El proceso electoral en nuestro país suele generar un entorno de inestabilidad e incertidumbre muy grande. Los dirigentes de empresas tienen una multiplicidad de variables a evaluar que los hacen dudar acerca de cuál es el camino más adecuado.
La primera reacción es esperar, dilatar las decisiones y no “hacer olas”. El foco del negocio comienza a girar hacia el día a día y los planes desaparecen. “Hay que esperar a ver qué pasa”, suele escucharse en quienes conducen a las empresas. Esta situación es comprensible y hasta aquí no hay grandes problemas… salvo por un detalle: las personas que integran la organización.
La incertidumbre es el principal factor que genera miedo en el ser humano, desde el momento que llega a este mundo. El no saber qué pasará encierra el peligro de no poder responder a lo que suceda y eso implica no adaptarse. Esta situación es la gran generadora del temor en las personas: “Si no sé qué pasará, no voy a estar preparado y me va a ir mal”.
Automáticamente, las personas imitan el comportamiento de sus dirigentes y “no hacen olas”. Esto se traduce en evitar tomar decisiones, hacer cosas diferentes, mejorar procesos… todo aquello que encierre un riesgo, por más pequeño que sea.
El miedo es paralizante porque atenta contra nuestra supervivencia (en este caso, en la empresa). Es mejor no innovar, no cambiar, no modificar, hacer lo menos posible. Mientras más incertidumbre, más miedo y por ende, menos acción.
Sin quererlo, en el momento que la empresa más necesita de las personas, menos cuenta con ellas. No porque no quieran sino porque tienen miedo.
¿Qué hacer?
1. Tener presente este proceso que se ocurre en las personas y comprenderlo. No ignorarlo.
2. Tomar precauciones pero sin exagerar. La empresa puede ser conservadora pero no por eso debe dejar de funcionar con soltura. Pueden acotarse gastos pero no al extremo.
3. Evitar hablar en público sobre los problemas de la empresa o del país. Comentar la situación pero transmitiendo tranquilidad. En definitiva, la subsistencia de la empresa depende en gran medida de su capacidad de adaptarse.
4. Seguir adelante con los proyectos, no paralizar los avances. Se puede trabajar con plazos más largos sin necesidad de abandonarlos. La continuidad de la gestión da una visión de que existe un futuro más allá de la incertidumbre.
5. Acercar el personal de conducción con sus colaboradores, que estén más en contacto, generar actividades para reunirlos, conversar y expresarse. Estas reuniones sirven para que las personas presenten propuestas, identifiquen errores, posibilidades de mejora y cuenten cómo se sienten.
6. Mantener al tanto a los mandos medios sobre los planes de la empresa, hacerlos parte, que contribuyan a diseñar los pasos a seguir.
7. En caso de que haya que hacer ajustes, compartir las decisiones, no tomarlas solo.
El camino de quién dirige suele estar invadido de soledades; no tiene por qué ser así. Busque las personas indicadas para que lo acompañen, gente en quienes confíe. Con ellos podrá diseñar un camino más llevadero para atravesar juntos esta etapa, que finalizará. Y luego el mundo seguirá girando, ¡prepárese para ese momento!
*Psicólogo y magíster en Administración de Empresas; docente en la Universidad Blas Pascal.