Por Luis R. Carranza Torres / Ilustració: Luis Yong
Desde el inicio mismo de las hostilidades en Malvinas, el Invencible era el blanco más preciado por la aviación argentina, estando el más moderno de los portaaviones ingleses en el primer lugar en los objetivos a atacar. No se trataba de un blanco fácil pues operaba a gran distancia del continente y siempre se hallaba resguardado por un gran número de buques escoltas. Durante el mes de mayo de 1982, los radaristas de la Fuerza Aérea en el Centro de Información y Control Malvinas registraron las actividades aéreas enemigas en el Atlántico, al este de las islas, tratando de localizarlo. Sobre fines de ese mes, finalmente lo habían hallado y se dispuso atacarlo.
Dos aviones Super Etendart de la aviación naval serían los encargados de disparar el último misil Exocet que quedaba, y que se reservaba para dicho blanco. La Fuerza Aérea asignó a la operación los dos únicos aviones de reabastecimiento KC 130 Hércules existentes y sumó una escuadrilla de ataque equipada con bombas convencionales. Se optó por integrarla con aviones de combate A4C, por ser la versión del Skyhawk (“Halcón del cielo”), que poseía suficiente autonomía de oxígeno para las cuatro horas de aproximación y escape de la misión en el medio del mar.
El comandante de la Fuerza Aérea Sur se reunió con los pilotos de ese sistema de armas, y pidió, por única vez en la guerra, voluntarios para una misión importante, que no podía ser revelada y en la que había “un 99,99% de posibilidades de no volver”. Los pilotos decidieron entre ellos y luego presentaron los nombres.
El domingo 30 de mayo de 1982, amaneció muy frío sobre Río Grande, con el cielo plomizo y el suelo escarchado. Casi a mediodía, los dos aviones KC 130 decolaron desde Río Gallegos. Una hora más tarde, desde Río Grande, harían lo mismo los dos Super Etendart y cuatro A4C. Los ocho aviones se reunieron en un punto ubicado aproximadamente a 500 kilómetros al sur de Puerto Argentino y desde allí continuaron, turnándose para reponer combustible durante casi 300 kilómetros, para aumentar su alcance al máximo.
En el punto inicial de ataque, los seis aviones silenciosamente se alejaron de los KC 130 con rumbo hacia la flota liderada por el Invencible. Los reabastecedores fueron a posicionarse en otro lugar para esperarlos al regreso, y proporcionarles nuevamente combustible para llegar al continente.
Durante la aproximación, los Super Etendart comprobaron las coordenadas del blanco y, a 24 millas náuticas del blanco, se disparó el Exocet, que demoraría 109 segundos en impactar a su objetivo, iniciando, luego de ello, su regreso a Río Grande. Los A4C siguieron, durante sus últimos 153 segundos de aproximación al buque, la estela que dejaba el misil, a pesar de que ello significaba la pérdida del factor sorpresa. Maniobraron entre el enjambre de artillería y misiles que disparaban los buques escoltas. Dos de los cuatro fueron derribados, uno por la acción de un misil Sea Dart y el otro por fuego de cañones de 114 mm, entregando sus vidas los primeros tenientes Vázquez y Castillo. Los dos pilotos restantes, el primer teniente Ureta y el alférez Isaac, consiguieron llegar y descargar tres bombas de 250 kilos por avión sobre el portaaviones.
Regresaron a repostar combustible y luego se dirigieron a su base. La operación para los aviones atacantes duró más de cuatro horas. Para los KC 130, ese tiempo se extendió a casi ocho horas.
Luego del ataque, el radar argentino ubicado en Puerto Argentino detectó una gran actividad de helicópteros británicos en la zona, al tiempo que los aviones del Invencible se elevaban, para luego aterrizar en San Carlos, donde los ingleses habían establecido una cabeza de playa. Signos inequívocos de que la misión se había cumplido con éxito.
Fue dicha incursión considerada la más osada, insólita y riesgosa de su tipo, no sólo de la guerra de Malvinas sino desde la Segunda Guerra Mundial. Los pilotos que participaron en el ataque, cuya edad promedio era inferior a treinta años, recibieron la Cruz de la Nación Argentina al Heróico Valor en Combate, máxima condecoración militar de nuestro país. Asimismo, Vázquez y Castillo fueron ascendidos post mortem al grado de capitán.
El Invencible no había hecho honor a su nombre y la vergüenza por haber padecido un ataque tan inverosímil llevó a Gran Bretaña a negarlo, a la vez que impuso a todos los documentos relacionados al tema una reserva como secreto de Estado por 99 años, la más extensa de todas las restricciones a la información pública que existen en la legislación del Reino Unido.