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Educación y antieducación

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Por Luis Carranza Torres (*) y Carlos Krauth (**)

Días pasados nos dimos con la noticia de que la empresa Toyota tenía problemas para completar las vacantes de puestos de trabajo debido a que los postulantes no satisfacían los requisitos educativos mínimos requeridos para los cargos ofrecidos. Lo más preocupante fue que esos requisitos no consistían en poseer título de posgrado en universidades extranjeras, ni siquiera de grado universitario; las expectativas eran más modestas, según Diego Prado, director de Asuntos Corporativos de Toyota Argentina: «Lo que buscamos y venimos buscando desde siempre son chicos que tengan el secundario completo”; sin embargo, “la mitad de los curriculums que recibimos no tienen el secundario completo».

Tal situación, por sí ya alarmante, se veía agravada por el hecho de que no sólo no poseían título secundario sino que la mayoría de los que lo poseían eran incapaces de comprender textos de una complejidad básica. Al respecto el mismo directivo agregó: «Se nos hace difícil en nuestra área geográfica encontrar esas 200 personas con secundario completo, porque en Buenos Aires se perdió el valor de un secundario. Y se les hace difícil hasta leer un diario. Tenemos que trabajar, con nuestra responsabilidad social, en la educación de la Argentina hacia el futuro».

Luego de esta noticia fueron muchas las voces que sostuvieron lo mismo: la falta de preparación de los postulantes para trabajos que no requieren una formación especializada. Coincidiendo todos en que «el problema tiene que ver con una crisis en el sistema educativo en Argentina».

Lamentablemente, la noticia no tuvo la repercusión que debió tener, no sólo en la opinión pública sino en quienes marcan los rumbos de la educación pública. Una que, para mal de todos, viene en franca decadencia desde hace varios años. Y para nuestra clase dirigente parece que ello no constituye ningún problema. Como nos dijo algún colega docente universitario, haciendo referencia a que aún hoy las universidades siguen cerradas: “En nuestro país la educación no le importa a nadie, y menos la universitaria”. 

En tal contexto, nos encontramos periódicamente con videos, grabaciones, y noticias que muestran el comportamiento de muchos docentes, que lejos están del ideal del educador encargado de formar a los niños y jóvenes para el futuro.

Precisamente la semana pasada circuló un video de una docente que, frente a un curso, haciendo una multiplicación señalaba que el resultado de mutiplicar cuatro por cero era cuatro. Lo patético es que los mismos alumnos la corregían a los gritos que era cero -poniendo en evidencia a su vez, el desorden que era esa clase-; no obstante, la maestra, rematando su error, decía “cuatro por cero es cuatro”…. 

Pero hubo algo peor aún que eso: el video subido por alumnos de una escuela pública de Ciudad Evita Provincia de Buenos Aires, donde la profesora de historia, a los gritos increpaba a un alumno sobre posiciones políticas, culpando de todos los males al gobierno de Macri, incluso profiriendo palabras descalificantes para la situación económica de los padres del alumno. 

Entendemos que esto es parte del problema de la educación; muchos docentes no sólo están mal formados sino que, además, en algunos casos, están tan ideologizados que transforman un aula, -donde se tiene que enseñar y aprender-, en un comité en el que se adoctrina a favor de una única posición política y se descalifica a quien piensa de forma diferente. Pero no queremos que lo que decimos suene injusto; como señalamos, esto es sólo una parte del problema, ya que los docentes son -en su mayoría- personas dedicadas y preocupadas por la educación y formación de sus alumnos.

Se habla, cada vez más, de “formas antieducativas”, ya sea por acción u omisión. Militar partidariamente en las escuelas no es algo admisible, se piense como se piense. Implicar a los educandos en cuestiones propias de la ideología de quien les enseña, tampoco. La libertad de pensamiento es para todos e implica, necesariamente, la proscripción de imposiciones dictatoriales de cómo debe hacerse, aun cuando ese dictador venga en frasco chico. Eso es algo fundamental para la sustentabilidad de la democracia.

Es evidente que gran parte de los estudiantes -no nos olvidamos de la cantidad de niños y jóvenes que han abandonado los estudios, entre otras cosas, como consecuencia de que las escuelas permanecieron cerradas debido a las medidas tomadas por la pandemia-, carecen de esos conocimientos fundamentales. Lo podemos acreditar nosotros como docentes universitarios, quienes vemos las enormes dificultades que tienen para poder estudiar textos que antes no resultaban para nada complicados. Lo acreditan también los directivos de Toyota, quienes se dieron con que muchos aspirantes a empleos en la empresa no sólo no habían completado el secundario, sino que quienes lo habían hecho, no tenían conocimientos elementales. 

Abogamos para que algún día volvamos a darle a la educación la importancia que en otras épocas tuvo, la que necesariamente requiere, como punto de partida formar buenos docentes y brindar a los estudiantes las herramientas necesarias para que puedan avanzar en su formación de cara al futuro.

(*) Abogado. Doctor en ciencias jurídicas

(**) Abogado. Magíster en derecho y argumentación jurídica

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