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El pueblo argentino contra el colonialismo, las dictaduras y los traidores a la Patria

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Por Luis Esterlizi (*)

Introductorio

El pueblo argentino sufre en la actualidad el ataque del liberalismo en su versión más inhumana y exageradamente materialista, como punto culminante de una crisis generada por estigmas estructurales políticos, económicos y sociales que perdurables en el tiempo, consolidaron un proceso de degradación jamás visto en Argentina.

A partir de estos daños sufridos por el pueblo desde la crisis de 2001, cuando el clamor popular a gritos pedía “que se vayan todos”, quedó instalado este modelo de miseria estructural permanente, que generó las condiciones propicias para que hoy pueda instalarse -con cierta naturalidad y por primera vez en democracia- un gobierno de claro sesgo autocrático.

Durante las últimas cuatro décadas, la mayoría de la clase política y -sin lugar a dudas- parte de la sociedad no tomaron debida conciencia de que con subsidios y planes sociales no se solucionaba la desocupación aunque, en verdad, nunca existió un plan de reactivación laboral ya que dicha política -especulación electoral mediante- siguió su marcha degradante.

El engaño del líder libertario

Con esta mirada, despertamos en la realidad actual para ver que, una vez superadas las elecciones donde muchos anhelaban un cambio trascendente, el pueblo eligió al candidato de La Libertad Avanza (LLA), quien debía ponerle fin a esta tremenda crisis ética y moral heredada. Simuló ir contra la casta con una motosierra en sus manos aunque finalmente a aquélla no la tocó y giró enloquecidamente contra las organizaciones libres del pueblo, amenazando claramente con su destrucción. 

Una gran parte de la sociedad -aunque sin mucha esperanza- esperaba una convocatoria a la concertación y a la paz social para, entre gobierno y sociedad, generar un programa de restauración nacional. 

Sin embargo, como vemos, esto no sucedió, debido sobre todo a la persistencia enfermiza de fracciones partidarias que se unieron para avanzar hacia un estado de desconcierto y perplejidad prometiendo una inmensurable libertad ciudadana, aunque en el fondo -como se comprueba- imponen cual dictadura un programa de desarme de la institucionalidad pública y privada instalada.

Bajo estas circunstancias de seguro que Argentina sufrirá el abordaje de capitales e intereses extranjeros, poniendo fin a nuestro crecimiento industrial, tecnológico y científico y se apropien de nuestros recursos estratégicos para convertirnos en una factoría proveedora de materias primas y alimentos, como lo fuimos en los años del coloniaje.

El denominado liberalismo libertario se caracteriza por ser el más inhumano, ya que -por temor al despliegue popular- busca destruir todo tipo de organización del pueblo, sectorial, científica, tecnológica, dado que las entidades intermedias defienden, frente a los gobernantes o cualquier amenaza externa, los intereses y derechos de una sociedad organizada. 

Es destacable la pretensión de ciertos sectores aburguesados y formatizados por el liberalismo, apoyando sólo la defensa irrestricta de la propiedad privada, no así los trabajadores, empresarios pymes, cooperativas, mutuales, profesionales, docentes, médicos, abogados, carpinteros, panaderos, estacioneros, que -al defender sus propiedades y sus derechos por medio de sus organizaciones- también lo hacen por el país y la sociedad que los contiene. 

Al mismo tiempo están decididos a enfrentar el delirio liberal en defensa de sus cámaras y entidades por ser las únicas organizaciones privadas capaces de recuperar con trabajo y producción la dignidad conculcada al pueblo argentino.

También son conscientes de la ineludible misión de obrar ética y moralmente como coraza indestructible de la dirigencia e instituciones empeñados en no entregar a nadie el futuro de Argentina, así como la de asegurar su independencia ideológica, tecnológica, industrial, laboral y productiva con sus recursos y virtudes que la distinguen.

Esta evolucionada conciencia social y las ansias por participar en las soluciones estructurales que terminen con el latrocinio son propósitos irrenunciables en la conformación de un modelo de gobernanza en el que las decisiones se consensúan y armonizan entre las fuerzas políticas, productivas, laborales, etcétera, dando lugar al armado de un proyecto de país y sociedad independientes y ajenos a cualquier ideología que pretenda sojuzgarnos.

Pero como la dirigencia que prohijó esta decadencia fracasó porque jamás intentó construir un ámbito de coincidencias esenciales y no pudo o no dio suficientes garantías de superar la mediocridad, no logró plantar la bandera azul y blanca que nació preparada esencialmente para enarbolarse ante cualquier ataque a Argentina en su camino irreductible de florecer como comunidad organizada y elaborar, entre todos los argentinos, el proyecto nacional argentino. 

Debemos tener presente que la desunión de la sociedad en partidos es la génesis del liberalismo; por eso ocurrió lo que desde hace años viene ocurriendo donde cada coalición partidaria les infiere a los demás denostaciones y adjetivos incalificables, que presagiaban un futuro de políticas públicas impuestas autocráticamente o la corrupción política de negociaciones post-electorales que suelen cocinarse en los antros del Congreso Nacional.

Es que desde hace años en el Poder Legislativo no están los representantes del pueblo porque diputados y senadores operan al servicio de los que conducen los partidos y coaliciones partidarias por haberles otorgado dicho cargo público. 

Por lo tanto, lo que resulta totalmente inadmisible es que el Presidente pretenda transformar ipso facto la organización institucional de todo un pueblo ratificando que dicha decisión autocrática sólo florece en la mente enferma de los dictadores.

Pequeña reseña sobre los DNU

La Constitución de 1853 estableció un sistema republicano, en una época en la que predominaba universalmente la monarquía, con división de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial, con predominio del Poder Ejecutivo conformando un régimen presidencialista, limitado por un congreso bicameral con el objetivo de equilibrar el accionar y las decisiones entre los tres poderes (…) Desde la sanción de la Constitución en 1853 hasta 1983 -es decir, en 130 años- se firmaron 25 DNU y siempre para dar respuestas excepcionales y urgentes (…) No conozco si las dictaduras fueron tenidas en cuenta. (Wikipedia). 

No soy abogado y menos constitucionalista, ya que sólo trato de referenciar la fecha en que se sancionó nuestra Constitución y el contexto nacional e internacional que influyó en su redacción y por consiguiente cuál fué el motivo de establecer el uso de los DNU, por parte del Poder Ejecutivo. 

Sobre la constitucionalidad o inconstitucionalidad del DNU enviado por el actual mandatario al Congreso de la Nación, es materia especial de los que tengan validez profesional o institucional para emitir los fallos. Al margen de ello, lo importante es la decisión de la sociedad organizada hoy amenazada de borrar de un plumazo su participación institucional en los temas esenciales.

Consideraciones generales

Frente a los hechos que se fueron produciendo a partir del momento en que presentaba su “ley ómnibus”, muchos argentinos se sorprendieron no sólo por eso sino por la forma compulsiva en querer que se resuelva.

“Con el megaproyecto de ley que reveló en la víspera intenta sumar poder para allanarse el camino (…) ’La presente ley contiene delegaciones legislativas al Poder Ejecutivo Nacional de emergencia pública en materia económica, financiera, fiscal, social, previsional, de seguridad, defensa, tarifaria,energética y sanitaria,con especificación de las bases que habilitan cada materia comprendida y con vigencia durante el plazo específicamente previsto’, reza el artículo 1 del texto y ‘solicita que ese estado de situación se extienda hasta el 31 de diciembre de 2025, pero también la facultad para extenderlo por otros dos años más, hasta el final de su primer mandato”, según Leandro Boyer (La Voz del Interior, 28 de diciembre). 

En consideración a este despropósito, no queda menos que calificar tamaño desplante autocrático como el despliegue de una dictadura “liberal”, pidiendo al Congreso el otorgamiento de cuatro años para ejercer facultades extraordinarias desde el Poder Ejecutivo, poner en stand by al Congreso de la Nación y supeditar el funcionamiento del Poder Judicial a sus pretensiones, hecho que nunca sucedió en democracia, solo lo fué en sangrientas dictaduras.

Por otra parte, es inaudito e incomprensible que ante semejante afrenta a la institucionalidad argentina, el Poder Judicial postergue la decisión de declarar o no su inconstitucionalidad, recién en el mes de febrero, mientras el gobierno avanza con sus imposiciones.

Finalmente es de esperar que la postura que adopten diputados y senadores, quienes dicen ser peronistas y radicales, sea consecuente con los principios ideológicos y doctrinarios que nacieron en estos dos movimientos para defender permanentemente los intereses de Argentina, su independencia, libertad y soberanía. 

Sugerencia

Debemos pensar que quienes son elegidos por el pueblo, al margen de los porcentajes obtenidos como presidente, gobernador, intendente o congresal -por una cuestión estrictamente ética y moral – deberían renunciar al partido o coalición que lo candidateó y gobernar o legislar al servicio de todo el pueblo argentino.

Gobernar no es mandar o imponer, es persuadir y consensuar con el pueblo, las políticas públicas. 

Por otra parte, teniendo en cuenta que el Estado constituye la organización institucional, política, económica y social de un país, el Poder Ejecutivo no puede decidir autocráticamente su conformación, transformación o destrucción. En este caso, al asumir la totalidad del poder público, se convierte -como en el pasado – en un rey o un dictador.

(*) Ex ministro de Obras Públicas de la Provincia de Córdoba

Bases para la Reconstrucción Nacional

Raúl Scalabrini Ortiz

“Dos inmensas fuerzas pujan en la mecánica nacional: el interés de la Nación y el interés de los capitales extranjeros. Si el Banco Central no está dentro de la órbita de las autoridades nacionales, es evidente que obedecerá por inercia a las contrapropuestas conveniencias del extranjero. Será una institución títere, como eran Estados títeres los que creaba Hitler en los países dominados por sus armas. Las instrucciones que traía el General Whitelocke posteriores a la conquista de Buenos Aires, le ordenaban ubicar en los altos cargos a los vecinos de la ciudad, siempre que ofrecieran garantías de lealtad, se sobreentiende. La técnica ha cambiado poco, por lo visto”.

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