sin embargo, algo no termina de funcionar. En el portal de BNamericas se publicó el viernes 21 octubre de este año, un informe de la entidad sectorial Argencon donde se expresa que en tanto en la última década la economía del conocimiento creció 48% en el mundo, en nuestro país sólo lo hizo cinco por ciento

El contexto de incertidumbre económica, inflación y fuga de talentos ha hecho que, los primeros seis meses de 2022 no mostraron grandes cambios con respecto al primer semestre de 2021. Y si bien nominalmente las exportaciones crecieron 23,5% dicha alza se justifica por el aumento de precios antes que en el volumen de servicios. En realidad: “Puede inferirse que el volumen de actividad formal continuó la tendencia declinante de 2021 y siguió decayendo en favor del crecimiento del empleo informal exportado”, según el reporte.

Hay una fuga instimulada en el sector de empleo formal al informal, incrementando la masa de trabajadores que operan bajo contratos individuales para empresas del exterior y que evitan ingresar divisas en el régimen cambiario local, las que se estiman en US$1.800 millones al año.

No todo son malas noticias, las exportaciones globales de servicios basados en conocimiento superaron por primera vez la barrera de US$3.000 millones a fin de 2021. Pero como sabemos en la economía no basta un logro específico sino instalar una tendencia en el tiempo. 

Urge por tanto tener una mirada eficiente, sólida en el tiempo y no parches de ocasión. Caso contrario, también en esto podemos perder el tren al que el mundo ya se ha subido hace tiempo. 

(*) Abogado. Doctor en ciencias jurídicas. (**) Abogado. Doctor en derecho y ciencias sociales

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