Por Jorge Fabián Villalba (*)
Para el contexto actual, me parece sumamente pertinente esta magistral canción de Enrique Bunbury titulada La ceremonia de la confusión, que grafica de manera filosófica todo el contexto internacional actual: educación para la programación.
Históricamente, guerras, rebeliones, invasiones territoriales y cualquier otra manifestación de poder de uno/s sobre otro/s han tenido como protagonista a los banqueros (bancos de dinero), principales garantes de la provisión de recursos económicos por la simple razón de que no hay guerra posible sin recursos (propios o de terceros). Ejemplos interesantes para citar a modo ilustrativo los podemos encontrar en los Triunviratos de la Antigua Roma antes de la llegada de Julio César; el banquero era fundamental.
El actual conflicto mundial entre Rusia y Ucrania pone en evidencia la importancia de ciertos factores económicos que al final de cuentas permitirán un balance final entre ganadores y perdedores.
Transitar la guerra actual tiene impactos múltiples, como por ejemplo en el valor de la moneda de Rusia, reproches de organismos internacionales que actúan de observadores periféricos; las sanciones referidas al código Swift para transacciones internacionales y muchas consecuencias más que tienen un vector común: reacciones de entidades centralizadas. La ansiedad por tener el control y la acumulación de datos tontos, dice la canción.
La gran novedad tiene relación con el especial protagonismo que adoptó la tecnología blockchain en este contexto, como herramienta fundamental para facilitar la ayuda internacional con la intermediación de Organizaciones no Gubernamentales (ONG), sin la posibilidad de sucumbir ante ningún control centralizado.
De repente, quien a priori se ve como el más pequeño, ahora adopta un rol potenciado por ayudas internacionales que llegan en segundos y sin ningún tipo de barrera financiera, política o informática, con el plus del apoyo de un gran operador que puso a disposición el servicio de internet satelital Starlink de SpaceX.
Asumimos con normalidad entonces recibir una o dos direcciones de billeteras virtuales para criptoactivos (BTC o ETH), las cuales se convierten en las principales cuentas para aportar fondos solidarios y humanitarios para ayudar a Ucrania.
Antes había una cuenta bancaria o bien la entrega de cosas físicas que en numerosas guerras de las que ha sido parte la humanidad, llegan en parte o directamente no llegan a destino.
Ahora la exteriorización de las direcciones cripto de redes blockchain ha logrado despojar el sesgo de corrupción, inseguridad y demás cualidades negativas; exhibiéndose como la única forma de hacer llegar recursos económicos a un país sin terceros interesados que puedan frustrar esa transacción.
Si Ucrania resiste, es casi un hecho moral que deberá declarar la BTC (entre otras) como moneda de curso legal porque, en definitiva, gracias a la tecnología blockchain, habrá sido posible la subsistencia económica; ni hablar si además los bancos quiebran o se desmoronan ediliciamente con todo el rigor y sentido del término.
Por otro lado, quien aportó criptomoneda con fines humanitarios fue un fiel y directo observador de su potencial en tiempos de vientos y tempestades que solamente recalcan el aspecto negativo a causa del mal uso de terceros con fines ilícitos. Un torbellino de desconcierto, no hay margen de error, refiere la pertinente pieza musical.
Entre tanta especulación que rodea al mundo financiero y a las monedas que configuran ahorros de valor que se muestran vulnerables ante una crisis mundial, vuelve el debate del oro como refugio pero con la presencia de un nuevo y poderoso actor… Blockchain, en su exteriorización como activo representativo de un valor y activo con valor en sí mismo.
El índice de apropiación y reconocimiento de esta tecnología puede aumentar abruptamente a medida que se disipe el humo de la contienda; por lo que no debemos sólo mirar un mercado de color verde sino lo que subyace y anticipa un cambio económico mundial sin precedentes.
La ciencia jurídica deberá acelerar el plan de entrenamiento (educar para la programación) para comprender, aceptar y regular adecuadamente el nuevo contexto porque estamos, sin dudas, frente a nuevas prácticas en la medida en que más países se acoplen al reconocimiento de la moneda estrella de esta tecnología, como es el BTC (bitcoin).
Las prácticas comerciales deberán hacer lo propio porque el dinero de los bancos, el código Swift y las monedas de los países “más poderosos” ceden ante la tecnología más descentralizada, segura, trazable, íntegra y democrática; situación que incorpora una nueva variable a la hora de planificar una estrategia que pretenda dejar al enemigo sin recursos.