La cuestión es mucho más profunda. A Europa le corresponde un papel importante en el caos que se ha convertido la vida de esos seres humanos de Africa y Medio Oriente
Por Gonzalo Fiore Viani
Especial para Comercio y Justicia
Finalmente fue detenida en Italia Carola Rackete. La capitana alemana, a cargo del buque Sea Watch 3, desafió a la ley italiana y al discurso oficialista del vicepresidente Matteo Salvini, desembarcando a 40 migrantes en el puerto de Lampedusa.
El jueves pasado, la policía marítima italiana le ordenó a Rackete detener su avance mientras estaba a una milla náutica del puerto. Luego de quedarse vagando en el Mediterráneo con 40 seres humanos a bordo debido a la orden de no desembarcar, la alemana decidió avanzar en la madrugada del sábado hacía el puerto, sin permiso del gobierno.
No es la primera vez que por orden expresa de Salvini se prohíbe a los buques de migrantes ingresar al país. Incluso, fue denunciado dos veces por privación ilegitima de la libertad, a finales del año pasado y en el último abril. Debido a que un buque de la misma ONG, Sea Watch, estuvo varado en el Mediterráneo dos semanas con 47 migrantes a bordo. El mismo Salvini difundió la denuncia, aprovechando para asegurar que los puertos “están cerrados”. El hashtag utilizado en sus redes sociales durante estos días volvió a ser “porti chiusi” (puertos cerrados).
El endurecimiento de las leyes en lo que respecta a la política migratoria italiana le ha valido a Salvini enfrentamientos con dirigentes de todo el campo tanto europeo como internacional. El más sonado de los últimos meses fue contra el papa Francisco, quien -sin nombrarlo- se refirió a los que hacen “política a través del odio y el miedo” y a la necesidad de acoger a los migrantes.
Salvini contestó cerrando sus actos de campaña rezando un rosario flanqueado por imágenes de los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI, en un claro desafío al argentino.
Su pelea con el presidente francés Emmanuel Macron, de larga data, también tuvo como eje central la discusión por los refugiados. El mandatario lo criticó por no haber recibido a los migrantes en el Mediterráneo. El italiano le contestó que “¿Por qué no los recibe en Francia?”, al mismo tiempo que lo atacó repetidamente en redes sociales. En su particular estilo de comunicación, en sus redes sociales convocó a actos proselitistas usando fotos de Macron, usando la leyenda “el no estará” debajo.
Según Salvini, la alemana demostró un “comportamiento criminal”. Lo cierto es que la joven de 31 años se enfrenta a cargos por “violencia o resistencia contra un buque de guerra”, que -según la ley italiana- podría acarrearle hasta unos diez años de prisión.
El líder de La Lega tachó a la capitana como “una mujer alemana blanca y rica que cometió un acto de guerra”, acusándola de “intentar hundir una lancha de la policía con oficiales a bordo”.
Debido a la importancia mediática y simbólica del caso, es probable que el hombre fuerte del gobierno italiano busque presionar a la justicia de alguna manera para que la joven sea condenada.
Antes de desembarcar, Rackete aseguró: “Sé a lo que me arriesgo, pero los 42 náufragos a bordo están al límite. Los llevo a salvo. Espero que las autoridades europeas e italianas entiendan la situación”.
Refiriéndose a su origen, la joven fue clara: “Mi vida ha sido fácil, he podido estudiar en tres universidades, soy blanca, alemana, nacida en un país rico y con el pasaporte adecuado. Cuando me di cuenta, sentí una necesidad moral: ayudar a quien no tenía las mismas oportunidades”.
Además de la pena por “enfrentarse a un buque de guerra”, Rackete enfrenta una pena de hasta quince años de cárcel debido a que el gobierno italiano aprobó en el último tiempo una ley que establece ese máximo, además de una multa de 50.000 euros para los navegantes de una ONG que ingresen sin permiso a sus aguas territoriales.
La ley italiana propone penas de prisión muy duras para este tipo de “delitos”, y no parece caber duda de que la capitana del Sea Watch 3 los cometió.
La discusión en cuestión es mucho más profunda que un problema meramente legal.
La problemática de los migrantes forzosos no puede ser dejada de lado a partir de leyes que, en lugar de enfrentar el problema de fondo, condenan a quienes quieren solucionarle la vida a los excluidos. Los migrantes, en este caso, eran libios, un país destrozado tras la intervención de la OTAN que terminó con el asesinato de Kadafi y la desintegración virtual del país.
A Europa le corresponde un papel importante en el caos que se ha convertido la vida de esos seres humanos. “Forajida arrestada. Barco pirata incautado. Gran multa a una ONG extranjera. Todos los migrantes se reubicaron en otros países europeos. Misión cumplida” tuiteó Salvini el sábado.
El gobierno italiano debería preguntarse por qué una “forajida” fue la única esperanza de los migrantes. La ley en este caso es clara, su profunda inmoralidad, también.