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El derecho según Kafka

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Su profesión jurídica marcó su obra literaria. La forma que adoptó en su literatura provenía de su experiencia como letrado.

Por Luis R. Carranza Torres

No era feliz con la vida que le tocó vivir. Intentó, varias veces, encontrar una existencia en que lo fuera. No supo hallarla, o lo que encontró nunca lo conformó. En algo tan simple y tan terrible como eso se resume el devenir por esta tierra de Franz Kafka.

En el presente, su referencia pública es la de un gran escritor. Pero en su tiempo se lo conocía mucho más como abogado de seguros. Es que Kafka no publicó en vida, y por decisión propia, más que algunos cuentos. Sólo luego de muerto el mundo empezó a conocer al autor que había podido hasta entonces disimularse. Inseguridad, timidez, miedo al rechazo. Los mismos sentimientos de su vida privada se proyectaron en Franz para no dar a conocer su obra. Por fortuna para las letras universales, su amigo y albacea Max Brod desobedeció ampliamente su última voluntad de quemar todos sus manuscritos, supervisando su publicación. Respecto a ello, hay un dicho que me viene a la memoria: “Las promesas a los amigos sólo pueden romperse a favor de esa amistad”.

Antes de que el mundo conociera póstumamente su verdadero genio, el eje de la vida de Franz era el derecho. Luego de pasar su niñez en un hogar rígido, presidido por la figura de un padre autoritario, fue enviado en su adolescencia al riguroso “Altstädter Deutsches Gymnasium”. Tal “Instituto de Enseñanza Media Imperial Real” lo preparó para entrar a la Universidad Real Imperial Carlos Fernando de Praga. Llamada de ordinario sólo como Universidad Carlos, “Univerzita Karlova” en checo, era la más antigua de Europa central, fundada en el año 1348 y una de las más prestigiosas de toda Europa.

Allí Kafka aguantó sólo dos semanas como alumno de química y tampoco le fue bien con Historia del Arte y Filología alemana. Ante tanto devaneo, la autoridad paterna eligió su destino por él y lo forzó a estudiar derecho. Franz obedeció tal mandato hasta concluir la carrera el 18 de junio de 1906 con un doctorado en leyes, dirigida nada menos que por su profesor de sociología, Alfred Weber, justamente el hermano de Max.

Especializado en derecho de seguros, trabajó primero en la empresa Assicurazioni Generali, en el ámbito privado. Luego ingresaría en la administración pública, cumpliendo funciones en el Instituto de Seguros de Accidentes de Trabajo del Reino de Bohemia.

Julio Londoño Hidalgo, de la Pontificia Universidad Javeriana, ha indagado en las relaciones e influencias que el derecho en general, y su profesión de abogado en particular, tuvo en su obra. Su trabajo al respecto, titulado Introducción al derecho en la obra de Franz Kafka, aporta no pocas claves al respecto.

Allí se confirma que no resultan extrañas a lo largo de su obra las referencias a lo jurídico. Y que no pocas de ellas tienen dicho ámbito precisamente como tema principal. Podemos citar al respecto El proceso, En la colonia penitenciaria, El nuevo abogado, Sobre la cuestión de las leyes, Abogados, Ante la ley, Un sueño y El castillo.

Nos dice el autor antes citado: “Era una persona cercana a la teoría del derecho, había conocido su ejercicio y sus discusiones; inclusive en sus cartas a Milena Jesenská se percibe la mente de un jurista en cada línea: Sus cartas empiezan como la sentencia de un juez”.
Respecto de sus colegas, Franz presentaba sentimientos ambivalentes. “Para Kafka, los abogados se podrían dividir en dos tipos; aquellos que se apegan irrestrictamente a la ley, y aquellos que constantemente alargan los procesos con interminables argumentos, llenos de dudosos y paradójicos intereses. El apego a la ley, hemos visto, es una de las principales preocupaciones de Kafka; y trae implícita la idea de los procesos interminables y los argumentos complejos”.

En opinión de Londoño Hidalgo, “Kafka parece criticar la no consideración de otros elementos en la aplicación de la ley, tales como la sociología, la historia, la economía”. Esto lo pone en la vereda opuesta de la postura asumida por Hans Kelsen en su Teoría Pura del Derecho, en la cual postuló la visión del derecho como un fenómeno autónomo en sí, emancipado de toda otra consideración.

Aunque parezca lo contrario a primera vista, ambos tenían bastantes puntos en común: tenían sólo dos años de diferencia; habían nacido en el mismo imperio austrohúngaro; su ascendencia judía y el haber estudiado o enseñado en la universidad de Praga. Pero no pueden ser más opuestas, desde la doctrina o la literatura, sus visiones del derecho.

Se dice, en la obra que nos sirve de referencia, que “si Kafka viviera hoy en día, probablemente tendría otra visión del derecho”. Lo dudamos. En no pocas partes el derecho kafkiano parece estar en todo su apogeo. Y eso, al creador del concepto no le hubiera gustado en lo absoluto.

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