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Diez años del papado de Francisco

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Por Miguel Julio Rodríguez Villafañe (*)

El papa argentino Francisco cumple hoy 10 años de pontificado. Un hombre sencillo que busca una iglesia sencilla.

Él ha sostenido que el planeta “está ávido de puentes y no de muros” y se ha dedicado a construir puentes por sobre las grietas y los conflictos.

Transitó caminos difíciles. No fue a lugares en los que lo vivaran sólo por su investidura. Se arriesgó. Viajó a EEUU pero antes pasó por Cuba. Todo un testimonio. Dejó en claro que América Latina no es el patio trasero de nadie.

Estuvo en Canadá para pedir disculpas a los indígenas por los abusos que sufrieron en los internados dirigidos por la iglesia Católica, y en Ecuador, Bolivia y Paraguay se ocupó de solicitar perdón por los crímenes de la conquista de América contra los indígenas e invitó a «pasar de la lógica del dominio, del aplastar y manipular, a la lógica del acoger, recibir y cuidar» al prójimo.

Ha pedido firmemente solidaridad con los migrantes en general y en particular con los que tratan de alcanzar Europa, muchos de ellos “en peligrosas travesías».

Con preocupación advirtió del peligro de “soluciones inequitativas” en el conflicto, no resuelto, entre israelíes y palestinos.

Enarboló la necesidad del cuidado del medio ambiente en “la casa común”, en su encíclica Laudato Si, documento profundo sobre los distintos perfiles del tema y la necesidad de encararlo entre todos con responsabilidad. Invitó e invita a salir a las “periferias geográficas y existenciales” al encuentro de los los olvidados, de quienes necesitan comprensión, consuelo y ayuda.

Admitió que la Iglesia ignoró o silenció los abusos sexuales de menores durante mucho tiempo: dijo «nunca más» y “tolerancia cero” en ello.

En la carta encíclica Fratelli Tutti afirmó que “abrirse al mundo” es una expresión que hoy ha sido cooptada por la economía y las finanzas; que se refiere exclusivamente a la apertura a los intereses extranjeros o a la libertad de los poderes económicos para invertir sin trabas ni complicaciones en todos los países. “Los conflictos locales y el desinterés por el bien común son instrumentalizados por la economía global para imponer un modelo cultural único”, afirmó.

A su vez, Francisco sostuvo que “la tecnología no puede reemplazar el contacto humano, lo virtual no puede reemplazar lo real ni las redes sociales pueden reemplazar lo social, estamos en la tentación de lo virtual sobre lo real: ésta es una fea tentación».

Ha trabajado intensamente por el encuentro interreligioso. Así, en el Diálogo con el Islam -Abu Dabi, 2019-, el papa Francisco con el gran imán sunita Ahmad Al-Tayyeb, uno de los máximos referentes de la religión musulmana, suscribieron el Documento sobre la Fraternidad Humana, por la Paz Mundial y la Convivencia Común, en el que sostuvieron que lo hacían en el nombre de “la inocente alma humana que Dios ha prohibido matar”, afirmando que quien mata a una persona es como si hubiese matado a toda la humanidad y que quien salva a una es como si hubiese salvado a la humanidad entera. También en el nombre de los pobres, de los desdichados, de los necesitados y de los marginados que Dios ha ordenado socorrer como un deber requerido a todos los hombres y en modo particular a cada hombre “acaudalado y acomodado”. Agregaron que también lo hacían en el nombre de esta fraternidad golpeada por las políticas de integrismo y división y por los sistemas de ganancia insaciable y las tendencias ideológicas odiosas, que manipulan las acciones y los destinos de los hombres. 

Francisco, además, estuvo con el líder de la confesión chiita del islam, el gran ayatollah Ali Sistani, descendiente mítico del profeta Mahoma, y con el patriarca supremo de los budistas tailandeses.

En tanto, el papa -en contacto con referentes de la religión judía- señaló que “judíos y católicos compartimos tesoros espirituales inestimables”.

En una actitud ecuménica, se acercó a las otras iglesias cristianas y en su visita a Suecia asistió a las celebraciones por los 500 años de la reforma protestante iniciada por Martín Lutero.

A su vez, el papa ha dicho que, frente a la cultura de la ilegalidad, de la corrupción y del enfrentamiento, el cristiano está llamado a dedicarse al «bien común», también al compromiso en la política y ha pedido fomentar entre los jóvenes «una nueva consideración del empeño político» para garantizar las instituciones democráticas.

Propuso los cuatro principios para la construcción de un pueblo: “El tiempo es superior al espacio; la unidad es superior al conflicto; la realidad prevalece sobre la idea; y el todo es más que las partes y la mera suma de las partes”. 

Preocupado por la guerra en Ucrania y otras que ocurren en diversas escalas y lugares, ha dicho Francisco que una “guerra es siempre, como sea y en todas partes, una derrota para toda la humanidad».

Francisco sostiene que la desinformación es probablemente el principal pecado en el que incurre un medio de comunicación e instó a que el periodismo sea más claro y transparente. 

Señaló en alguna oportunidad que la concentración monopólica de los medios de comunicación social, que pretende imponer pautas “alienantes” de consumo y cierta uniformidad cultural, es otra de las formas que adopta el nuevo colonialismo. “Es colonialismo ideológico”, destacó.

También el papa condenó el llamado lawfare y dijo: “La guerra jurídica es también una guerra de tipo mediático”. Para él, es una batalla “asimétrica”, en la que una de las partes tiene prácticamente la suma del poder real, ya que -sumados los poderes político y económico- también detenta el control sobre un sector importante de la justicia y de los medios de comunicación masivos.

Francisco ha señalado la trampa económica en la que está inmerso el mundo en un capitalismo financiero de especulación, y nos ha comprometido a defender la dignidad de las personas y de los pueblos. En esto propone, firmemente, establecer un “salario mínimo universal” para que todos puedan tener acceso a los más elementales bienes de la vida.

Con particular firmeza sostiene que no nos pueden robar la fraternidad con las voces que alimentan la división y la fragmentación, y que el mundo no puede dar cabida a los “fabricantes del odio”.

 Francisco, como mensajero de la palabra de Dios, da la esperanza que ilumina la vida.

(*) Abogado constitucionalista

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