Para vivir hablando del pasado, conocemos bastante mal nuestra historia. El reciente nuevo aniversario del creador de la bandera nacional, don Manuel Belgrano, es una muestra de ello. El prócer pasó a la historia por los motivos equivocados.
Lejos estamos de decir que el papel central de Belgrano en disponer de una enseña patria no sea destacable. Sólo que entendemos que hizo cosas igual o mucho más destacables que ésa, que permanecen en el lado oscuro de la historia.
Fue el primero que pensó el país. Y que lo hizo en términos de industrias, educación, libertades económicas. En eso, ninguno de sus contemporáneos se le acercó, siquiera. Por supuesto que nadie le hizo caso.
Sus ideas venían inclusive desde antes de la Revolución de Mayo. Al volver de Europa y asumir como secretario del Consulado ya las tenía en mente. Era un decidido partidario de las nuevas ideas reformistas sobre la ilustración y el progreso. Sin embargo, por este tiempo, lo era dentro del sistema dado y con sujeción a la autoridad del rey.
Cabe destacar que dicho organismo, como todo ente del Estado español en la época, tenía no una sino varias funciones, siendo tanto tribunal de justicia en el ramo del comercio como junta de fomento de éste.
Como dirá en su autobiografía: “Cuando supe que tales cuerpos en sus juntas, no tenían otro objeto que suplir á las sociedades económicas, tratando de agricultura, industria y comercio, se abrió un vasto campo a mi imaginación, como que ignoraba el manejo de la España respecto á sus colonias, y sólo había oído un rumor sordo á los americanos de quejas y disgustos, que atribuía yo a no haber conseguido sus pretensiones, y nunca á las intenciones perversas de los metropolitanos que por sistema conservaban desde el tiempo de la conquista”.
Sus ansias de cambio chocaron de súbito con la realidad del resto de los miembros, como lo cuenta en su propia autobiografía: “Los hombres nombrados por el Rey para la Junta, quienes lejos de cumplir con la misión encomendada, de propender a la felicidad de las provincias del virreinato de Buenos Aires, eran todos comerciantes españoles, exceptuando uno que otro, que nada sabían ni querían otra cosa más que su comercio monopolista de comprar por cuatro para pretender vender por ocho”, abatieron su ánimo reformista.
En los años siguientes, ese grupo bloquearía todos sus intentos de desarrollar el cultivo de la tierra, abrir escuelas técnicas y modernizar la infraestructura comercial de la región.
En 1796 traduce y presenta en sociedad Principios de la Ciencia Económica Política, de orientación fisiócratica, cuyas ideas seguía.
Desde 1794 hasta 1810 trabaja sin descanso en tal empresa. A su febril actividad pública la combina su tarea de redactor y periodista, aprovechando lo mejor posible el poco espacio que le brindan los escasos e intermitentes periódicos que se publican en Buenos Aires.
Son muchas las propuestas que hace en ese tiempo. Pocas son las que consigue hacer prender en la autocrática cúpula gobernante. Vale la pena repasar alguna de ellas, por su actualidad. Pero eso, lo dejamos para la próxima semana.
* Abogado. Doctor en Ciencias Jurídicas.** Agente de la Propiedad Industrial.