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La guerra en Ucrania y la reacción internacional

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Por Luis Carranza Torres (*) y Carlos Krauth (**)

Increíblemente tenemos que hablar, en nuestra columna y en el año 2022, sobre una nueva guerra en Europa, que amenaza con extenderse y que pone en jaque la situación mundial. Si bien es cierto que guerras e intervenciones militares hay, lamentablemente, en muchos lados del mundo, esta guerra, sin embargo, dadas sus características y origen -el intento de eliminar la voluntad de un pueblo y anexar

territorios de un país más débil a un país poderoso-, es propia de los conflictos de la primera mitad del siglo XX, que tuvieron su máxima expresión en la Segunda Guerra Mundial.

Entre las múltiples aristas que este conflicto tiene, la reacción de la comunidad internacional es una de las más importantes. Entendemos que, a diferencia de lo que ocurrió en otras oportunidades, ha habido una reacción extremadamente mayoritaria de condena de la invasión de Rusia a Ucrania.

En este sentido, podemos destacar, de entre tantas manifestaciones, lo decidido en la Asamblea General de la ONU —convocada luego de que su Consejo de Seguridad no pudo aprobar un documento en ese sentido dado el veto de Rusia—, la cual aprobó la semana pasada una resolución de condena contra la invasión, con el apoyo de 141 de los 193 de sus Estados miembros. Quienes rechazaron la condena están Rusia (obviamente), Bielorrusia, Corea del Norte, Eritrea y Siria; y entre las 35 abstenciones se encuentran, entre otros países, China, Bolivia, Cuba, El Salvador, India, Irán, Irak, Kazajastán, Nicaragua y Pakistán.

La resolución (que no es vinculante) “deplora en los términos más fuertes la agresión de la Federación de Rusia contra Ucrania; dado que dicha acción viola el artículo 2 de la Carta de Naciones Unidas, que prohíbe a sus miembros a recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza e insta a todos los miembros a que respeten la soberanía, la integridad territorial y la independencia política de cualquier Estado”.

En el mismo sentido destacamos la decisión del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas de crear una comisión destinada a investigar supuestas violaciones de derechos humanos perpetradas por Rusia en la invasión a Ucrania, las que, según la denuncia de Kiev, constituyen crímenes de guerra y contra la humanidad. Esta resolución también fue aprobada por una abrumadora mayoría, ya que, de los 47 países que conforman el consejo, 32 votaron a favor, 13 se abstuvieron (entre ellos China, Cuba y Venezuela) y sólo dos votaron en contra (Rusia y Eritrea).

Ante el silencio o la debilidad de los reclamos que otrora la comunidad internacional mantenía en agresiones como ésta, entendemos que la reacción internacional es un enorme paso adelante. No obstante, no alcanza porque mientras todo esto se discute y se resuelve, siguen muriendo seres humanos. Sobre todo, cuando tal realidad es aprovechada por otros Estados, también responsables de azuzar al gobierno ruso para hacer sus movidas políticas internacionales.

La condenable actitud beligerante de Rusia no exculpa a otros que irresponsablemente escalaron la crisis en vez de plantear medidas de distensión y que ahora condenan al tiempo que miran al costado, esperando ver qué se recoge del escenario internacional. Pese a todas las posturas en Europa y Estados Unidos, la ayuda a Ucrania no es ni en cantidad ni en calidad, ni remotamente, la necesaria para parar la agresión. Las peticiones de este país de medidas más reales en lo inmediato que sanciones cuyos resultados se verán en el mediano y largo plazos, y que en el corto no paran ningún tanque, han sido disimuladamente no escuchadas.

Ni hablar de que EEUU y Gran Bretaña están obligados a preservar la integridad territorial de Ucrania al ser signatarios del Memorándum de Seguridad de Budapest de 1994, por el cual dicho país entregó su arsenal nuclear, que era el tercero en importancia mundial. En los múltiples discursos de ambos países, no se lo menciona nunca.

Lo ocurrido en la rueda de prensa del martes pasado con un Boris Johnson interpelado luego de un discurso altisonante de solidaridad con Ucrania por Daria Kaleniukuna, una activista anticorrupción y periodista ucraniana, quien le pidió medidas más reales, sin éxito, quedándose sin tener que decir el premier inglés cuando debe hablarse algo con algún sentido, es quizás la mejor y más triste metáfora de esto. No sólo los rusos están haciendo un negocio espurio con la guerra en Ucrania. Que otros muestren la hilacha de siempre en materia internacional, tampoco disculpa la agresión rusa.

Es que entendemos que la guerra no es la solución de los problemas, para ello está el debate, la discusión; en definitiva, la racionalidad. Como dijo a un reportaje a la Deutsche Welle, Jose “Pepe” Mujica, la vida carece de sentido si “no somos capaces de razonar y saltar de la prehistoria porque considero que mientras la guerra sea una manera de desempatar nuestros conflictos y resolverlos, seguiremos en la prehistoria, con la única diferencia de que la barbaridad de los humanos primitivos parece un juego de niños frente a la barbaridad de los hombres contemporáneos. ¿Hasta cuándo?”.


(*) Abogado. Doctor en ciencias jurídicas
(**) Abogado. Doctor en derecho y ciencias sociales

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